BENDECID TODOS AL SEÑOR
II. Preparación y acción de
gracias de la Misa.
III. Jesús viene a
visitarnos en la Comunión. Poner todos los medios para darle buena acogida.
“En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: -«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed
que está cerca su destrucción.
Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la
sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo,
que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá
todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!
Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo.
Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén
será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de
las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres
quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima
al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre
venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto,
levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación»” (Lucas
21,20-28).
I. Los Salmos
responsoriales de estos días recogen el bellísimo Canto llamado de los tres
jóvenes (Trium puerorum), utilizado en la Iglesia desde la antigüedad como
himno de acción de gracias. Comienza el himno con una invitación a todas las
criaturas a dirigirse a su Creador, y al final aparecen todos los hombres,
llamados a cantar las alabanzas al Creador (B. ORCHARD y otros, Verbum Dei).
Nuestra
vida cristiana debe ser toda ella como un canto vibrante de alabanza, lleno de
adoración, acciones de gracias y entrega amorosa. Por eso, en la acción de
gracias de la Comunión, mientras que tenemos en nuestro corazón al Señor del
Cielo y tierra, nos unimos a todo el universo en su pregón de agradecimiento al
Creador.
II. La vida entera, pero
especialmente los momentos después de haber comulgado, es un tiempo de alegría
y de alabanza a Dios. Para dar gracias al Señor nos podemos unir interiormente
a todas las criaturas que, cada una según su ser, manifiestan su gozo al Señor.
Te
adoro con devoción, Dios escondido (Himno Adoro te devote), le decimos a Jesús
en la intimidad de nuestro corazón después de haber comulgado. En esos momentos
hemos de frenar nuestras impaciencias y permanecer recogidos con Dios que nos
visita.
Las
almas de todos los tiempos que han estado cerca de Dios han esperado con
impaciencia ese momento inefable en el que tan próximos estamos de Él.
Examinemos hoy con qué amor acudimos nosotros a la Santa Misa, donde tributamos
a Dios la alabanza suprema, y con qué atención y esmero cuidamos de esos minutos
que estamos con Él. Es una cortesía que no debemos descuidar jamás.
III. En la Comunión, llega a
nuestro corazón, el mismo Hijo del Hombre que vendrá glorioso al final de los
tiempos; viene para fortalecernos y llenarnos de paz. Viene como el Amigo tanto
tiempo esperado.
Y
hemos de recibirlo como lo hicieron sus más íntimos. Hemos de tratar bien a
Jesús, que tanto desea visitarnos en nuestra pobre casa. “Y no suele Su
Majestad pagar mal la posada, si le hace buen hospedaje” (SANTA TERESA, Camino
de perfección).
Es
una buena ocasión de unirnos a toda la Creación para alabar y dar gracias al
Creador que, humilde, se queda sacramentalmente en nuestro corazón esos
minutos. Cualquier esfuerzo que pongamos para recibirlo con amor y delicadeza
será siempre largamente recompensado.
Pidámosle
a la Virgen que nos ayude a recibirlo como Ella lo recibió.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org