Alphonse
Gallegos, un firme defensor de las preocupaciones de los hispanos
“¿Podría
el obispo Alphonse Gallegos convertirse en el próximo santo canonizado de
California?” Con esa pregunta el vice postulador de su causa, el Padre Eliseo
González, abre su contribución de esta semana en Angelus News.
El
obispo Gallegos –que lo fuera por una década de la diócesis de Sacramento—murió
en un accidente de automóvil el lunes 6 de octubre de 1991. Era un firme
defensor de las preocupaciones de los hispanos, en especial, de los
trabajadores hispanos en granjas de California.
Fueron
muy conocidas sus marchas solidarizándose con la United Farm Workers; su
oposición a los recortes en la educación bilingüe, y su trabajo con pandillas
en todo el Estado de California alejó a muchos jóvenes de las drogas y del
crimen.
“Recordar
su vida es recordar su celo misionero” escribe en Angelus News el Padre
González.
Un agustino recoleto
Según
comenta el vice postulador de su causa, Gallegos nació en Albuquerque, Nuevo
México, el 20 de febrero de 1931. Cuando era niño, su familia se mudó a Watts,
California. En 1950, ingresó en la Orden de Agustinos Recoletos en Kansas City,
Kansas. Siempre batalló con una severa miopía.
Fue
ordenado sacerdote en el monasterio de Tagaste, Suffern, Nueva York, en 1958.
Permaneció allí durante 14 años después de su ordenación, realizando incluso
tareas de servicio mientras también se desempeñaba como maestro de estudiantes
en el monasterio y como capellán de hermanas religiosas y de un hospital local.
En
1972, su orden lo envió la Iglesia de San Miguel en Watts, la misma parroquia
donde había sido servidor del altar. Aún más que hoy, la situación en Watts
estaba plagada de pobreza, violencia de pandillas y desempleo.
A
su llegada, organizó el Consejo Pastoral Parroquial, queriendo involucrar a
toda la parroquia para llevar la alegría de Cristo a la comunidad. Caminaba por
las peligrosas calles de noche en busca de la “oveja perdida”. Creía que la
educación era clave para detener el círculo vicioso de pobreza y violencia en
Watts.
Viraje hacia los hispanos
Más
adelante, el Padre González narra que 1978, fue nombrado pastor de la Iglesia
de Cristo Rey en el área de Atwater Village de Los Ángeles. “A Gallegos también
le gustaba caminar por esas calles, saludando y alentando a su comunidad,
visitando familias en sus hogares y comiendo lo que le pusieran delante”.
En
1979 fue nombrado primer director de Asuntos Hispanos para los obispos de
California con sede en Los Ángeles. Allí coordinó con los obispos de California
y los de Baja California (México) para abogar en nombre de la creciente
población hispana en California.
Después
fue enviado a Sacramento donde fue nombrado obispo auxiliar por el Papa San
Juan Pablo II y consagrado el 4 de noviembre de 1981. Estuvo muy cerca del
célebre activista hispano César Chávez.
“Como
obispo, Gallegos continuó haciendo lo que más amaba: estar entre su rebaño, con
olor a oveja. Viajó de arriba abajo por la diócesis de Sacramento:
confirmaciones, funerales, visitas a enfermos, cárceles, campamentos de
migrantes…”, escribe el Padre González.
El día en que murió
El
6 de octubre de 1991 fue un día bastante típico para el obispo Gallegos, según
escribe en Angelus News el vice postulador de su causa.
“Esa
mañana pasó tiempo con las mujeres guadalupanas en el salón parroquial de la
Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, en Sacramento, ayudándoles a hacer
tamales. Más tarde fue a una manifestación pro-vida, visitó a un joven que
moría en el hospital de SIDA y, por la noche, presidió la Misa en la Iglesia
del Sagrado Corazón en Gridley, donde confirmó a 50 adolescentes”.
González
relata que en el camino de regreso a Sacramento, su auto se detuvo en la
autopista 99, perdiendo potencia y luces. Él y su chófer discutieron quién
empujaría el auto fuera de la autopista. Gallegos decidió que él lo empujaría.
Un auto lo golpeó y lo mató al instante.
“Su
vida terminó como la había pasado la mayor parte: en el camino, en las calles,
llevando las buenas nuevas de Jesucristo a sus hermanos y hermanas”, rememora
el Padre González.
Una figura muy cercana
En
1997, la ciudad de Sacramento erigió un monumento en su memoria. Su causa de
canonización se abrió el 4 de diciembre de 2005, y el Papa Francisco lo declaró
venerable el 8 de julio de 2016.
El
obispo Gallegos está enterrado en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de
Guadalupe en Sacramento, la parroquia donde sirvió como pastor durante varios
años. “A menudo llamado ‘el obispo del barrio’, Gallegos era un verdadero
misionero, un contemplativo en acción que tenía celo por las almas y era un
testigo vivo de Cristo”, escribe el Padre González.
Como
él diría: “Estamos llamados a la santidad, pero debemos alcanzar la santidad”.
El “obispo Al”, como lo llamaron muchos, tenía un profundo deseo de ser santo.
Va en camino.
Jaime
Septién
Fuente:
Aleteia