Modelar
un árbol
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Mi
bonsai está cada día más bonito. Lo cierto es que me está costando sudar sangre
y estudiar de lo lindo, pero está siendo una aventura interesantísima.
Después
de la “poda intensiva” del verano (con la que me cepillé todas las hojas y de
la que sobrevivió de puro milagro), ahora estoy ampliando mis conocimientos
para poder comenzar a modelarlo el próximo año.
Cuando
una lee eso de “modelar” un árbol, se imagina que va a conseguir el arbolito
perfecto, todo ideal y simétrico... fuente de inspiración para cualquier
paisajista que se precie. Lo importante es tener las ideas claras, ¿no?
Visualizar el objetivo, y trabajar en función de eso.
Sí,
claro, en teoría es así. Pero una cosa son las ideas... y otra bien distinta es
la realidad.
La
realidad es que mi pequeño bonsai tiene una rama que no es rama. Es una palmera
horizontal. Es una rama larga, flacucha, y con cuatro hojas apiñadas en la punta.
Solo le faltan los cocos.
Resulta
que he descubierto que puedo cortar, doblar, podar una rama... Puedo modificar
lo que hay, pero, por más que me esfuerce, no puedo hacer nacer una hoja donde
a mí me apetece. Como, por ejemplo, en esa rama desangelada.
Al
principio me deba mucha rabia, hasta que un día el Señor me regaló entender...
¡y ahora solo puedo reírme!
Efectivamente,
por muchos proyectos o estudios, ¡no todo depende de mí! Precisamente esa rama
pobre es la que me ha enseñado que solo el Señor puede hacer nacer lo bueno.
Esa rama pobre ahora es mi favorita, porque ella es la firma del Señor, la
prueba de que, para que funcione, en todo trabajamos los dos.
“Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”, nos dice
Jesús. Creo que la mayor fuente de agobio es pensar que todo depende de uno
mismo, de su trabajo y esfuerzo. Por eso Cristo nos promete que, si hacemos
equipo con Él, ¡nos aliviará!
Confiar
en Jesús no solo permite vivir sin agobio, ¡permite vivir en acción de gracias!
Te aseguro que ahora, celebro el nacimiento de cada hojita nueva como todo un
regalo... porque sé que, por más que haga, es algo que no depende de mí.
Hoy
el reto del amor es contar con Cristo. Te invito a que, en tu oración, pongas
nombre a eso que te pesa en el corazón, y lo pongas en manos de Jesucristo.
Pídele ojos nuevos para verle actuar... ¡y confía! En sus Manos, nada se
desperdicia, incluso las ramas deshojadas encuentran sentido, ¡y se transforman
en mensajeras de su Amor! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Pd:
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¡Feliz
día!
Fuente:
Dominicas de Lerma