Los trucos del Diablo son universales, todos los que rezan se encuentran con ellos, de una manera u otra; consejos para evitar estas trampas y rezar en paz
El
Tentador hace todo lo posible para desviar a la persona de la oración. Es tan
inteligente que a veces es difícil no sucumbir a la tentación. Abramos bien los
ojos y tratemos de reconocer sus mentiras para que no nos dejemos engañar por
él.
Trampa 1: La oración es
inútil
En
efecto, la oración es inútil, si nos quedamos con nuestros criterios habituales
de eficacia. Desde un punto de vista humano, orar es una pérdida de tiempo.
Esta es la gran pregunta que los monjes y
monjas plantean al mundo que los rodea: ¿de qué sirven estos hombres y mujeres
cuyas vidas se consumen en la oración? Estas vidas entregadas parecen ser vidas
desperdiciadas para muchos.
Cometemos
exactamente el mismo error cuando dejamos de orar porque tenemos demasiado
trabajo. Estamos en una lógica de productividad, en lugar de
estar en una lógica de amor.
Si nos mostramos un poco atentos, veremos
que, en nuestras vidas, lo más inútil es también
lo más precioso:
abrazar a un niño, por ejemplo, besar a su mujer o a su marido, o contemplar un
hermoso paisaje.
Por lo tanto, la oración parece ser
radicalmente inútil, pero fundamentalmente indispensable.
Trampa 2: No sabes cómo
rezar
El
Tentador multiplica los argumentos para demostrarme que la oración es demasiado
difícil para nosotros, que es un asunto de especialistas, que debemos ser
entrenados antes de empezar a orar, etc.
Aquí también es verdad: no sabemos orar.
Nuestra oración está llena de
distracciones, infidelidades, búsqueda sutil de nosotros mismos y de otras mil
imperfecciones. ¿Y qué?
Cuando un padre
tiene al bebé en sus brazos y este empieza a gorjear y sonreír, ¿acaso el padre
reposa a su bebé y le dice: “¿Me hablarás cuando puedas hablar?”. ¡Claro que no!
Por el contrario, está todo relajado y
maravillado con estos torpes comienzos. Lo que es cierto para los padres de la
tierra es mucho más cierto para Dios.
Trampa 3: Rezarás cuando
tengas tiempo
Una
cosa es cierta, si esperamos hasta que tengamos tiempo para orar, no oraremos
porque siempre tendremos mil cosas más urgentes que hacer.
Si tenemos la intención de orar hoy, pero no fijamos
una hora específica para ello, nos arriesgamos a ir a la cama por la
noche sin haber encontrado ningún tiempo disponible.
El que ora regularmente no es el que tiene
mucho tiempo libre, sino el que decide dedicarse a la oración. Es una cuestión
de elegir. ¿Cuáles son nuestras prioridades?
¿Queremos poner la oración en el centro de
nuestras vidas, o la consideramos un lujo opcional? Si es imprescindible,
ocupará el primer lugar en nuestra agenda.
Trampa 4: Tu trabajo es tu
oración
El Diablo nos dice al oído: “Si trabajas
con todo tu corazón, ofreciendo tu trabajo al Señor, te dispensa de la oración”.
Es verdad que la oración no es la única
manera de estar en la presencia de Dios, de estar cerca de Él y de servirle. ¡Y
afortunadamente! De lo contrario, significaría que sólo podríamos pasar una
pequeña parte de nuestros días con Dios.
Pero no podemos orar en todo momento si no
oramos en ciertos momentos queriendo hacerlo. Podríamos orar mientras trabajamos si,
todos los días, también oramos sin trabajar.
Por Christine
Ponsard
Fuente:
Aleteia