SANTO DEL DÍA: SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA

Tuvo una gran devoción por la Virgen María, cuyo corazón comparó a la zarza ardiente, que nunca se consumía

Dominio público
Tomás García Martínez nació en Fuenllana (Ciudad Real) después del 21 de noviembre y antes del 18 de diciembre de 1486, en un pueblo donde vivían sus abuelos maternos. Se educó y creció en Villanueva de los Infantes, provincia de Ciudad Real; por eso, se le llamará santo Tomás de Villanueva. 

Queda en pie parte de la casa original, con un escudo en la esquina, al lado de un oratorio de la familia. Siempre se declaró del pueblo donde se crió, de ahí que hoy en día sea el patrón de este lugar. 

Aunque hizo estudios de artes y teología en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá de Henares, ingresó en la Orden de los Agustinos de Salamanca (1516) y en 1518 fue ordenado sacerdote; en esta orden ocupó los cargos de prior conventual, visitador general y prior provincial de Andalucía y Castilla. También fue profesor de la universidad y consejero y confesor de Carlos I de España.

 Gozó de gran fama por su gran austeridad personal (llegó a vender el jergón donde dormía para dar el dinero a los pobres) y por su ejercicio continuo e infatigable de la caridad, especialmente con los huérfanos, con las doncellas pobres y sin dote y con los enfermos. 

Poseía, sin embargo, una concepción inteligente de la piedad, de forma que, aunque era muy limosnero, procuraba solucionar definitiva y estructuralmente la pobreza mediante la redención activa de la misma, dando trabajo a los pobres, y así hacía fructificar sus limosnas; al respecto escribió: «La limosna no sólo es dar, sino sacar de la necesidad al que la padece y librarla de ella cuando fuere posible».

 Aunque Carlos I le ofreció el cargo de arzobispo de Granada, él nunca lo aceptó; se cuenta que llegó a Arzobispo de Valencia el 10 de octubre de 1544 por error de un escribano, pero siguió negándose hasta que se lo ordenó su superior en la Orden; en el momento de su nombramiento se hallaba en el monasterio de Nuestra Señora del Pino, en tierra de Cuéllar. En Valencia, ayudado por su obispo auxiliar Juan Segriá, puso orden en una diócesis que hacía un siglo que no tenía gobierno pastoral directo. Organizó un colegio especial para los moriscos conversos y organizó en especial un plan eficaz de asistencia y auxilio social y de caridad.

 Compuso bellos sermones, entre los que destaca Sermón del amor de Dios, una de las grandes manifestaciones de la oratoria sagrada del XVI. Tuvo, en efecto, una gran fama de predicador, en un estilo sobrio y sencillo. Carlos I, al oírle predicar, exclamó: «Este Monseñor conmueve hasta las piedras», y provocaba sonoras conversiones. 

Tuvo asimismo una gran devoción por la Virgen María, cuyo corazón comparó a la zarza ardiente, que nunca se consumía. Es autor de varios Opúsculos, dentro de los que se incluye el Soliloquio entre Dios y el alma, en torno a la comunión.

 Falleció por una angina de pecho en 1555 a los sesenta y seis años. Fue canonizado el 1 de noviembre de 1658, siendo uno de los tres santos, todos españoles, canonizados durante el pontificado del papa Alejandro VII.

Francisco de Quevedo escribió una biografía suya, Epítome a la historia de la vida ejemplar y gloriosa muerte del bienaventurado fray Tomás de Villanueva.
 La Universidad de Alcalá de Henares le dedicó el primer patio del Colegio Mayor de San Ildefonso, al haber formado parte de la primera promoción de la Universidad, y ser el primer Santo salido de las aulas complutenses.

 Santo Tomás de Villanueva es el Santo patrón de numerosos colegios de la orden agustina. También es patrón principal de la diócesis de Ciudad Real (España). Su festividad, en el calendario católico, se celebra el 10 de octubre.

Fuente: Agustinos