Enseñar a los niños el verdadero contenido de la fiesta en una visión crítica, es parte de una educación responsable
Mientras sigue avanzando una visión secularista y pragmática de la vida, dejando a Dios de lado, crece una gran avidez por lo oculto y lo extraño.
Progresivamente nos encontramos con una mayor superstición y credulidad en antiguos mitos paganos... y el imaginario de chicos y grandes parece ser asaltado por toda clase de fuerzas ocultas, fantasmas y hechizos.
Sin la fe en Dios, el ser humano se arrastra hacia la necesidad de protegerse de fuerzas extrañas que no puede dominar, llenándose de miedo y buscando solución en ese mismo mundo lleno de espíritus, fantasmas y "energías".
Como cristianos, profesamos que solo Jesucristo nos libera de la muerte y de toda forma de mal. Solo Él es la luz que brilla en la oscuridad de los largos inviernos espirituales del hombre. Solo El le da sentido al sufrimiento con su Cruz. Solo El es vencedor sobre el horror y la muerte. Solo Dios basta para quién ha recibido la gracia y vive como discípulo de Cristo.
Seguir a Jesús, y celebrar los santos en la víspera del 1 de noviembre, es celebrar la vida, la victoria del amor sobre el odio, la victoria de la vida sobre la muerte, la victoria de Jesucristo que es nuestra, porque estamos unidos a él.
No creo que haya recetas para desafíos de este tipo, pero lo que se puede pedir a cualquier cristiano es un mínimo de discernimiento y responsabilidad frente al consumo de fenómenos que si en sí mismos pueden parecer inofensivos, abren la puerta a no pocos peligros y tergiversaciones del sentido de la vida y de la muerte, del sentido de la diversión y de la fiesta. Enseñarle a los niños el verdadero contenido de la fiesta en una visión crítica, es parte de una educación responsable.
Miguel Ángel Pastorino
Fuente: Real iglesia Parroquial de san Ginés
Fuente: Real iglesia Parroquial de san Ginés