El
Papa Francisco ha celebrado la mañana de este 20 de octubre la misa del día
mundial de las misiones en la Plaza de San Pedro. Subrayó que “El testigo de
Jesús va al encuentro de todos, no sólo de los suyos”
2019.10.20 Santa Misa. Día Mundial de las misiones |
El
Papa Francisco desarrolla la homilía en torno a tres palabras presentes en las
lecturas: un sustantivo, un verbo y un adjetivo: monte, subir y todos.
El monte
Para
el Papa Francisco, el sustantivo es el monte: “Es el lugar donde a Dios le
gusta dar cita a toda la humanidad. Es el lugar del encuentro con nosotros,
como muestra la Biblia, desde el Sinaí pasando por el Carmelo, hasta llegar a
Jesús, que proclamó las Bienaventuranzas en la montaña, se transfiguró en el
monte Tabor, dio su vida en el Calvario y ascendió al cielo desde el monte de
los Olivos. El monte, lugar de grandes encuentros entre Dios y el hombre, es
también el sitio donde Jesús pasa horas y horas en oración (cf. Mc 6,46),
uniendo la tierra y el cielo; a nosotros, sus hermanos, con el Padre”.
El
Papa se pregunta ¿Qué significado tiene para nosotros el monte? El monte es un
lugar donde tomamos distancia, para acercarnos a Dios y a los demás: el
silencio, la oración nos acercan a Dios, pero nos distancian de las
habladurías. Igual con los demás: “El monte nos recuerda que los hermanos y las
hermanas no se seleccionan, sino que se abrazan, con la mirada y, sobre todo,
con la vida. El monte une a Dios y a los hermanos en un único abrazo, el de la
oración”.
Para
Francisco, “La misión comienza en el monte: allí se descubre lo que cuenta. En
el corazón de este mes misionero, preguntémonos: ¿Qué es lo que cuenta para mí
en la vida? ¿Cuáles son las cumbres que deseo alcanzar?”
Subir
El
Papa cita al profeta Isaías cuando nos anima: «Vengan, subamos al
monte del Señor» (2,3), y continúa: “No hemos nacido para estar en la tierra,
para contentarnos con cosas llanas, hemos nacido para alcanzar las alturas,
para encontrar a Dios y a los hermanos. Pero para esto se necesita subir: se
necesita dejar una vida horizontal, luchar contra la fuerza de gravedad del
egoísmo, realizar un éxodo del propio yo. Subir, por tanto, cuesta trabajo,
pero es el único modo para ver todo mejor, como cuando se va a la montaña y
sólo en la cima se vislumbra el panorama más hermoso y se comprende que no se
podía conquistar sino avanzando por aquel sendero siempre en subida”.
La
acción de subir está acompañada por un elemento no siempre evidente: “no se
puede subir bien si se está cargado de cosas”. Por tanto, el secreto de la
misión es la renuncia: “para anunciar se necesita renunciar”.
E insiste: “una vida de servicio, que sabe renunciar a muchas cosas materiales
que empequeñecen el corazón, nos hacen indiferentes y nos encierran en nosotros
mismos”.
El
Papa luego cuestiona a su auditorio: “¿Cómo es mi subida? ¿Sé renunciar a los
equipajes pesados e inútiles de la mundanidad para subir al monte del Señor?”
Todos
El
Papa recuerda a San Pablo: Dios quiere «que todos los hombres se
salven», escribe (1 Tm 2,4). Luego insiste: “El Señor es obstinado al
repetir este todos. Sabe que nosotros somos testarudos al repetir “mío” y
“nuestro”: mis cosas, nuestra gente, nuestra comunidad…, y Él no se cansa de
repetir: “todos”. Todos, porque ninguno está excluido de su corazón, de su
salvación…”
Seguidamente
subraya: “Esta es la misión: subir al monte a rezar por todos y bajar del monte
para hacerse don a todos”.
Estar siempre en salida
Subir
y bajar: el cristiano, por tanto, está siempre en movimiento, en salida, afirma
el Papa. A esto añade: “El testigo de Jesús jamás busca ser destinatario de un
reconocimiento de los demás, sino que es él quien debe dar amor al que no
conoce al Señor”.
Instrucciones para ir al
encuentro de todos
Para
el Papa Francisco hay una sola: “Una sola, muy sencilla: hagan discípulos.
Pero, atención: discípulos suyos, no nuestros. La Iglesia anuncia bien
sólo si vive como discípula. Y el discípulo sigue cada día al Maestro y
comparte con los demás la alegría del discipulado. No conquistando, obligando,
haciendo prosélitos, sino testimoniando, poniéndose en el mismo nivel,
discípulos con los discípulos”.
El
Papa finalizó la homilía diciendo: “Estamos aquí para testimoniar, bendecir,
consolar, levantar, transmitir la belleza de Jesús. Ánimo, ¡Él espera mucho de
ti! El Señor tiene una especie de ansiedad por aquellos que aún no saben que
son hijos amados del Padre, hermanos por los que ha dado la vida y el Espíritu
Santo. ¿Quieres calmar la ansiedad de Jesús? Ve con amor hacia todos, porque tu
vida es una misión preciosa: no es un peso que soportar, sino un don para
ofrecer. Ánimo, sin miedo, ¡vayamos al encuentro de todos!”
Manuel
Cubías – Ciudad del Vaticano