La
Iglesia española se ha propuesto recuperar la centralidad del domingo, que es
«clave en la identidad cristiana», según recoge el Plan Pastoral de la
Conferencia Episcopal
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Foto: María Pazos Carretero |
Del descenso de la asistencia a la Eucaristía
dominical se derivan otros aspectos antropológicos y sociales, que diluyen la
importancia del domingo como día de descanso, día de la familia o día de la
caridad.
La
asistencia a la Eucaristía dominical sigue cayendo, según el CIS: solo un 9 %
de la población española va a Misa los domingos o varias veces a la semana. Un
porcentaje que se acerca al 14 % si el límite se pone en dos o tres veces al
mes.
Pero
la crisis de la Eucaristía dominical, central en la vida cristiana, no solo
tiene que ver con la práctica sacramental, sino también con aspectos
antropológicos que de ella se derivan, que la Iglesia ha ido proponiendo a lo
largo de los siglos y que han supuesto auténticas conquistas sociales. Así lo
ponía de manifiesto el Papa san Juan Pablo II en su carta apostólica Dies
Domini, donde recalcaba que el domingo es el día del Señor, pero también un día
para el descanso, la familia, la caridad… Dimensiones que, en mayor medida hoy
que entones, están en crisis.
La
Conferencia Episcopal Española (CEE) tiene entre los objetivos de su plan
pastoral para este año «proponer y fortalecer la celebración del domingo, eje y
clave en la identidad cristiana, como día de descanso, día del Señor y día de
la familia». Las distintas comisiones han ido trabajando, desde su
especificidad, la revitalización del domingo. Lo hicieron el pasado mes de
septiembre los encargados de la Pastoral de Santuarios y Piedad Popular y hace
una semana los delegados de Liturgia.
«La
crisis del domingo –explica Juan Luis Martín Barrios, director de los
secretariados de Pastoral y de Catequesis de la CEE– es la crisis del hombre
contemporáneo». Se refiere a que el hombre cada vez tiene menos tiempo para
descansar, para disfrutar de la vida y eso redunda «en enfermedades, rupturas
familiares…»; dedica menos tiempo a la familia, fundamentalmente a los abuelos,
mientras que el matrimonio tiene menos espacios de encuentro íntimos; y también
a la Eucaristía. Sobre esto último, añade: «Si la Palabra de Dios no ilumina
nuestra conciencia, ¿quién lo hará? ¿La televisión? ¿La ideología? ¿El
dinero?».
Domingos
«vibrantes»
Según
Luis García Gutiérrez, director del Secretariado de Liturgia de la CEE, el
domingo se ha diluido en el fin de semana con numerosos planes y actividades. Y
añade que los cristianos que participan en la Eucaristía incluso han olvidado
los otros aspectos más antropológicos y que forman parte de la identidad
cristiana.
William
E. Simon Jr. es un empresario y expolítico estadounidense que ha fundado una
organización sin ánimo de lucro que apoya a sacerdotes y parroquias de modo que
se conviertan en comunidades llenas de vida, lo que él define como «vibrantes».
En 2016 publicó un libro –editado en España por la BAC, la editorial de la CEE,
con el título Grandes parroquias católicas– en el que muestra una serie de
prácticas pastorales que revitalizan las parroquias después de estudiar 244
casos de éxito en Norteamérica y en Él dedica dos capítulos al tema que nos
ocupa y que titula así: «Las grandes parroquias brillan los domingos».
Como Luis García, Simon constata que, hasta hace no mucho, «el domingo era considerado un día de descanso en el mundo occidental. Pero ahora, el domingo, la Iglesia y el descanso se encuentran en competición como muchas otras prioridades». Y se pregunta: «¿Qué pueden hacer las parroquias para abrirse paso a través de la hiperactividad y poner la Misa por encima de las muchas opciones que compiten con ella los domingos por la mañana?».
Otro
de los desafíos que William Simon pone encima de la mesa es la secularización,
que exige a las parroquias salir de ellas mismas para llamar el interés de los
feligreses con eventos y temas que les sirvan de apoyo para su vida diaria. Se
trata de responder a necesidades reales. Explica que hay parroquias de Estados
Unidos que ofrecen cuidadoras para que los matrimonios jóvenes con dificultades
económicas puedan salir una noche u otras que han creado una serie de homilías
sobre el trabajo, la familia y cuestiones sociales.
«Hay
que inventar», afirma Juan Carlos García Domene, director del Instituto
Teológico San Fulgencio de la diócesis de Cartagena y que participó en la
jornada de responsables de liturgia con una ponencia sobre Los otros domingos.
En realidad, lo que él llama «religiones de sustitución» –conciertos,
actividades, planes…– no son un problema, sino más bien una oportunidad. «Así,
la Iglesia, la comunidad parroquial, tiene que ofrecer a la gente domingos
alternativos, con la Eucaristía y también otras actividades que no sean ir al
centro comercial y consumir», apunta.
En
este sentido, cree que la belleza, el arte o la música son vías válidas para
acercarse al hombre de hoy. También la solidaridad. «Son los caminos que nos
quedan para hacer de este día un tiempo para recobrar el sentido y la
identidad», añade. Del mismo modo, recalca la importancia de acoger a la gente
en la comunidad parroquial, de que se sienta querida y no juzgada. «No podemos
acercarnos a ellos para echarles la bronca porque no vienen a la Misa del
domingo», completa.
Coincide
Juan Luis Martín Barrios cuando afirma que el sacerdote tiene que estar atento
a las necesidades de la comunidad. Y eso se hace cuidando las celebraciones,
preparando bien la homilía –«es el pan de la Palabra para mucha gente»– o
dedicando una especial atención a ceremonias concretas como los bautizos y los
funerales.
«Hace
unos meses –narra– tuve un funeral de una familia no especialmente cercana a la
Iglesia. Al fallecido ya lo había visitado en el hospital. Entonces no pedían
los sacramentos, pero yo le propuse la Unción de Enfermos. Como sacerdote era
lo que le podría ofrecer, un sacramento que fortalece en la debilidad. Uno de
los hijos no lo aguantó y se salió. Al poco tiempo, falleció. Tuvimos el
funeral y pude hacer una homilía cercana sobre qué aporta la fe en momentos
así. Pasó un mes y aquel hombre que se salió durante la Unción me dijo que
quería tomarse un café conmigo. Me dio las gracias y desde entonces viene a la
Eucaristía dominical de vez en cuando».
William
Simon pone el énfasis en la acogida y la hospitalidad. De hecho, cree que las
parroquias deberían un equipo y una estructura –también un pequeño presupuesto–
que se dedique a ello. Una hospitalidad que engloba el antes de la celebración,
el después –«darle a la gente razones para que se queden y conecten después de
la Misa»– y la presencia de la parroquia en internet y las nuevas tecnologías.
Junto a esto, no pierde de vista otros aspectos fundamentales: cuidar las
necesidades de los niños de la comunidad, la presencia del párroco en los
momentos importantes, las homilías o la música.
Fran
Otero