El
hilo conductor de la homilía fueron las exigencias del seguimiento de Jesús
El Santo Padre celebra la Misa en Antananarivo |
El
Señor quiere liberarnos de una de las peores esclavitudes “el vivir para sí”.
Hay que mirar a nuestro alrededor, “a los muchos hombres y mujeres, jóvenes y
niños que sufren y están totalmente privados de todo”: “esto no pertenece al
plan de Dios”, dijo el Pontífice en la Santa Misa.
La
homilía pronunciada por Francisco en Madagascar, en la mañana del domingo 8 de
setiembre, marcó la urgencia de aceptar la invitación de Jesús a dejar que el
espíritu de hermandad triunfe en este mundo, “para que cada uno pueda sentirse
amado, comprendido, aceptado y valorado en su dignidad”. El hilo conductor de
la homilía fueron las exigencias del seguimiento de Jesús. Una tarea “no
fácil”, dijo el Papa, pero que “tiene sentido a la luz del gozo y la fiesta del
encuentro con Jesucristo”.
El amor de Jesús es para
todos, no caer en la tentación del favoritismo
La
primera exigencia es la de mirar nuestros vínculos familiares. Jesús nos dice:
«cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de conmoverse con su
vida y con su situación, más allá de su proveniencia familiar, cultural,
social, no puede ser mi discípulo»”. En esta línea el Santo Padre realizó una
advertencia:
“Cuando
‘el parentesco’ se vuelve la clave decisiva y determinante de todo lo que es
justo y bueno se termina por justificar y hasta ‘consagrar’ ciertas prácticas
que desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión —favoritismos,
amiguismos y, por tanto, corrupción”.
El
amor y la entrega de Jesús, en cambio, “son una oferta gratuita por todos y
para todos”.
No instrumentalizar el
nombre de Dios, construir historia en fraternidad y solidaridad
La
segunda exigencia del Maestro anima a “no manipular el Evangelio con tristes
reduccionismos”: hay que adoptar “el diálogo como camino, la colaboración como
conducta, el conocimiento recíproco como método y criterio”. El Papa señaló que
esta exigencia muestra lo difícil seguimiento del Señor “cuando se quiere
identificar el Reino de los Cielos con los propios intereses personales o con
la fascinación por alguna ideología, que termina por instrumentalizar el nombre
de Dios o la religión para justificar actos de violencia, segregación e incluso
homicidio, exilio, terrorismo y marginación”.
Recuperar la memoria:
nuestra vida y capacidades son un regalo
Por
último, Francisco constató cuán difícil puede resultar “compartir la vida nueva
que el Señor nos regala, cuando continuamente somos impulsados a justificarnos
a nosotros mismos, creyendo que todo proviene exclusivamente de nuestras
fuerzas y de aquello que poseemos”. Por eso la tercera exigencia del Maestro es
una invitación a “recuperar la memoria agradecida y a reconocer que, más bien
que una victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades son fruto de un
regalo”.
Cuando se vive para sí, ya
no se goza de la dulce alegría del amor de Dios
Las
descriptas por el Papa son exigencias con las que el Señor quiere “liberarnos”
de una de las peores esclavitudes: “el vivir para sí”, pues, si nos encerramos
en nuestros propios mundos, se termina dejando “poco espacio para los demás”. Y
así, “ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza
la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien”.
Y
porque ese no es el deseo de Dios para nosotros, el Papa exhortó a mirar
nuestro entorno, a los muchos hombres y mujeres, jóvenes y niños que sufren y
están totalmente privados de todo: “esto no pertenece al plan de Dios”,
aseguró.
Desprendimiento personal,
base para la justicia
De
ahí que sea “urgente”, según el Santo Padre, acoger la invitación de Jesús a
que “triunfe el espíritu de hermandad”, para que “cada uno pueda sentirse
amado, porque es comprendido, aceptado y valorado en su dignidad”. Francisco
animó a atreverse a dar “ese salto cualitativo”, y a adoptar “la sabiduría del
desprendimiento personal, como la base para la justicia y para la vida de cada
uno de nosotros”.
“Juntos
podemos darle batalla a todas esas idolatrías que llevan a poner el centro de
nuestra atención en las seguridades engañosas del poder, de la carrera y del
dinero y en la búsqueda patológica de glorias humanas”.
Las
exigencias que indica Jesús dejan de ser pesantes – finalizó el Papa – cuando
comenzamos a gustar la alegría de la vida nueva que él mismo nos propone: la
alegría que nace de saber que Él es el primero en salir a buscarnos al cruce de
caminos, también cuando estábamos perdidos como aquella oveja o ese hijo
pródigo.
Griselda
Mutual
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