EL TIEMPO Y EL MOMENTO
II. Realizar con plena
atención las tareas que tenemos entre manos.
III. Evitar preocupaciones
inútiles.
“Una vez que Jesús
estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: -«¿Quién dice
la gente que soy yo?» Ellos contestaron: -«Unos que Juan el Bautista, otros que
Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les
preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo:
-«El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y
añadió: -«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los
ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer
día»” (Lucas 9,18-22).
I. La Sagrada Escritura
nos enseña, en una de las lecturas para la misa de hoy, que todo tiene su
tiempo y su momento. Las circunstancias y acontecimientos de la vida forman
parte de un plan divino.
Pero
hay veces que el hombre no acierta a comprender ese querer de Dios sobre sus
criaturas y no encuentra el momento oportuno para cada cosa; con frecuencia los
hombres ponen su interés lejos de la labor que tienen entre manos. Perder el
tiempo es dedicarlo a otras tareas, quizá humanamente interesantes y productivas,
pero distintas de las que Dios esperaba que atendiéramos en ese momento
preciso.
Ganar
el tiempo, en cambio, es hacer lo que Dios quiere que llevemos a cabo: vivir el
momento presente que es el que debemos santificar. Del pasado sólo debemos
sacar motivos de contrición por lo que hicimos mal, de acciones de gracias por
todo el bien que recibimos, y experiencia para hacer con más perfección
nuestras tareas.
Los
sucesos del futuro no nos deben preocupar demasiado, pues todavía no tenemos la
gracia de Dios para enfrentarlo.
II. Para aprovechar el
tiempo presente, como nos aconseja San Pablo, necesitaremos someternos a un
orden en nuestros quehaceres y cumplirlo. Vencer la pereza y ser laboriosos es
aprovechar el tiempo, que no sólo es oro, sino gloria de Dios.
Perezoso
no es solamente el que no hace nada, sino también el que hace muchas cosas,
pero rehúsa llevar a cabo su obligación concreta y escoge sus ocupaciones según
el capricho del momento. El perezoso es amigo de los “comienzos”, pero no pone
las “últimas piedras”.
Vivir
el hodie et nunc, el hoy y ahora, nos llevará a estar atentos a lo que hacemos,
convencidos que es una ofrenda al Señor, como si fuera la última obra que le
ofrecemos.
III.
El Señor nos invitó a vivir con serenidad e intensidad cada jornada, eliminando
preocupaciones inútiles por lo que ocurrió ayer y por lo que puede suceder
mañana: No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio;
a cada día le basta su propio afán.
Un
buen consejo para vivir cara a Dios es que hemos de trabajar en esta tierra
como si fuésemos a vivir siempre en ella, a la vez que trabajamos para la
eternidad como si fuéramos a morir esta misma tarde. Es precisamente esta tarea
del momento presente la que nos lleva al Cielo.
Ahora
es tiempo de edificar. Pidamos a Nuestra Madre que nos ayude a tener siempre
presente el Cielo.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org