LOS PRIMEROS PUESTOS
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Dominio público |
II. Humildad es reconocer
nuestra poca cosa, nuestra nada, y a la vez sabernos “portadores de esencias
divinas de un valor inestimable”.
III. De la humildad se derivan
incontables bienes, atrae sobre sí el amor de Dios y el aprecio de los demás.
«Y sucedió que al entrar él un sábado a comer en
casa de uno de los principales fariseos ellos le estaban observando. Y proponía
a los in vitados una parábola al notar cómo iba eligiendo los primeros puestos,
diciéndoles: Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el
primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por
él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: cede el sitio a éste;
y entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar.
Al
contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar para que
cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces
quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza
será humillado; y el que se humilla será ensalzado. Decía también al que le
había invitado: Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni o tus
hermanos, ni o tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te
devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un
banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos, y a ciegos; y serás
bienaventurado, porque no tienen para corresponderte; se te recompensará en la
resurrección de los justos.» (Lucas
14,1.7-14)
I.
El Evangelio (Lucas 14, 1; 7-11) de hoy nos habla de la virtud de la humildad
como fundamento de todas las demás, y Jesús aprovecha cualquier circunstancia
para ponerlo de relieve. La verdadera humildad no se opone al legítimo deseo de
progreso personal en la vida social, de gozar del necesario prestigio
profesional, de recibir el honor y la honra que a cada persona le son debidos.
Todo
esto es compatible con una honda humildad; pero quien es humilde no gusta de
exhibirse. Sabe que en el puesto que ocupa no está para lucir y ser considerado,
sino para cumplir una misión cara a Dios y en servicio de los demás. Nada tiene
que ver esta virtud con la timidez, la pusilanimidad o la mediocridad.
La
humildad nos lleva a tener plena conciencia de los talentos que el Señor nos ha
dado para hacerlos rendir con corazón recto, y a dirigir hacia Dios los deseos
de gloria que se esconden en todo corazón humano.
II.
Para crecer en la virtud de la humildad es necesario que, junto al
reconocimiento de nuestra nada, sepamos mirar y admirar los dones que el Señor
nos regala, los talentos de los que espera el fruto. Iremos por el mundo con
esa altísima dignidad de ser “instrumentos de Dios para que Él actúe.
Humildad
es reconocer nuestra poca cosa, nuestra nada, y a la vez sabernos “portadores
de esencias divinas de un valor inestimable”. Esta visión real, nos lleva al
agradecimiento continuo, a las mayores audacias espirituales porque nos
apoyamos en el Señor, a mirar a los demás con todo respeto y a no mendigar
pobres alabanzas y admiraciones humanas que tan poco valen y tan poco duran.
Para
aprender a caminar en este sendero de la humildad hemos de saber aceptar las
humillaciones externas que seguramente encontraremos y acudir al Sagrario;
aprender a rectificar cuando nos hemos equivocado; tener sinceridad plena con
nosotros mismos; ser dóciles en la dirección espiritual; reprimir la tendencia
a decir la última palabra y no considerarnos imprescindibles.
III. “La verdadera humildad procura no dar aparentes
muestras de serlo, ni gasta muchas palabras en proclamarlo” (SAN FRANCISCO DE
SALES, Introducción a la vida devota). Está llena de sencillez, y sale de lo
más profundo del corazón, porque es ante todo una actitud ante Dios.
De
la humildad se derivan incontables bienes, atrae sobre sí el amor de Dios y el
aprecio de los demás, y se apoya constantemente en la bondad y en la
omnipotencia de Dios: cuando me siento débil, entonces soy fuerte (2 Corintios
12, 10). La Virgen nos ayudará a progresar en esta virtud y amarla como un don
precioso.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org