"Mi
bautismo, confirmación y primera comunión, fueron experiencias profundas de
gozo y paz en la presencia y alegría compartida de toda mi familia y muchos
otros"
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Bautismo de Len Rochford
a los 71 años,
rodeado de sus hijo y
nietos
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Len Rochford, casado y con 4 hijos, es un
ingeniero retirado que se ha bautizado con 71 años, después de reflexionar
muchos años sobre la fe, hacerse preguntas, leer sobre religiones y
acompañar a amigos y seres queridos que enfermaban.
Ha escrito su testimonio,
“veraz y con humildad, con la ayuda de Dios, con la esperanza de que ayude a
otros en sus dificultades”. Lo publicó en julio el Melbourne
Catholic Magazine.
“Como ingeniero siempre intenté tomar
decisiones racionales basadas en la observación cuidadosa y en la evidencia
física. ¿Cómo es que llegué a creer en Dios a la edad de 71 años?”,
plantea.
Hay
una Inteligencia creadora pero ¿quién es?
“Desde muchacho me maravillaba con los
átomos, las estrellas, la tierra, los árboles, nosotros mismos, la luz y la
magnífica puesta de sol. ¿Cómo llegaron a ser estos milagros complejos y
hermosos? No por accidente ni desde la nada. Alguna inteligencia, que muchos
llaman Dios, los había creado, y por algún propósito. ¿Pero qué Dios era,
si es que lo era, el que lo hizo?”
“Yo sólo tenía unas vagas creencias
religiosas y morales hasta que me casé con mi esposa católica. Hice voto
de ayudarla a criar a nuestros hijos como católicos y acudí a la iglesia con
ellos, básicamente a bautismos, confirmaciones, navidades y pascuas".
El
cristianismo tiene bastante sentido si piensas
"Leí y pensé sobre las religiones
del mundo, descubriendo lentamente que el cristianismo tiene bastante sentido
para una persona que piense. El Dios cristiano demostró que nos amaba
descendiendo a explicarse y sacrificándose en la Cruz. Y pide obediencia
sólo a unas pocas reglas sensatas y breves: amarle a Él, amarte a ti mismo
mejorando y dejando que Él te haga la persona justa y fiel que Él desea, y
amar a otros, ayudándoles a hacer lo mismo”.
¿Intentar
ser mejor sin Dios?
“Acudí a misa con regularidad –sin
comulgar-, estudié la Escritura y libros cristianos y recé. Me decidí a superar
mis fallos y a mejorar ante los ojos de Dios. Pero fallé. Lo intenté más
fuerte, hice promesas a Dios, regateé con Él y fallé 20 años. Al final,
tuve que admitir que no podía hacerlo, y me rendí a la Misericordia de Dios, a
que hiciera conmigo lo que quisiera. Es algo que asusta, pero con un resultado
maravilloso: mis esfuerzos empezaron a tener éxito, el miedo al fracaso se
convirtió en esperanza de éxito y sobre eso creció la fuerza para perseverar”.
Ante
el dolor, paz y aceptación
“Varios incidentes al final cimentaron mi
conversión. El primero fue la lucha de mi padre con la demencia y con problemas
psiquiátricos. Enfadado, yo exigía a Dios que explicara por qué un viejo
frágil debe sufrir, y en mi mente vino el pensamiento de la Paz de Dios que sobrepasa todo
entendimiento (Filipenses 4,7). Pasé a tener más paz y aceptación.
Y también mi padre.
‘Coincidencia’, decidió el ingeniero
racional basado en la lógica. Pero esta aceptación después me ayudó a superar
mi increencia de ingeniero en la transustanciación del pan en carne, a aceptar
que mi papel no era entender todas las cosas sino tomar la Comunión con buena
fe como Él pedía”, explica, remitiéndose al discurso del Pan de Vida (“yo
soy el Pan de vida, quien coma de este pan no morirá”; Juan 6,48-58).
Abandonar
el individualismo
Len se apuntó al curso de iniciación
cristiana para adultos. Él había sido siempre un buscador individualista, que
examinaba las cosas por su cuenta. Ahora, por primera vez, exploraba la fe
acompañado de otras personas, que dedicaban “tiempo, esfuerzo, cuidado y
veteranía” para acompañar con calor. “Aprendí qué cosa tan insidiosa es el
orgullo”, dice.
“Una
noche llegó un amigo con una caja de piedrecitas y me pidió escoger una, a
ver qué salía. Lo hice. Grabada por debajo tenía la palabra ‘paz’. Ahora ya
había recibido ese mensaje dos veces. ‘Otra coincidencia’, decidió el ingeniero
racional basado en la evidencia”.
Un
mensaje claro de Dios
“Meses después la piedrecita me ayudó
a enfrentarme a una enfermedad grave. Decidí guardarla en una cajita por si
la enfermedad volvía. Instantáneamente una orden poderosa resonó en mi cabeza.
Esta vez no era un pensamiento abstracto sino palabras explícitas, ardiendo en
mi cerebro: ‘Yo no te envié
ese mensaje para que lo escondas en una caja. Compártelo’.”
“Después de haber pedido evidencias
durante años, el ingeniero racional, basado en la evidencia, quedó aturdido y
en silencio. Yo no puedo sino describir lo que pasó, y ustedes tendrán
que llegar a sus propias conclusiones al respecto, como yo hice. Dos días
después, nervioso, testigo novato de Dios, le di la piedrecita a un viejo amigo
que se moría lentamente de una terrible enfermedad. Sonrió y me abrazó y me dio
gracias, y me dijo que la atesoraría siempre. Meses después, la noticia de su
muerte llegó mientras yo escribía estas líneas”.
La
Confesión: el pecado se va
Al acercarse mi primera Confesión en la
vida, los pecados acumulados de 71 años pesaban sobre mí. Recé fuerte para que
Dios me ayudara a prepararme. Lo hizo: la confesión fue un reto pero me
reafirmó. A la mañana siguiente desperté sintiendo que una parte vital de mi
faltaba, estaba lejos.
Eran mis fallos. Sentía que con esfuerzo
podía acceder a ellos, pero que hacerlo causaría una profunda tristeza a Dios,
que me amaba. Los fallos, desde entonces, se han alejado más, más allá del
deseo, aunque no más allá de la memoria o la vigilancia. Ya no me siento
incompleto, sino entero”.
“Mi bautismo, confirmación y primera
comunión, fueron experiencias profundas de gozo y paz en la presencia y alegría
compartida de toda mi familia y muchos otros. Después de tantos años de
esfuerzo, ¿por qué me sentía indigno de sus felicitaciones? Me llegó la
respuesta, y fue la mayor lección que he recibido: el esfuerzo no era mérito
mío ni el éxito era mío. Pertenecían a Dios, que me había perseguido con amor,
silenciosa pero incansablemente, durante 71 años. Como nos persigue a cada uno
de nosotros. Solo necesitamos escucharle”.
Fuente:
ReL