El Cardenal
Angelo Bagnasco, Arzobispo de Génova (Italia), reflexionó sobre el hecho que a
veces los cristianos son considerados como “peligrosos” en la sociedad
Foto referencial. Crédito: Pixabay |
El también
expresidente de la Conferencia Episcopal Italiana hizo esta reflexión durante
la homilía de la Misa que presidió en la Catedral de
Génova el sábado 10 de agosto por el día de San Lorenzo, patrono de
la ciudad.
En los tiempos
del diácono mártir San Lorenzo, quemado en una
parrilla sobre una hoguera por orden de un alcalde pagano en la Roma del siglo III,
“la opinión común consideraba a los seguidores de Cristo como extraños
y peligrosos para la unidad política del imperio”.
Esto sucedía
porque “en su modo de pensar y vivir había algo que era lejano al pensamiento
común y por eso parecían ser divisivos y no confiables, peligrosos”.
Al respecto el
Cardenal indicó que “son evidentes las similitudes con nuestro tiempo” ya que
“a veces los cristianos son considerados peligrosos porque no están
suficientemente alineados con el pensamiento difundido y parece que
son semilla de discordia social, además de incompatibles con la democracia
porque a veces expresan –como todos los hacen– sus propias ideas que no siempre
están de acuerdo con otras. ¿Y entonces?”.
El Cardenal
dijo que ante esta realidad es importante recordar las palabras de Cristo:
“Quien ama su propia vida la perderá y el que la odie en este mundo la
conservará para la vida eterna”.
Estas palabras
“nos abren el horizonte y nos dan la respuesta justa: también nosotros, como el
diácono Lorenzo, estamos llamados a participar en la vida pública y a
responder a los asuntos de nuestros tiempos”.
“A veces
encontramos incomprensión, poca disponibilidad, arrogancia, pero ante ello
tenemos la responsabilidad de estar en el mundo y servirlo con amor. Sin entrar
en cada asunto que nos interpela y que desafía a la sociedad, la pregunta de
fondo es esta: si como San Lorenzo somos nosotros verdaderamente libres”.
Con San
Lorenzo, los romanos del siglo III “se encontraron ante una libertad interior
que no se veía en otros: desconocida porque no estaba armada y no era arrogante
sino calmada y firme. ¿De dónde provenía esta libertad humilde y soberana? ¿De
dónde puede surgir para nosotros? De la fe en la eternidad”.
“Si esta es la
meta bella del camino terrenal, entonces cualquier cosa incluso la misma vida,
adquiere el valor que tiene, nada más ni nada menos. Todas los alegrías y
dolores, esperanzas y desilusiones, se revelan ante la eternidad como demasiado
poco para el pequeño corazón humano que está hecho para el infinito”.
El Arzobispo
precisó que “todo tiene valor pero debe ser reconocido en su verdad: por esto
la fe habla de los bienes terrenales siempre en relación con los bienes
eternos. Y por eso debemos restituir a Dios su primado: Él no tiene
necesidad de eso pero nosotros sí para poder vivir en la verdad”.
“Por todo esto
Lorenzo es un hombre libre y por esto el mundo está fastidiado: porque intuye
que la fe es fuente de libertad, pero es solo viviendo en esta libertad que los
discípulos de Jesús aman y sirven al mundo de ayer y de hoy”, concluyó el
Cardenal.
El martirio de San Lorenzo
El alcalde de
Roma, pagano y apegado al dinero, llamó a San Lorenzo y le mandó llevar los
tesoros de la Iglesia para costear una guerra que el emperador iba a empezar.
El diácono, que
colaboraba entonces personalmente con el Papa, juntó a los pobres, lisiados,
mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él
ayudaba. Mandó llamar al alcalde y le dijo que ellos eran el tesoro de la
Iglesia.
El alcalde,
lleno de rabia, lo mandó matar lentamente. Prendieron una parrilla de hierro y
ahí colocaron a San Lorenzo. Los fieles vieron el rostro del mártir rodeado de
un esplendor muy hermoso y sintieron un aroma agradable, algo que los
paganos no pudieron percibir.
Tras un rato de
estarse quemando por un lado en la parrilla, el valiente mártir le dijo al juez
que le dieran la vuelta para quemarse por completo.
POR WALTER
SÁNCHEZ SILVA
Fuente: ACI