Fr.
Justin Chukwunonso Nzekwe es un sacerdote de Nigeria que reside actualmente en
el Colegio Sacerdotal Altomonte y completa sus estudios en la Universidad
Pontificia de la Santa Cruz en Roma
Fr. Justin Chukwunonso Nzekwe: Foto CARF |
«A
Dios sea la gloria por lo que soy y dónde estoy hoy en día. Estudiar en Roma ha
sido una bendición para mí, y agradezco todos estos privilegios de vivir en la
Ciudad Eterna, cerca del Vicario de Cristo. Qué Dios bendiga a la Fundación
CARF por patrocinar mis estudios y asegurar que tenga un futuro mejor. Siempre
rezaré por vosotros».
Fr. Justin cuenta su vocación.
«En el espíritu del documento del Vaticano II, Optatam
Totius, puedo admitir plenamente
que mi familia fue en realidad el primer seminario para mí. Nací y crecí en una
familia muy católica, y pues a eso le debo el éxito del camino que condujo a mi
sacerdocio. Mi madre era un miembro devoto de la Sociedad Bíblica Católica y mi
padre acudía diariamente a misa.
Me
recuerdo estar yendo con mi padre a las misas de la mañana y a la de domingo a
una edad muy temprana. También tengo dos hermanos y seis hermanas que están muy
cerca de Dios. En nuestra familia, rezábamos oraciones matutinas y oraciones
nocturnas juntos todos los días, y nadie se `perdía este encuentro sino tenía
buenas razones.
A una edad muy temprana les comuniqué a mis
padres mi deseo de ser sacerdote por el ejemplo que vi en mi entonces párroco.
Después de considerar mi gran celo por ser sacerdote a esa edad, mis padres
ahorraron algo de dinero de sus escasos recursos y me
enviaron al seminario menor a la edad de diez años. Con tal
decisión, comenzó el largo viaje hacia mi sacerdocio. En el seminario menor,
recibí formación espiritual y académica por tres años en la sección junior y
otros tres años en la sección senior.
Año espiritual
La
segunda etapa de mi formación en el seminario se denominó el “año espiritual”.
Fue uno de los años más significativos en mi proceso de formación. En esta
etapa, profundizamos en nuestros conocimientos académicos, pero sobre
todo, tomamos muy en serio la vida espiritual.
Fue un año de oración intensiva y una decisión
difícil sobre si continuar el camino hacia el sacerdocio. No se nos permitió ir
a casa a menudo en esta etapa, pero fuimos entrenados para pasar horas de
oraciones y adoración con el Señor.
Teníamos 15 minutos de Lectio
Divina cada mañana, durante
los cuales nos iban enseñando cómo leer la Biblia y familiarizarnos con la
Palabra de Dios.
Más
significativo en esta etapa de mi formación fue la “Investidura”. Hay que
considerar que desde los siete años en que me uní al seminario, he estado
usando uniforme escolar y otras prendas regulares. Con la investidura, fuimos
investidos ceremoniosamente con una sotana blanca y una sobrepelliz, y
desde ese día comenzó mi camino en el seminario mayor.
Trabajamos muy duro para lograrlo, y cuando
conseguimos la sotana, comenzamos a aprender a ser sacerdotes: vivir como un
sacerdote, caminar como un sacerdote, hablar como un sacerdote e incluso comer
como un sacerdote. La sotana blanca era simbólica, nos recordaba la naturaleza
de nuestro llamado y lo impecable que debíamos de ser.
Años impactantes
Los años
de seminario mayor fueron impactantes me abrieron la mente, estudié y filosofía
y otras materias seculares en la primera etapa, y teología en la segunda etapa
en el famoso Bigard Memorial Seminary de Enugu,
Nigeria. Fue un momento para equilibrar la alta espiritualidad
que había adquirido a lo largo de los años con una sólida formación académica.
Entré en contacto con mi primera crisis de
vocación seria después de mis años de filosofía, cuando me encargaron un
trabajo pastoral habitual de un año en el seminario diocesano menor, para
enseñar y participar en la formación de seminaristas menores. Quise permitir
que Dios dirigiera mi vida. Creo mucho que mi vida es una vida de gracia. Oré
mucho para experimentar el mejor discernimiento posible.
Soy un amante de la Adoración Eucarística, y
pasé mucho tiempo durante este período con el Señor en la Eucaristía. Le pedía
que se hiciera en mí la voluntad de Dios también a través de la poderosa
intercesión de nuestra Madre María. Pedí a mi familia que rezara por mí.
Durante este tiempo, algunos amigos abandonaron el seminario porque no tenían
vocación y me afectó.
Sin embargo, a través de las oraciones y la
intercesión de la Santísima Virgen María, salí de la crisis más fuerte y
victorioso. Finalmente elegí vivir en la casa del Señor todos los días de mi
vida. Y pasé los últimos cuatro años en el seminario como estudiante de
teología más centrado y resuelto. Estaba decidido y listo para acoger el
sacerdocio sin mirar atrás. Tomé mis estudios seriamente, pero aún más
seriamente tomé mi vida de oración.
Estoy muy agradecido a mis formadores y a mis directores espirituales
que jugaron un gran papel en mi formación en el seminario.
Después
de nuestros estudios en el seminario mayor, los seminaristas fuimos enviados a
diferentes parroquias para realizar labores pastorales según la tradición de mi
diócesis y más tarde, fuimos ordenados diáconos.
El
retiro de una semana antes de mi ordenación diaconal fue grandioso. Fue espiritualmente enriquecedor.
Todavía recuerdo cuánto recé la última noche antes de mi ordenación, y lo
conmovedor que era cuando saludé a mis padres después de que me entregaran al
obispo según la costumbre de nuestra iglesia local.
«Soy un sacerdote de Dios»
Mi vida
nunca se volvió igual después, mi amor por la Iglesia de Dios se hizo más
fuerte, pero más especialmente mi amor por Dios. Mi ordenación sacerdotal
también tomó un proceso similar. Toda la gloria a Dios, finalmente soy un
sacerdote de Dios.
Fui enviado a una parroquia como vicario
parroquial y profesor en la escuela secundaria parroquial, después de mi
ordenación. Desarrollé el pasatiempo de escribir cuando era seminarista, y
también he publicado un par de libros. No dejé de leer, como sacerdote, y mi
amor por la enseñanza también creció.
Trabajé con los jóvenes y con toda la
parroquia en general y la experiencia fue enriquecedora. Dos años y pico después
de mi ordenación, el obispo decidió enviarme a Roma para
continuar mis estudios y poder servir probablemente en el
seminario mayor después de mis estudios. Estoy agradecido por su apoyo y
asistencia, y más agradecido a él por elegirme como beneficiario de este fondo
de becas que actualmente hace posible mis estudios teológicos.
Fuente: CARF