Javier Martínez, joven
de Baza de 33 años e ingeniero de profesión, que ha tomado la decisión de dar
un vuelco a su vida: lo deja todo para dedicarse a ayudar a los demás como
misionero
Y lo hará junto a Patricio Larrosa, en Tegucigalpa, en la misión que este
sacerdote de la diócesis de Guadix tiene emprendida desde hace más de 25 años.
Cambias de manera radical
en tu vida: lo dejas todo y marchas a Honduras como misionero. ¿Por qué?
Me he dado cuenta que el
mundo en el que vivimos es muy distinto al que nos intentan vender. La inmensa
mayoría de la gente pasa hambre, no pueden estudiar, hay muchísimas
desigualdades y cuando viajas a países del tercer mundo y convives con estas
personas te das cuenta de que, a pesar de tanta pobreza, se respira más amor que
en el primer mundo.
Esto no es una decisión solo de ayudar, sino de intentar
ayudar a integrarse sin perder ese amor por los demás. Al fin y al cabo, los
niños no tienen culpa de haber nacido en esos países con tantísimas
desigualdades.
¿Tu paso por Centroamérica
como ingeniero suscitó en ti una vocación misionera?
Por supuesto, vivir entre
familias con escasos recursos me hizo ver el verdadero mundo en el que estamos.
Somos seres humanos llenos de amor, pero que intentan despojarnos de él para
así no tener sentimientos por el resto y que sea más fácil mirar hacia otro
lado.
¿Cómo se toma una decisión
así, dejarlo todo e irse tan lejos? Imagino que no es fácil.
La verdad que no, han sido
muchas horas pensando y dando vueltas. Esto es un estilo de vida: antes
trabajaba por dinero y ahora lo haré por amor. No es fácil de entender, y menos
cuando estamos acostumbrados a que nuestra meta sea tener una casa, dos coches
y una vida en la que no te falte nada material. Pero creo que la clave de la
vida es repartir amor.
Tu familia, tus padres, tus
amigos, ¿cómo ven esta decisión tuya?
Es una decisión muy difícil
para todos, no es fácil de entender, dejarlo todo para irte a ayudar sabiendo
que además es un lugar muy peligroso, pero lo aceptan y me apoyan al 100 %.
Saben que no cualquiera hace esto y más por amor a los más desfavorecidos, por
lo que están muy orgullosos a pesar de todo. Por quien me duele más es por mis
sobrinos, se me parte el corazón saber que no podré verlos tan de continuo...
los amo.
Vas a la misión que tiene
Patricio Larrosa en Tegucigalpa ¿Cómo conociste a Patricio? ¿Qué esperas
encontrar allí?
A Patricio lo conocí
estando en Honduras, cuando intentaba recaudar fondos para arreglar unas
escuelas en la montaña. Contacté con un antiguo profesor mío de religión, Ángel
Bocanegra, para pedirle ayuda a ver si había alguna forma de recaudar fondos de
la Cruz Roja u otro organismo, y entonces él me facilitó el contacto de
Patricio.
Ya conozco la situación que
vive Honduras por lo que no creo sorprenderme cuando llegue. Sí es verdad que
ahora trabajaré mucho más cerca de las zonas más desfavorecidas, lo que me hace
muy feliz el saber que tendré medios y tiempo para dedicarme a ellos
plenamente.
¿Tu labor como misionero en
qué consistirá?
Yo soy de campo, la montaña
me apasiona y por tanto voy para intentar echar una mano en las zonas más
alejadas de la ciudad, haciendo reparto de material escolar con un proyecto ya
existente, Maestro en casa, el cual intenta escolarizar a todos
aquellos que, por sus medios económicos, no pueden.
¿Vas por un tiempo o
piensas que puede ser una decisión para toda la vida?
Esto no lo sé, sólo Dios
sabe... La vida da muchas vueltas y lo que hoy crees que puede ser definitivo
mañana no lo es, por eso aprendí a vivir el día a día repartiendo el máximo
amor y dejando que todo fluya. Sí es verdad que esto de ayudar me apasiona y
más aún el hecho de intentar que las personas cada día sean más buenas,
difundir los valores que hoy en día se están perdiendo por culpa de la envidia,
el egoísmo, etc.
¿Llevarás algo especial en
la maleta?
Me voy el 18 de julio, pero
no llegaré a Honduras hasta mediados de agosto. Ahora me voy a EE. UU. para
comprarme una moto e irme hasta Honduras en ella, ya que esta será mi medio de
transporte principal. Así que esta aventura no puede empezar mejor, realizando
un sueño que tengo desde niño, viajar en moto. Estos últimos días se me están
haciendo bastante difíciles, despedirte de la gente que quieres no es fácil y
más cuando no sabes la fecha de regreso. Lo que me llevo especial es haberme
encontrado con Dios. Después de haber recorrido muchos lugares perdidos y haber
conocido muchísima gente de distintas clases sociales sé que, si todos
repartiésemos más amor, otro mundo habría.
Antonio Gómez/Diócesis de
Guadix
Fuente: Alfa y Omega