“¡Al
amparo del altísimo!”
Hola,
buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Todos
estos domingos, es una gozada cómo la Liturgia nos lleva de la mano para vivir
tantas fiestas grandes del Señor: Ascensión, Pentecostés, Trinidad, etc… Y
todas son para darnos cuenta de que no caminamos solos por la vida: el buen
Dios “está más dentro de nosotros que nosotros mismos”, y nos acompaña en cada
tramo de nuestro camino…
Pues
nosotras también lo celebramos reuniéndonos fraternalmente y compartimos las
comidas, ¡que son una verdadera fiesta!
La
hermana que se encarga del comedor, Sión, nos ha sorprendido este año
preparándonos una carpa espléndida en la huerta, ¡porque estos días, de tanta
solemnidad, como ya hace bueno, comemos en la huerta!
Claro,
que no hace tan bueno como para hacerlo en “el señor merendero”, bajo el nogal
centenario… Así que Sión ha improvisado, al sol, una carpa con varias sábanas
blancas desechadas y las puso, a modo de toldo, sobre los alambres del
tendedero. ¡Qué aspecto tan limpio y agradable...! Después, solo tuvimos que
colocar las mesas y las sillas... ¡también blancas!
Y
en esta “Tienda del Encuentro” improvisada, todo el compartir gozoso de las 15
hermanas, dando y repartiendo alegría y buen humor… Esto a mí siempre me parece
un anticipo (¡y no pequeño!) del Cielo…
Pero
lo que me hizo pensar mucho en la oración fue el poder estar bajo cubierto:
“Al
amparo del Altísimo”, ¡tan blanco y puro, que daba a nuestros rostros una luz
muy clara y luminosa!
¡Todos
habitamos “al amparo del Altísimo, vivimos a la sombra radiante del
Omnipotente”! Además, ¡“nos cubre con sus plumas y bajo sus alas nos refugiamos...!”
Lo
que dice el salmo, se cumple perfectamente en nuestra vida: Estamos protegidos
por la fuerza y la mirada constante de Dios, que no pierde cuidado de lo que
nos sucede, porque, como Buen Padre, vela por nosotros: si caemos, nos levanta;
si recaemos en lo menos bueno, nos conforta; si la vida nos hiere, Él nos cura…
¿Qué más podemos pedir?... ¡Sí, todavía hay más!: Si le buscamos a tientas, Él
nos sale al paso y nos dice: “¡Aquí estoy! ¡Aquí estoy!”
Hoy
el reto del amor es que agradezcas y bendigas a Dios, en un rato de silencio,
porque bajo sus alas te cobija siempre…
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma