Es tiempo de abrir las puertas de nuestros hogares de par en par, para dejar entrar a Dios
La
familia está fracturada, y no es solo por la ideología de género, sino porque
no tenemos raíces profundas de fe. Esta fracturada, porque tenemos volteados
nuestros valores y prioridades, trabajamos sin descanso por una casa, un carro
y unos bienes perecederos, y ponemos nuestro corazón y nuestras metas en esas
cosas pasajeras y superfluas.
La
familia está herida porque no le inculcamos a nuestros hijos el amor a Dios y
al prójimo, porque no aceptamos que nuestros hijos sean personas con defectos y
necesitados de corrección. Porque no toleramos que se les llame la atención, y
nos comportamos como fieras cuando algún profesor los llama al orden.
Estamos
heridos, porque le huimos a la palabra sencillez, porque no aceptamos la
austeridad ni la pobreza, porque creemos que tenemos el derecho de ser
servidos, pero no nos gusta servir. Porque criamos hijos orgullosos y soberbios
al haberles puesto el mundo en bandeja y les robamos la capacidad de aceptar la
frustración y la dificultad.
La
familia está herida porque no sabemos perdonar, porque no sabemos hablar sin
herir al otro, porque le pedimos a los nuestros una perfección que no tenemos.
Porque caímos en la trampa de considerar el matrimonio algo desechable.
La
familia está herida, porque sacamos a Dios de nuestro corazón, porque
relativizamos la verdad, porque nunca hay tiempo para orar, porque
aceptamos la infidelidad, el maltrato verbal y físico, porque humillamos a
nuestra pareja delante de nuestros hijos o nuestros amigos. Porque guardamos
silencio ante el pecado y la maldad.
Definitivamente,
es tiempo de ser mejores familias, es tiempo de reconocer humildemente nuestros
errores, es tiempo de dar lo mejor de nosotros mismos.
Es
tiempo de abrir las puertas de nuestros hogares de par en par, para dejar
entrar a Dios.
Es
tiempo de dedicarle tiempo a nuestros hijos, de decirles aquí estoy, de
enseñarles más que con palabras con obras, que aunque la vida sea dura, siempre
podrán contar con nuestra ayuda. Es tiempo de volver al primer amor, de llenar
las tinajas de vino que se agotaron cuando le dijimos a nuestr@ espos@ que
estaríamos con él (ella) en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la
pobreza.
La
familia no ha sido lastimada tan solo con estas nuevas doctrinas e ideologías
que tanto nos alarman en estas semanas, vez tu o yo como padres, nos hemos
encargado de abrir heridas en eso que decimos amar con toda nuestra alma. Tal
vez, hemos perdido el norte por estar buscando las cosas de abajo y olvidado
las de arriba.
Si,
tal vez, se nos olvidó, que la meta es el cielo.
Dios
nos bendiga y nos ayude a ser mejores familias, lugares donde reine el amor de
Dios. Donde se ame al Señor por encima de todas las cosas… Familias conforme al
corazón de nuestro Creador.
Fuente: Laus
Deo
Alabado sea Dios
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