En
su homilía de la Misa celebrada en Skopie, Macedonia del Norte, el Santo Padre
invitó a que se animen recíprocamente a ponerse de pie y a experimentar la
abundancia del amor del Señor para que Él sacie nuestra hambre
El Papa Francisco celebra la Santa Misa en Skopie, Macedonia del Norte |
“El que viene a mí no tendrá hambre, y el que
cree en mí no tendrá sed jamás”, con estas palabras – proclamada anteriormente
durante la Santa Misa celebrada en Skopie, la ciudad natal de la Madre Teresa,
en Macedonia del Norte – el Santo Padre dio inicio a su homilía cuyo
Evangelio se centró en torno a Jesús y la muchedumbre que aún tenía ante sus
ojos la multiplicación de los panes.
La fiesta de descubrir la
solicitud de Dios para sus hijos
El
Papa afirmó que aquél fue uno de esos momentos que quedaron grabados en los
ojos y en el corazón de la primera comunidad de discípulos. Y añadió – invitando
a los presentes a imaginar a aquella muchedumbre – que se trató de una fiesta,
“la fiesta de descubrir la abundancia y solicitud de Dios para con sus hijos,
hermanados en el partir y compartir el pan”. Imaginemos por unos instantes esa
muchedumbre. Sí, porque como dijo Francisco, esas personas “sedientas y
silenciosas que seguían a Jesús en busca de una palabra fueron capaces de tocar
con sus manos y sentir en sus cuerpos el milagro de la fraternidad, que es
capaz de saciar y hacer abundar”.
El Señor invita a pasar a
un horizonte nuevo
Después
de recordar que el Señor vino para darle vida al mundo y que “lo hace
desafiando la estrechez de nuestros cálculos, la mediocridad de nuestras
expectativas y la superficialidad de nuestros intelectualismos”, el Pontífice
afirmó que Jesús también “cuestiona nuestras miradas y certezas invitándonos a
pasar a un horizonte nuevo que abre espacio a una renovada forma de construir
la realidad”.
Hambre de Dios y hambre de
fraternidad
De
aquella muchedumbre el Obispo de Roma dijo que “descubrió que el hambre de pan
también tenía otros nombres: hambre de Dios, hambre de fraternidad, hambre de
encuentro y de fiesta compartida”. Por esta razón destacó que “nos hemos
acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos
del descrédito, las etiquetas y la descalificación; hemos creído que el
conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y
la insensibilidad; nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y
hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado
de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el
resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la
ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la
realidad”.
Tenemos hambre, Señor
En
una palabra – invitó el Papa – “digámoslo con fuerza y sin miedo: tenemos
hambre, Señor”. “Tenemos hambre, Señor, del pan de tu Palabra capaz de abrir
nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, Señor, de fraternidad para que
la indiferencia, el descrédito, la descalificación no llenen nuestras mesas y
no tomen el primer puesto en nuestro hogar. Tenemos hambre, Señor, de
encuentros donde tu Palabra sea capaz de elevar la esperanza, despertar la
ternura, sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y
conversión”.
Hambre de misericordia
Y
tras proseguir con el hambre que debemos manifestar al Señor de la misericordia
que es “capaz de romper estereotipos y partir y compartir la compasión del
Padre hacia toda persona, especialmente hacia aquellos de los que nadie se
ocupa, que están olvidados o despreciados”, Francisco invitó a decirle con
fuerza y sin miedo al Señor que “tenemos hambre de pan”, del pan de su palabra
y del pan de la fraternidad.
El Señor invita a ponernos
en salida
Asimismo
recordó que lo único que el Señor nos pide es que vayamos hacia Él. “Nos invita
a ponernos en marcha, en movimiento, en salida. Nos exhorta a caminar hacia Él
para hacernos partícipes de su misma vida y de su misma misión”. Y pidió que
nos dejemos “transformar por su Palabra en nuestras opciones, sentimientos,
prioridades para aventurarnos a cumplir sus mismos gestos y hablar con su mismo
lenguaje, ‘el lenguaje del pan que dice ternura, compañerismo, entrega generosa
a los demás’, amor concreto y palpable porque es cotidiano y real”.
En cada eucaristía, el Señor
se parte y reparte
Además
Francisco reafirmó que “en cada eucaristía, el Señor se parte y reparte y nos
invita también a nosotros a partirnos y repartirnos con Él y ser parte de ese
milagro multiplicador que quiere llegar y tocar todos los rincones de esta
ciudad, de este país, de esta tierra con un poco de ternura y compasión”.
Hambre de pan, hambre de
Dios
El
Papa dijo que la Madre Teresa comprendía muy bien el hambre de pan, de
fraternidad y de Dios. Tanto es así que fundamentó su vida sobre dos pilares:
“Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres”. Y de hecho
ella fue al Señor y fue hacia su hermano despreciado, no amado, solo y
olvidado, fue a su hermano y encontró el rostro del Señor… porque sabía que el
“amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde
encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios, y ese amor fue el
único capaz de saciar su hambre”.
Experimentar la abundancia
del amor del Resucitado
El
Santo Padre concluyó su homilía diciendo a la asamblea que hoy “el Señor
Resucitado sigue caminando entre nosotros, allí donde acontece y se juega la
vida cotidiana”. Reafirmó que Él “conoce nuestras hambres y nos vuelve a decir:
‘El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás’”.
Por esta razón pidió que se animen recíprocamente a ponerse de pie y a
experimentar la abundancia de su amor, para que Él “sacie nuestra hambre y sed
en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano”.
Agradecimiento del Papa al
finalizar la Santa Misa
Antes
de la Bendición final, dirigiéndose a los queridos hermanos y hermanas que
habían participado en esta celebración Eucarística el Papa les dijo que sentía
la necesidad de expresar sus sentimientos de gratitud. De ahí que haya
agradecido al Obispo de Skopie sus palabras y, sobre todo, el trabajo realizado
en la preparación de este día. “Y, junto a él – dijo Francisco – doy las
gracias a todos los que han colaborado, sacerdotes, religiosos y fieles laicos.
¡Un sincero agradecimiento a todos!”.
Por
último, el Santo Padre renovó su agradecimiento a las Autoridades civiles del
país, a la policía y a los voluntarios. “El Señor – les dijo – sabrá
recompensar a cada uno de la mejor manera. Por mi parte, los tengo presentes en
mi oración y también les pido que recen por mí”.
María
Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
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