El Papa centró su reflexión en la figura
del Apóstol de los gentiles
El Papa celebra la Misa en la capilla de la Casa de Santa Marta (ANSA) |
En su homilía de la Misa matutina Francisco se inspiró
en la lectura del día que relata la conversión de Pablo en el camino de Damasco
para comprender el valor de la docilidad y de la apertura de nuestros corazones
a la voz de Dios. Así fue para él que, de perseguir a los cristianos, se
convirtió en el Apóstol de los gentiles: testarudo, pero no en su alma
La conversión y Pablo de Tarso en el camino de
Damasco, llamado por la voz del Señor, es un “cambio de página en la historia
de la Salvación”, “marca la apertura a los paganos, a los gentiles, y a los que
no eran israelitas”. En una palabra es “la puerta abierta a la universalidad de
la Iglesia” y está permitida por el Señor porque es “algo importante”. Así es
como el Papa Francisco, esta mañana en su homilía de la Misa celebrada en la
capilla de la Casa Santa Marta, presentó a los fieles el conocido pasaje de los
Hechos de los Apóstoles que surge de la elección de Jesús de cambiar la vida de
un hombre que hasta entonces había sido un perseguidor de los cristianos.
El Papa centró su reflexión en la figura del Apóstol
de los gentiles que, ciego, permaneció en Damasco durante tres días sin comida
ni agua, hasta que Ananías, enviado por el Señor, fue a devolverle la vista,
dándole la posibilidad así de iniciar el camino de la conversión y de la
predicación “lleno del Espíritu Santo”. Además, Francisco destacó dos rasgos de
su modo de ser, dirigiéndose en particular a un grupo de religiosas del
Cottolengo que asistieron a esta Misa con ocasión del cincuentenario de su vida
religiosa y a algunos sacerdotes eritreos que desarrollan su servicio en
Italia.
Coherencia y
celo
Pablo era “un hombre fuerte” y “enamorado de la pureza
de la ley de Dios”, pero era “honesto” y aunque de mal humor era “coherente”:
En primer lugar, era coherente porque era un hombre
abierto a Dios. Si perseguía a los cristianos era porque estaba convencido de
que Dios lo quería. ¿Pero por qué? Y por qué, nada: estaba convencido de ello.
Era el celo que tenía por la pureza de la casa de Dios, por la gloria de Dios.
Un corazón abierto a la voz del Señor. Y se arriesgaba, se arriesgaba, y seguía
adelante. Y otra característica de su temperamento es que era un hombre dócil,
que tenía docilidad y que no era testarudo.
Docilidad y
apertura a la voz de Dios
Su temperamento era obstinado – explicó el Papa – pero
no su alma. Pablo estaba “abierto a las sugerencias de Dios”. Con el “fuego
dentro” encarcelaba y mataba a los cristianos, pero “una vez que escuchó la voz
del Señor, se hizo como un niño y se dejó llevar”:
Todas esas convicciones que tenía se quedan en
silencio, esperando la voz del Señor: “¿Qué debo hacer, Señor? Y él va, y va al
encuentro en Damasco, al encuentro de ese otro hombre dócil y se deja catequizar
como un niño, se deja bautizar como un niño. Y luego recupera sus fuerzas y
¿qué hace? Se queda callado. Va a Arabia a rezar, cuánto tiempo no sabemos,
quizá años, no sabemos. La docilidad. Apertura a la voz de Dios y docilidad. Es
un ejemplo para nuestra vida y a mí me gusta hablar de esto hoy ante estas
religiosas que celebran el 50º aniversario de vida religiosa. Gracias por
escuchar la voz de Dios y gracias por su docilidad.
La “docilidad de las mujeres del Cottolengo” llevó con
el recuerdo a Francisco a su primera visita, en los años 70, a una de las
estructuras que, en el espíritu de San José Benedicto Cottolengo, acogen en el
mundo a los discapacitados mentales y físicos. Y relató de su pasar de sala en
sala guiado precisamente por una religiosa, como las que hoy lo escucharon en
Santa Marta, que pasan su vida “allí, entre los descartados”. Sin su
perseverancia y docilidad – fue la reflexión del Pontífice – no podrían hacer
lo que hacen, ni podrían haber hecho lo que han hecho.
El carisma cristiano
Perseverar. Y ésta es una señal de la Iglesia.
Quisiera agradecer hoy en ustedes a tantos hombres y mujeres valientes que
arriesgan su vida, que van adelante, también a quienes buscan nuevos caminos en
la vida de la Iglesia. ¡Buscan nuevos caminos! “Pero, Padre, ¿no es eso un
pecado? ¡No, no es pecado! Busquemos nuevos caminos, ¡esto nos hará bien a
todos! Siempre y cuando sean los caminos del Señor. Pero ir adelante: adelante
en la profundidad de la oración, en la profundidad de la docilidad, del corazón
abierto a la voz de Dios. Y así se hacen los verdaderos cambios en la Iglesia,
con personas que saben luchar en lo pequeño y en lo grande.
El cristiano – fue la conclusión de Francisco – debe
tener “este carisma de lo pequeño y de lo grande” y la oración dirigida a San
Pablo al final de su homilía fue, precisamente, la petición de “la gracia de la
docilidad a la voz del Señor y del corazón abierto al Señor”; la gracia de que
no tengamos miedo de hacer grandes cosas, de seguir adelante, siempre que
tengamos la delicadeza de cuidar las pequeñas cosas”.
Gabriella Ceraso – Ciudad del Vaticano
Vatican News