Dios ‘no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva’
Debemos
"dejar caer de nuestras manos las piedras de denigración y de la condena,
de las habladurías que a veces queremos lanzar contra los demás”, porque, como
constató el Papa este domingo "cuando hablamos mal de los demás, tiramos
piedras". En cambio, debemos pedir perdón a Jesús y abrirnos a una vida
nueva
Tomar
conciencia de que somos pecadores, y dejar caer de nuestras manos las piedras
de denigración y de la condena que a veces queremos lanzar contra los demás: fue
la invitación del Papa en este V domingo de Cuaresma a la hora del Ángelus
dominical, reflexionando sobre el Evangelio del día, que narra el episodio de
la mujer adúltera, a quien los escribas y fariseos presentan a Jesús para que
la juzgue.
Los tutores de la ley y la
misericordia de Jesús
El
Papa Francisco visualizó el contraste entre las dos actitudes,
precisamente la de los escribas y fariseos, por una parte, y la de Jesús por la
otra:
“Los
primeros quieren condenar a la mujer, porque se sienten tutores de la Ley y de
su fiel aplicación. En cambio, Jesús quiere salvarla, porque Él
personifica la misericordia de Dios, que perdonando redime y reconciliando
renueva”.
Jesús es puesto a prueba
Tras
describir el acontecimiento que presenta la imagen de Jesús en el templo y la
llegada de los escribas y fariseos que le llevan a una mujer sorprendida en
adulterio, preguntándole si debe apedrearla como prescribe la Ley de Moisés, el
Pontífice expresó lo siguiente:
“El
evangelista señala que ellos le hicieron esta pregunta ‘para ponerlo a prueba y
tener un motivo para acusarlo’. Se puede suponer que su propósito era éste –
vean la maldad de esta gente - : el ‘no’ a la lapidación habría sido motivo
para acusar a Jesús de desobediencia a la Ley; el ‘sí’, en cambio, para
denunciarlo a la autoridad romana, que se había reservado las sentencias para
sí misma y no admitía el linchamiento popular. Y Jesús debe responder”.
No encerrar al Hijo de
Dios en la perspectiva humana
El
Santo Padre afirmó que “los interlocutores de Jesús”, estaban “encerrados en
los cuellos de botella del legalismo, y quieren encerrar al Hijo de Dios en su
perspectiva de juicio y condena”. En cambio, Jesús "no vino al mundo para
juzgar y condenar, sino para salvar y ofrecer a la gente una nueva vida”:
“¿Y
cómo reacciona Jesús ante esta prueba? En primer lugar, permanece en silencio
durante un rato y se inclina para escribir con el dedo en el suelo, casi como
para recordar que el único Legislador y Juez es Dios, que escribió la ley en la
piedra. Y luego dice: ‘El de ustedes que esté libre de pecado, arroje la
primera piedra contra ella’”.
Hombres no pueden
adjudicarse el derecho a la vida o a la muerte
Así
el Pontífice explicó que de este modo “Jesús apela a la conciencia de aquellos
hombres”:
“Ellos
se sentían ‘paladines de la justicia’, pero los llama a la conciencia de su
condición de hombres pecadores, por la cual no pueden arrogarse el derecho a la
vida o a la muerte sobre otro semejante”.
Jesús invita a tomar
conciencia que todos somos pecadores
Francisco
prosiguió señalando que la escena siguiente, es decir la que narra que
“uno tras otro, comenzando por los ancianos", se fueron "renunciando
a apedrear a la mujer”, invita también "a cada uno de nosotros a
tomar conciencia de que somos pecadores", y a dejar caer de nuestras manos
“las piedras de denigración y de la condena, de las habladurías que a veces
queremos lanzar contra los demás”. “Cuando hablamos mal de los demás – constató
– tiramos piedras, somos como éstos”.
Miseria y misericordia
Con
la imagen final de la sola presencia de Jesús y la mujer, “la miseria y la
misericordia”, dijo recordando a san Agustín, el Papa reflexionó lo siguiente:
“Jesús
es el único sin culpa, el único que podría arrojarle la piedra contra ella,
pero no lo hace, porque Dios ‘no quiere la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva’. Y Jesús se despide de la mujer con estas maravillosas
palabras: ‘Vete y de ahora en adelante no peques más’. Así Jesús abre ante ella
un camino nuevo, creado por la misericordia, un camino que requiere su
compromiso de no pecar más. Es una invitación que vale también para cada
uno de nosotros: Jesús cuando nos perdona nos abre siempre un camino nuevo
para ir adelante”.
Verdadera conversión está
orientada hacia un futuro nuevo
“En
este tiempo de Cuaresma – continuó – estamos llamados a reconocernos pecadores
y a pedir perdón a Dios. Y el perdón, a su vez, mientras nos reconcilia y nos
da la paz, nos permite recomenzar una historia renovada”. “Toda verdadera
conversión está orientada hacia un futuro nuevo, hacia una vida nueva, una vida
bella, una vida libre del pecado, una vida generosa”.
“No
tengamos miedo de pedir perdón a Jesús, porque Él nos abre la puerta a esta
vida nueva”, exhortó Francisco. Y concluyó orando para que la Virgen María “nos
ayude a testimoniar todo el amor misericordioso de Dios que, en Jesús, nos
perdona y hace nueva nuestra existencia, ofreciéndonos siempre nuevas
posibilidades”.
Valientes testigos de
Jesús y del Evangelio
Tras
la oración mariana, en los saludos a los fieles de Roma y de otras partes del
mundo el Santo Padre Francisco dirigió un saludo especial a los estudiantes
españoles de La Coruña y Albacete; a los de Telfs en Austria y a los de Colmar
en Francia. También a los alumnos de Bolonia, Nicosia y Génova, así como a los
de las escuelas lasallistas de Turín y Vercelli, que recuerdan el tercer
centenario de la muerte de San Juan Bautista de La Salle. A los jóvenes de
la Confirmación de Settignano, Scandicci, y a los de la diócesis de Saluzzo,
acompañados por su Obispo Mons. Cristiano Bodo, dirigió un pensamiento
especial, animándolos a ser “valientes testigos de Jesús y del Evangelio”.
Por
último saludó a los chicos de catorce años del Decanato “Romana Vittoria” de
Milán, y a los fieles de Pescara, Nápoles y Terni. A todos deseó un feliz
domingo, y pidió, como cada domingo, que no nos olvidemos de rezar por
él.
Griselda
Mutual - Ciudad del Vaticano
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