Lunes de la Octava de Pascua
Las
lecturas evangélicas se centran en los relatos de las apariciones de Cristo
Resucitado y las experiencias que los apóstoles tuvieron con Él.
En
este tiempo litúrgico, la primera lectura que comúnmente se toma del Antiguo
Testamento, se cambia por una de Los Hechos de los Apóstoles.
El
segundo Domingo de Pascua también es llamado Domingo
de la Divina Misericordia, según la disposición de San Juan Pablo II durante su
pontificado tras la canonización de su compatriota Faustina Kowalska.
El
decreto fue emitido el 23 de mayo del 2000 por la Sagrada Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos,
detallando que ésta tendrá lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación
oficial de este día litúrgico será «segundo domingo de Pascua o de la Divina
Misericordia».
LUNES DE LA OCTAVA DE
PASCUA
Oración colecta
"Señor
Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre
nuevos hijos, concede a cuantos han renacido en la fuente bautismal vivir
siempre de acuerdo con la fe que profesaron. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén."
Por
medio del Bautismo, el Señor hace crecer a su Iglesia, dándole siempre nuevos
hijos. Este es un día en que le pedimos que nos conceda a cuantos hemos
renacido en la fuente bautismal, vivir siempre de acuerdo con la fe que
profesamos.
Es
también el día en que el Señor, después de su Resurrección se manifiesta a las
mujeres, que al verlo se asieron de sus pies y le adoraron.
De la Homilía de Melitón
de Sardes, obispo, Sobre la Pascua
Encomio de Cristo
Entendedlo,
queridos hermanos: el misterio pascual es algo a la vez nuevo y antiguo, eterno
y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
Antiguo
según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada; temporal en la figura,
eterno en la gracia; corruptible en cuanto a la inmolación del cordero, incorruptible
en la vida del Señor; mortal por su sepultura bajo tierra, inmortal por su
resurrección de entre los muertos.
La
ley, en efecto, es antigua, pero la Palabra es nueva; la figura es temporal, la
gracia es eterna; el cordero es corruptible, pero incorruptible es el Señor,
que fue inmolado como un cordero y resucitó como Dios.
Dice
la Escritura: Era como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era ningún
cordero; era como oveja muda, y sin embargo no era ninguna oveja. La figura ha
pasado y ha llegado la realidad: en lugar del cordero está Dios, y en lugar de
la oveja está un hombre, y en este hombre está Cristo, que lo abarca todo,
Por
tanto, la inmolación del cordero, la celebración de la Pascua y el texto de la
ley tenían como objetivo final a Cristo Jesús pues todo cuanto acontecía en la
antigua ley se realizaba en vistas a él, y mucho más en la nueva ley.
La
ley, en efecto, se ha convertido en Palabra, y de antigua se ha convertido en
nueva (y una y otra han salido de Sión y de Jerusalén); el precepto se ha
convertido en gracia, la figura en realidad, el cordero en el Hijo, la oveja en
un hombre, y este hombre en Dios .
El
Señor, siendo Dios, se revistió de naturaleza humana, sufrió por nosotros, que
estábamos sujetos al dolor, fue atado por nosotros, que estábamos cautivos, fue
condenado por nosotros, que éramos culpables, fue sepultado por nosotros, que
estábamos bajo el poder del sepulcro, resucitó de entre los muertos y clamó con
voz potente: «¿Quién me condenará? Que se me acerque. Yo he librado a los que
estaban condenados, he dado la vida a los que estaban muertos, he resucitado a
los que estaban en el sepulcro. ¿Quién pleiteará contra mí? Yo soy Cristo
-dice-, el que he destruido la muerte, el que he triunfado del enemigo, el que
he pisoteado el infierno, el que he atado al fuerte y he arrebatado al hombre
hasta lo más alto de los cielos: yo, que soy el mismo Cristo.
Venid,
pues, los hombres de todas las naciones, que os habéis hecho iguales en el
pecado, y recibid el perdón de los pecados. Yo soy vuestro perdón, yo la Pascua
de salvación, yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestra purificación, yo
vuestra vida, yo vuestra resurrección, yo vuestra luz, yo vuestra salvación, yo
vuestro rey. Yo soy quien os hago subir hasta lo alto de los cielos, yo soy
quien os resucitaré y os mostraré el Padre que está en los cielos, yo soy quien
os resucitaré con el poder de mi diestra.»
Tomado de
serviciocatolico.com
Fuente:
ACI Prensa