De los casi
cuatro millones de muertos que provocó el comunismo en Vietnam, sin contar
desplazados y desaparecidos, llega hasta nosotros la historia de Marcelo Van,
un joven seminarista de quien el cardenal Van Thuan fue el primer postulador de
su Causa de beatificación
Entrevistamos al padre Álvaro Cárdenas, párroco de Colmenar del Arroyo
(Madrid) y artífice de las vigilias Asalto al Cielo, que ha traducido al
español la Autobiografía de este joven vietnamita.
¿Quién es
Marcelo Van?
Marcelo Van es
un joven que vivió en la primera mitad del siglo XX en Vietnam, muriendo en
1959, a los 31 años de edad, en uno de los campos de reeducación comunistas
de Vietnam. Su corta existencia, pero asombrosamente intensa y fecunda, estuvo
marcada por las rupturas, separaciones, pérdidas y sufrimientos de su
generación y de su tiempo. Dotado de una sensibilidad espiritual fuera de lo
común, encontró en santa Teresita del Niño Jesús su alma gemela, y en su
pequeño camino de infancia espiritual su camino hacia la plenitud, hacia una
felicidad insospechada, hacia la santidad.
Fue un joven
con una existencia marcada por la humillación y el sufrimiento desde niño, pero
que unido íntimamente a Jesús y a la Virgen, y más tarde también a santa
Teresita, mantuvo la esperanza y la alegría poniéndose por encima de las
humillaciones y de los sufrimientos morales y físicos que sufrió. Un joven con
quien el cielo estableció un asombroso diálogo de amor –y a través de él
también con nosotros–, en forma de coloquios interiores a través de santa
Teresita del Niño Jesús, de la Virgen y de Jesús.
¿Qué tiene su
existencia de atractiva y de especial?
Marcelo Van es
un joven que deja asombrado a todo el que lo conoce por su profunda vida
interior desde los 3 años y al mismo tiempo que por su asombrosa sencillez, por
las duras pruebas y sufrimientos que jalonaron su existencia y por el deseo
ardiente que desde los 7 años tuvo de ser sacerdote, por las terribles
humillaciones y maltratos que desgraciadamente sufrió durante cinco años en la
institución parroquial que debió velar por su formación humana, intelectual y
espiritual para prepararlo al sacerdocio, y por la fortaleza y la fidelidad a
Dios con que vivió esos dolorosos años, por la relación viva e íntima que tuvo
con Jesús y la Virgen, y desde los 12 años también con santa Teresita, por los
asombrosos coloquios de amor que tuvo con ellos y por la trascendental misión
que el cielo le confió, por su alma sacerdotal, sin llegar a ser sacerdote, y
por la ofrenda que hizo de su vida, que consumó con su muerte martirial a
consecuencia de los sufrimientos que padeció en uno de los campos de
internamiento, reeducación y trabajos forzados comunista.
¿Cómo ha
sobrevivido su historia hasta nosotros?
Esto lo más
asombroso, porque el hecho de que su historia no haya desaparecido es
simplemente algo humanamente inexplicable. ¿Por qué de los casi cuatro millones
de muertos que provocó el comunismo en Vietnam, sin contar desplazados y
desaparecidos, nos ha llegado su historia, la de un joven religioso que vivió
una vida completamente oculta y cuyo secreto estuvo escondido hasta después de
su muerte, incluso para sus propios hermanos redentoristas que convivieron con
él? ¿Por qué el cielo lo ha querido sacar del absoluto anonimato y ha querido
dárnoslo a conocer precisamente en este tiempo, heredero, como dice el Papa
Francisco, de los conflictos y las heridas de los que nos precedieron, al mismo
tiempo que portador de las de nuestro tiempo y de nuestra propia historia
personal, cautivo de nuestras contradicciones, divisiones y rupturas
internas, de la incertidumbre y de la confusión, de las profundas
tensiones y divisiones sociales, de las luchas y conflictos inacabables de
nuestro tiempo, de los profundos desajustes, tensiones y problemas a nivel
nacional e internacional, que todo esto está provocando y del temor a un futuro
cada vez más incierto?
Cuando
conocemos a Marcelo Van, descubrimos que su vida y su misión es un don que el
cielo nos ha regalado, como guía experimentado en los caminos de la vida,
alguien que nos ha sido enviado por delante de nosotros para abrirnos el camino
en estos tiempos de incertidumbre, de confusión, de miedo y de dolor, para que
también nosotros podamos vivir una vida plena, gozosa, feliz, llena de sentido
y fecunda, como la vivió él.
¿Cómo es esta
relación tan especial con santa Teresita?
Desde muy joven
Van anhela encontrar un santo cuyo camino él pueda recorrer, pero no lo
encuentra. Es consciente de que los santos del pasado hacían mucha penitencia y
sacrificios heroicos, que él, en su debilidad, no tiene la fuerza de imitar.
Querría probarle a Jesús su amor, pero tiene miedo a la penitencia. Tiene 12
años, está desalentado y experimenta la tentación de renunciar a la santidad.
Intenta rechazar ese pensamiento de la santidad, pero éste se le impone.
Entonces, se confía a la Virgen y la pide que le dé un santo que le muestre el
camino que él pueda recorrer. Con los ojos cerrados toma la biografía de un
santo al azar: es la Historia de un alma.
Su profunda
decepción inicial se convierte, al comenzar a leerla, en una alegría
desbordante que le hace llorar de alegría. Ha encontrado a su alma gemela. Al
poco tiempo ella le hablará. A partir de ese momento Teresita se convertirá en
su hermana mayor y en su maestra espiritual. Por medio de sus diálogos con él
lo guiará por el camino del amor a través del pequeño camino de la infancia
espiritual. Además, de parte de Jesús, le comunicará que no será sacerdote. Su
misión será prolongar y completar la misión de Teresita, siendo como ella
apóstol escondido del amor misericordioso, a través del apostolado de la
oración y del sacrificio, siendo así la fuerza vital de los apóstoles
misioneros de Jesús.
¿En qué nos
puede servir de modelo a los cristianos españoles de hoy en día?
La vida y la
misión de Marcelo Van no es solo para nosotros un admirable ejemplo de
una fe asombrosa, de una esperanza que ha sido más fuerte que el mal y de un
amor que ningún sufrimiento ha podido destruir. Van es un don del cielo para
nosotros. En él se nos ha ofrecido la respuesta al mal de nuestro tiempo y un
camino concreto y valido para todos hacia su superación en el amor, hacia la
paz que necesitamos y hacia una existencia feliz y fecunda en medio del
sufrimiento y de las heridas que llevamos y del mal que hasta el último momento
de nuestra vida nos pueda golpear.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y
Omega