San Dimas, canonizado por Cristo en la cruz
Dominio público |
En
apenas unos segundos el llamado "buen ladrón" se hace humilde,
reconoce su pobreza y pecado, y deja entrar en su vida la misericordia de Dios,
y hoy, aquel al que decían que era un ladrón y asesino es, ni más ni menos
que san Dimas, el primer santo de la Iglesia.
Por
su interés reproducimos un precioso artículo escrito por el periodista Juan
Luis Vázquez Díaz-Mayordomo que lleva por título: "Cómo robar el cielo en dos pasos", y que resume con
maestría el contenido del libro El Buen Ladrón. Misterio de Misericordia
(Voz de Papel), único y más completo texto en español sobre san
Dimas traducido por el Padre Álvaro de Cárdenas y Cordelia Semprún.
Cómo robar el cielo en
dos pasos
Ni
era bueno, ni sólo ladrón, sino también asesino. Sin embargo, es el primer
santo canonizado personalmente por Jesús: el Buen Ladrón encarna "la
alegría de la misericordia de Dios", que el Papa Francisco nos ha invitado
a redescubrir en el Año Santo de la Misericordia. Él, hoy, desde el Paraíso,
nos enseña a dar el mejor golpe: robar el cielo.
"La
Iglesia es la casa que a todos acoge y a nadie rechaza, para que todos los que
hayan sido tocados por la gracia puedan encontrar la certeza del perdón. Nadie
está excluido de la misericordia", ha dicho el Papa Francisco al anunciar
el Año de la Misericordia. El Buen Ladrón, sobre quien el sacerdote canadiense André
Daigneault ha escrito El Buen Ladrón. Misterio de Misericordia (ed. Voz de
Papel), sabe bien de qué habla el Papa.
El
único santo canonizado directamente por Jesús, en realidad, no fue nunca un
Robin Hood. Según varios exegetas, Dimas formó parte de una banda de
agitadores políticos que hacían la guerra a los romanos, robando,
saqueando y matando; junto a Barrabás, fue responsable del homicidio que
refieren Marcos y Lucas al final de sus evangelios. Lo más seguro es que
presenciara en el Pretorio el juicio a Jesús; y escuchara el diálogo con
Pilatos: Mi reino no es de este mundo… Así se entiende la confesión posterior
del malhechor sobre la cruz: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu
reino.
Dice
Daigneault que "la fe del Buen Ladrón nació del atractivo que la persona y
las palabras de Cristo provocaron en él durante aquellas pocas horas. La
fe fue para él un don de Dios, una siembra de su Espíritu".
Invitado VIP al Paraíso
Entonces,
el Buen Ladrón… ¿un ladrón y un asesino? Sí, y el primer hijo de la Iglesia. Y el
primer invitado al cielo, el que estrenó el Paraíso, como escribió Claudel:
"Hoy estarás conmigo en el Paraíso. ¡Hoy! Así, de golpe. ¡No sólo queda
absuelto de sus crímenes, sino santificado! El asesino, el ladrón, el
impúdico, el bandido profesional… ¡es ya santo! Bastó una mirada entre los
párpados sangrientos del invitado de la derecha…, y en este inmenso lugar que
es el Paraíso, no hay nadie en el primer momento más que él. Él solo. No ha
llegado todavía nadie más. Hasta el trono de la Inmaculada está vacío. Él está
allí, en el Paraíso, todavía oliendo a fluidos corporales. Él, el primer fruto.
Para esto ha servido la sangre de Dios".
¿Qué
hizo en realidad Dimas para conquistar el cielo? ¿Qué hizo para ganarse el
perdón de Jesús? En realidad, apenas nada… Fueron unos segundos de
conversación, pero nos enseñan hoy, dos mil años después, el modo de robarle el
Corazón a Cristo: medio desnudo, vulnerable, expuesto, inmóvil, el
delincuente ya no puede escapar, el bandido no se puede esconder. Y, en un
primer paso, se atreve a mirar a Jesús, reconociendo la verdad de lo que es: Lo
nuestro es justo, pues recibimos el pago de lo que hicimos. El cardenal Saliége
admiró en el Buen Ladrón "el valor de ser humilde y de reconocer
sinceramente quién era. Un valor muy poco frecuente. Cuando Dios encuentra
la humildad en un alma, no puede resistirse y se precipita sobre ella2.
El
segundo momento es la confianza: Dimas es de los pocos en el Evangelio que
llama al Señor por su nombre: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
No puede prepararse para la muerte, ni borrar su historial, ni actualizar su
curriculum, ni hacerse un selfie un poco más amable. Con Daigneault: "El
Buen Ladrón cambia nuestra escala de valores. Dios no necesita para nada
nuestras virtudes naturales, en cambio necesita nuestro vacío y nuestra
pobreza para colmarlos de su Misericordia. Le causa horror la autocomplacencia,
y espera de nosotros el abandono de un niño. Su Misericordia quiere
derramarse en nuestras pobrezas. Dios se complace en manifestar su fuerza
en la debilidad de los más pequeños".
Quizá
nos cuesta creer que Dios nos pueda mirar así, hasta el perdón total, sin
exigirnos un pagaré de vuelta. "Las obras del Buen Ladrón no habían sido
muy buenas; las nuestras tampoco lo son", escribe Daigneault, que lamenta
que, "a veces, se confunde la santidad con la perfección y la virtud moral",
y cita a Von Balthasar cuando explica que "no es mirar nuestra miseria lo
que nos purifica, sino mirar a Aquel que es la total pureza y santidad. El
Redentor pide únicamente una simple mirada hacia Él".
El
Buen Ladrón nos marca el camino hacia el Año Santo de la Misericordia. Como
escribe Daigneault: "Si un hombre pide perdón desde el fondo de su
corazón, aunque haya cometido las peores bajezas, puede ser transformado
en un santo, como el Buen Ladrón. El peor de los criminales, que confía sus
pecados a la Misericordia de Dios, a la infinita santidad de Cristo, puede
llegar a ser santo".
»Hoy.
Ahora. Ya».
Fuente: Alfa y Omega/ReL