¿Para quién son estas
líneas?
En
la Carta Apostólica Novo millennio ineunte, Juan Pablo II señala las
prioridades pastorales de la Iglesia para el comienzo de este nuevo milenio.
Entre ellas está la Eucaristía dominical: "es preciso insistir (..) dando
un relieve particular a la Eucaristía dominical y al domingo mismo, sentido
como día especial de la fe, día del Señor resucitado y del don del Espíritu,
verdadera Pascua de la semana" (n. 35).
Posiblemente
pertenezcas a una de estas tres categorías de personas:
a)
Católico que ibas a Misa con tus padres cuando eras pequeño y un día, durante
la adolescencia, dejaste de ir. Fue porque entraste en una crisis: era tiempo
de dejar de ir sólo porque tus padres iban y no llegaste a entender por qué
debías ir. Estas líneas son para ti.
b)
Católico que nunca fuiste a Misa de modo constante. Quizá ni siquiera sabías de
la obligación de asistir todos los domingos. Te parece hasta curioso o
exagerado que la Iglesia pretenda esa práctica para todos. Estas líneas también
son para ti.
c)
Católico que va a Misa y, siguiendo el llamado del Papa, quiere ayudar a muchos
a volver a sentir la necesidad de esta práctica tan esencial de la vida
cristiana. Eres consciente que si cada católico consiguiera por año que un
católico no practicante volviera a la práctica de los Sacramentos,
conseguiríamos una verdadera revolución en la Iglesia. Estas líneas quieren
aportarte algunas ideas que te ayuden en esta tarea.
Lee
por favor el siguiente texto despacio, meditándolo.
Los motivos básicos para
ir a Misa
Sentando
la base de que casi siempre el comenzar a faltar a Misa el domingo responde a
una actitud caprichosa, a la que es muy difícil refutar -precisamente por su
falta de racionalidad- aquí tienes unas consideraciones sobre el precepto
dominical y la importancia de la Misa en tu vida. Está escrito para personas
con fe.
1. Porque Dios es tu
Creador y debes dedicarle un tiempo semanal a Él.
Es
la manifestación de vivir centrado en Dios y en la salvación: vivir el año
centrado en la Pascua; la semana, en el domingo; el domingo, en la Misa. No
importa cuánto te aburras, tu Creador ha dispuesto que un día de la semana sea
para Él: "Acuérdate da santificar el día sábado. Los seis días de la
semana trabajarás y harás todas tus labores. Mas el séptimo es sábado,
consagrado al Señor tu Dios" (Exodo 20,8-10). Y parece que tiene derecho a
tu obediencia. Faltar sería una desobediencia evidente y frontal (decirle a
Dios "no te quiero dar mi tiempo"). Y más allá de la obediencia...
Dios se lo merece.
2. Porque como miembro de
la familia de Dios, debes rendir culto a Dios de acuerdo a tu naturaleza, junto
a tus hermanos.
Esto
exige que el culto a Dios no sólo sea interior (en tu corazón) sino también
exterior (que los demás vean tu fe) y comunitario (dar culto unido a tus
hermanos). Es decir, que te reúnas con otros para adorar juntos a Dios. Más
allá de tus gustos personales, asistes a Misa no por ti mismo (porque te guste)
sino para mostrar tu reverencia al Omnipotente en comunión con los demás.
Nuestra relación con Dios tiene una dimensión comunitaria. No basta rezar solo,
tampoco en familia, hace falta hacerlo unidos a nuestros hermanos en la fe. En
este sentido es un acto de comunión con nuestros hermanos en la fe: compartir
lo más importante que tenemos: la Eucaristía, es decir, Cristo mismo. En este
sentido, faltar a la Misa sería un desprecio a tus hermanos y una falta de
unidad.
3. Porque tienes que
obedecer a la Iglesia.
No
es cuestión de un capricho del Papa, sino de una necesidad. En el siglo IV, la
Iglesia se vio obligada a imponer este precepto para garantizar a sus fieles el
mínimo de vida eucarística que necesitan. Tú eres consciente de la importancia
que la Sagrada Escritura da a la obediencia (cfr. Adán y Eva, diluvio, Abraham,
Saúl). Desde esta perspectiva, faltar a Misa es una acto de rebeldía.
4. Porque si no fueras,
cometerías un pecado mortal
Y
no creo que te quieras ir al infierno por esto. Como sabes, hay un precepto que
obliga a los bautizados a asistir a Misa los domingos y fiestas de precepto. Es
una obligación grave, de manera que su incumplimiento es una falta grave. No te
olvides que un día te morirás y te encontrarás a ese Dios a quien ahora estás
tentado de ignorar, para darle cuenta de tu vida.
5. Porque necesitas de la
Eucaristía para vivir una vida realmente cristiana.
Es
una necesidad vital, de manera que sin la Eucaristía semanal, no te darían las
fuerzas espirituales para vivir como un hijo de Dios.
6. Porque sin la
Eucaristía no tendrías acceso a la vida eterna.
Jesús
no dejó lugar a dudas: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno
come de este pan, vivirá para siempre"; "en verdad os digo, si no
coméis la carne del Hijo de Dios y no bebéis su sangre no tendréis vida en
vosotros"; "el que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna"
(cfr. Juan 6,30-58)
7. Porque Jesús te invita
a su mesa y sacrificio.
Él
lo mandó explícitamente a sus discípulos al instituir la Eucaristía:
"Haced esto en memoria mía". Asistir a Misa no es más que cumplir
este mandato del Señor. Y no es sólo una memoria histórica, es una memoria que
lo hace presente. Jesús te invita y se te entrega. No responder, ser
indiferente a su llamado, sería un desprecio bastante considerable.
8. Porque viviendo en una
sociedad que, en muchos aspectos no es cristiana, la Misa es la primera manera
de defender, robustecer y manifestar nuestra fe.
Es
necesaria para "proteger" tu espíritu del materialismo sofocante que
nos rodea: que tu espíritu pueda al menos una vez a la semana
"respirar" un aire espiritual. Además, es el primer testimonio
cristiano: los demás necesitan tu ejemplo. ¿Te das cuenta qué testimonio de fe
da a los que no creen, quien dice creer y muestra no valorar lo que cree?
9. Porque es mucho mejor
ir que no ir.
Puede
parecer tonto, pero para quien aspira a lo mejor, bastaría sólo este motivo. Yo
no creo que haya un plan más santo y santificante para el domingo.
La contradicción del
católico no practicante. Y cómo se llega a serlo
Pocas
cosas hay más inconsistentes que el llamado "católico no
practicante". Es prácticamente una contradicción de términos. A veces, uno
escucha a alguien decirlo de sí mismo, incluso hasta con cierto acento de
orgullo, como si definiese su modo de ser católico con un calificativo normal,
como si dijese un "católico hispanoparlante". Es decir, como si fuese
una variedad normal de católico, una opción más, como si se pudiera ser un
"buen católico" no practicante.
Pero
si lo piensas, en realidad es un término bastante negativo, que tiene poco de
honroso para quien se lo auto-atribuye, ya que significa "un católico que
no vive como católico", "un católico que no es un buen
católico", "un católico que no parece católico", "un
católico que no vive lo que cree" o "que piensa que no vale la pena
vivir lo que cree", "cuya fe no es lo suficientemente grande como
para vencer su pereza", "un católico que piensa que su fe no es tan
importante como para vivirla"; "que piensa que da igual vivir que no
vivir su fe", etc.
Un
católico que vive como si no lo fuera, que permanece siendo católico sólo en el
campo teórico, va perdiendo también la fe, su adhesión a la doctrina católica.
Y estos es así, en primer lugar, porque la va olvidando. Es cada vez menos
católico. Se cumple lo de San Agustín: "el que no vive como piensa,
termina pensando como vive". Su relación con Dios llegará a reducirse a
compromisos sociales (bautismos, bodas, primeras comuniones, confirmaciones,
funerales...) y necesidades (salud, dinero, trabajo) que sean tan imperiosas
como para hacerle acordar que Dios existe y que uno debe dirigirse a Él.
Un
problema serio de dejar de ir a Misa, es que significa el comienzo de una
religiosidad centrada en uno mismo, en la que lo que Dios manda deja de ser la
regla, para ser reemplazado por lo que yo siento, pienso, me cae bien, etc. Una
religiosidad frente al espejo. Uno ha dejado de ponerse frente a Dios para
ponerse frente a sí mismo. Como consecuencia de abandonar esta cita semanal con
lo sagrado, comienza un proceso de insensibilización espiritual: la
espiritualidad se va secando, el terreno del alma se va volviendo cada vez más
árido para las cosas de Dios, que cada día mueven menos, aburren más, etc.
Pecados que antes preocupaban, dejan de preocupar, cada vez son más los días
que no reza nada. El alma se va volviendo indiferente, pierde sensibilidad
espiritual. Y esto sucede poco a poco. Quien deja de ir a Misa, al principio
puede tener la impresión de que no ha pasado nada, de que todo sigue igual,
pero no es así. Ha dejado de ser teocéntrico, de vivir centrado en la
Eucaristía semanal. Ha desplazado a Dios del centro y esto se paga. Es como el
pecador a quien puede parecer que su pecado no tiene consecuencias, pero tarde
o temprano descubre que de Dios nadie se burla. Que sí tiene serias
consecuencias dejar a Dios.
En
el camino para ser un católico no practicante, el punto central es el abandono
de la Misa dominical. Nunca encontrarás un motivo positivo para dejar de ir a
Misa, que sea virtuoso, es decir que provenga de algo valioso, que dé valor al
acto de no ir, que demuestre que es mejor no ir que ir.
Lamentablemente,
casi nadie ha dejado de ir a Misa por una decisión serenamente meditada,
después de haber pensado y estudiado el asunto, racionalmente decidido que era
mejor no ir. Es decir, casi nadie decide dejar de ir a Misa. Lo que pasa es que
de hecho se deja de ir, sin saber bien porqué.
El
error es bastante común: se deja de ir un domingo por dejadez y pereza, o
porque le daba vergüenza confesarse; y como no se confesaba, no podía comulgar;
y como no comulgaba se sentía mal en Misa; y como se sentía mal y le daba no sé
qué no comulgar, dejó de ir. Y después otro domingo, y uno se acostumbra a no
ir, casi sin darse cuenta, y al final algunos tratan de justificar el
incumplimiento de este deber básico del cristiano. El argumento final y
definitivo para tapar la boca de la madre que insiste para que vayas a Misa es
"¡Déjame en paz, vieja!", lo que no parece un argumento muy
convincente. No se quiere por nada del mundo que a uno le recuerden el tema...
Es normal que muchos quieran no cumplir y olvidarse de que deberían...
Seriamente,
¿te has puesto a pensar qué es lo que Dios quiere que hagas? Si el domingo se
te apareciera un ángel y le preguntaras ¿qué hago, voy a Misa o me quedo viendo
una película? ¿Qué piensas que te contestaría?
Está
claro que el más interesado en que no vayas a Misa es el Demonio... De esto no
cabe duda.
Fuente:
músicalitúrgica.com