El Domingo de Ramos se
celebra hoy y marca el inicio de Semana Santa conmemorando
no uno sino dos acontecimientos muy significativos en la vida de Cristo
1. Este día se llama
“Domingo de Ramos” o “Domingo de Pasión”
El
primer nombre proviene del hecho que se conmemora la entrada triunfal de Jesús
en Jerusalén, cuando la multitud lo recibió con hojas de palma (Juan 12, 13).
El
segundo nombre proviene del relato de la Pasión que se lee en este domingo.
Porque de no ser así no se leería en un domingo, ya que en el próximo la
lectura tratará sobre la Resurrección.
Según
el documento del Vaticano “Carta
circular sobre la preparación y la celebración de las fiestas pascuales”
(Carta de fiestas pascuales) de 1988, el Domingo de Ramos “comprende a la vez
el presagio del triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión”. “La relación
entre los dos aspectos del misterio pascual se han de evidenciar en la
celebración en la catequesis del
día”.
2. Se realiza una
procesión antes de la Misa
La
procesión puede tener lugar solo una vez, antes de la Misa. Puede realizarse el
sábado o domingo.
“La
entrada del Señor en Jerusalén, ya desde antiguo, se conmemora con una
procesión, en la cual los cristianos celebran el acontecimiento, imitando las
aclamaciones y gestos, que hicieron los niños hebreos cuando salieron al
encuentro del Señor, cantando el fervoroso ‘Hossana’”, detalla la Carta de
fiestas pascuales.
3. Se pueden portar palmas
u otros tipos de plantas en la procesión
No
es necesario utilizar hojas de palma en la procesión, porque se pueden utilizar
otros tipos de plantas locales como el olivo, sauce, abeto o de otros árboles.
Según
el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia: “A los fieles les gusta
conservar en sus hogares, y a veces en el lugar de trabajo, los ramos de olivo
o de otros árboles, que han sido bendecidos y llevados en la procesión”.
4. Los fieles deben ser
instruidos sobre la celebración
Según
el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia “los fieles deben ser instruidos
sobre el significado de esta celebración para que puedan captar su
significado”.
“Debe
recordarse oportunamente que lo importante es la participación en la procesión
y no solo en la obtención de hojas de palma o de olivo”, que tampoco deben
mantenerse “como amuletos, ni por razones terapéuticas o mágicas para disipar
los malos espíritus o para evitar el daño que causan en los campos o en los
hogares”.
5. Jesús reclama el
derecho de los reyes en la entrada triunfal a Jerusalén
El
Papa Emérito Benedicto
XVI explica en su libro “Jesús de Nazaret: desde la entrada en
Jerusalén a la resurrección” que Jesucristo reclamó el derecho de los reyes,
conocido a lo largo de la antigüedad, de demandar modos de transporte
particulares.
El
uso de un animal (el burro) en el que nadie se había sentado aún es un
indicador más del derecho de la realeza. Jesús quería que su camino y su
accionar sean entendidos en términos de las promesas del Antiguo Testamento
cumplidas en su persona.
“Al
mismo tiempo, a través de este anclaje del texto en Zacarías 9, 9, una exégesis
‘fanática’ del reino está excluida: Jesús no está construyendo sobre la
violencia; no está instigando una revuelta militar contra Roma. Su poder es de
otro tipo: es en la pobreza y la paz de Dios, que identifica el único poder que
puede redimir”, detalla en su libro
6. Los peregrinos
reconocieron a Jesús como su rey mesiánico
Benedicto
XVI también señala que el hecho de que los peregrinos coloquen sus mantos en el
suelo para Jesús camine por encima también “pertenece a la tradición de la
realeza israelita (2 Reyes 9, 13)”.
“Lo
que hacen los discípulos es un gesto de entronización en la tradición de la
monarquía davídica (del Rey David) y apunta a la esperanza mesiánica que surgió
a partir de ésta”, indica el texto.
Los
peregrinos, prosigue, “sacan ramas de los árboles y gritan versos del Salmo
118, palabras de bendición de la liturgia de los peregrinos de Israel que en
sus labios se convierten en una proclamación mesiánica: “¡Hosanna! ¡Bendito el
que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito sea el reino de nuestro padre David
que viene! ¡Hosanna en lo más alto!” (Mc 11, 9-10, ver Sal 118, 26)”.
7. “Hossana” es un grito
de júbilo y una oración profética
En
el tiempo de Jesús esta palabra tenía matices mesiánicos. En la aclamación de
Hosanna se expresan las emociones de los peregrinos que acompañan a Jesús y a
sus discípulos: la alabanza alegre a Dios en el momento de la entrada
procesional, la esperanza de que la hora del Mesías había llegado.
Al
mismo tiempo era una oración que indicaba que el reinado davídico, y por lo
tanto el reinado de Dios sobre Israel, sería restablecido.
8. La multitud que
aplaudió la llegada de Jesús no es la misma que exigió su crucifixión
En
su libro, Benedicto XVI argumenta que en los tres evangelios sinópticos, así
como en San Juan, se deja claro que quienes lo aplaudieron a Jesús en su
entrada a Jerusalén no fueron sus habitantes, sino las multitudes que lo
acompañaban e ingresaron a la Ciudad Santa con él.
Este
punto se hace más claramente en el relato de Mateo a través del pasaje que
sigue al Hosanna dirigido a Jesús: “Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad
se agitó diciendo: ¿Quién es este? Y las multitudes decían: Este es el profeta
Jesús de Nazaret de Galilea” (Mt 21, 10-11).
La
gente había oído hablar del profeta de Nazaret, pero no parecía tener ninguna
importancia para Jerusalén, y la gente allí no lo conocía.
9. El relato de la Pasión
goza de una especial solemnidad en la liturgia
Así
lo afirma la Carta de fiestas pascuales en el numeral 33:
“Es
aconsejable que se mantenga la tradición en el modo de cantarla o leerla, es
decir, que sean tres personas que hagan las veces de Cristo, del narrador y del
pueblo. La Pasión ha de ser proclamada ya por diáconos o presbíteros, ya, en su
defecto, por lectores, en cuyo caso, la parte correspondiente a Cristo se
reserva al sacerdote.
Para
la proclamación de la Pasión no se llevan ni luces ni incienso, ni se hace al
principio el saludo al pueblo como de ordinario para el Evangelio, ni se signa
el libro. Tan solo los diáconos piden la bendición al sacerdote.
Para
el bien espiritual de los fieles conviene que se lea por entero la narración de
la Pasión, y que no se omitan las lecturas que la preceden”.
Fuente: ACI Prensa