265º Sucesor de Pedro
En este aniversario, repasemos juntos los aspectos
espirituales del Magisterio del Papa Francisco, a veces silenciados por la
dimensión social amplificada por los medios de comunicación: del
cristocentrismo de la fe en el poder de la oración, de la santidad de la vida
cotidiana a la dimensión mariana
Han pasado seis años desde aquel 13 de marzo de 2013,
cuando fue elegido el primer Papa del continente americano, el primer jesuita,
el primero con el nombre de Pobre de Asís. Más allá de los acontecimientos y de
los hechos más famosos de estos 2191 días con el Papa Francisco, 265º Sucesor
de Pedro, podemos subrayar 10 puntos de su pontificado, más específicamente
espirituales, que no siempre aparecen en las crónicas.
1. Vivir la fe es encontrarse con Jesús
En el centro del magisterio del Papa Francisco está el
misterio del encuentro con el Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, del que
brota el primer anuncio, el "kerygma": "Jesucristo te ama, dio
su vida para salvarte, y ahora está vivo, a tu lado cada día, para iluminarte,
para fortalecerte, para liberarte" (Evangelii gaudium, 164). La fe no es
una ideología -las ideas dividen y levantan muros- sino un encuentro concreto
con nuestro Salvador que nos mueve a encontrarnos con los demás, cambiando
nuestras vidas para siempre: de este encuentro de amor nace el deseo de llevar
la alegría del Evangelio al mundo. Es la fuerza del amor de Jesús, vivido en
primera persona, lo que nos impulsa a decir la buena nueva, que es para todos:
los cristianos no son más que pobres mensajeros que tienen que decir algo
infinitamente más alto que ellos mismos.
2. Oración: Dios es nuestro Padre y nosotros somos hermanos y hermanas
La oración -dice el Papa Francisco- es la base de la
vida cristiana: sustancialmente, más allá de las palabras, significa estar con
Dios, confiarse al Padre. La verdadera oración es una relación viva, una
experiencia cotidiana, hecha de escucha y diálogo, de consuelo y liberación,
pero también de cólera: "Esto también es oración. Le gusta cuando te
enfadas y le dices en su cara lo que sientes, porque es un Padre".
En la prueba -observa- la oración del "por qué" puede fluir de
nuestros corazones: un grito lanzado en las tinieblas de la tribulación, porque
nadie puede entender plenamente el dolor. Orar -afirma Francisco- es comprender
que somos hijos de un único Padre que no nos abandona y nos hace descubrir
hermanos más allá de nuestras pequeñas fronteras. Orar es salir al encuentro
del otro, un misterio de amor que siempre ha estado en la mente de su Creador.
3. El Espíritu Santo está perturbando
Un aspecto fuerte de este pontificado es la invitación
a dejarse cambiar por el Espíritu Santo. La vida del cristiano -repite a menudo
el Papa- es una conversión continua, un éxodo diario del yo hacia ti, del
cierre a la salida, de la defensa a la recepción: es una necesidad de profunda
renovación espiritual que choca con nuestra resistencia a no dejarnos
transformar por la caridad, tal vez en nombre de una verdad que queremos poseer
como un paquete de doctrinas que no dejan lugar a dudas. En cambio, subraya el
Papa, el Espíritu "perturba" con sus sorpresas, avanza con sus
fuerzas, hace crecer en la fe con su sabiduría, pero también con sus dudas:
"En un sentido positivo", las dudas "son un signo de que
queremos conocer mejor a Jesús y el misterio de su amor por nosotros. El
Espíritu Santo nos hace verdaderos evangelizadores: no buscadores de prosélitos
para adoctrinar y encerrar en una secta, sino simples portadores de la Verdad hecha
persona, que no se impone sino que nos hace libres.
4. Una Iglesia con puertas abiertas
La Iglesia es un sacramento de salvación y por eso
-dice el Papa- "está llamada a ser siempre la casa abierta del
Padre". Aunque puede suceder que "actuemos como controladores de la
gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa
del padre donde hay lugar para cada uno con su vida cansada". "Ni
siquiera las puertas de los sacramentos deben estar cerradas por ninguna razón.
Inventamos el octavo sacramento, dice, el de las costumbres pastorales. Así
pues, "la Eucaristía, aunque constituye la plenitud de la vida
sacramental, no es una recompensa para el perfecto, sino un generoso remedio y
alimento para el débil. Estas convicciones - observa el Papa Francisco - tienen
también consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con
prudencia y audacia". La comunidad cristiana está llamada a convertirse en
un buen samaritano para inclinarse sobre los hermanos y hermanas heridos que
quedan a un lado del camino. Pero es necesario no encerrar a Jesús en los
templos: está llamando a la puerta para salir y dar vida.
5. Una continua renovación espiritual
La Iglesia, pueblo de Dios -dice el Papa-, está
llamada a renovarse constantemente para ser cada vez más fiel a Cristo. Es un
dinamismo interior movido por el Espíritu que hace comprender mejor las
verdades cristianas y hace crecer la comprensión de la fe: es ese desarrollo de
la doctrina el que puede escandalizar, pero que en 2000 años de historia ha
dado muchos pasos que hoy nos parece que se dan por sentados. El peligro es
absolutizar un momento histórico dado y cristalizarlo en una forma particular,
perdiendo la perspectiva de un viaje. Es una Iglesia que se deja purificar en
las pruebas, como el escándalo de los abusos, "una Iglesia pobre para los
pobres" que existe para servir y saber caminar juntos, clero, religiosos y
laicos, hombres y mujeres, más allá de cualquier tentación de clericalismo. Es
la perversión mundana del sacerdocio: de ser una fuerza vital de salvación, se
convierte en una mano depredadora que roba y devasta. El Papa hizo un fuerte
llamamiento a los pastores para que no sean príncipes, sino pastores que
compartan la alegría y el sufrimiento de la comunidad. En la conciencia de que
somos un "no pueblo" y sólo Dios nos hace su "pueblo".
6. La verdadera fe nos pone en crisis
El Papa Francisco ha puesto tanto de nuestro
cristianismo en crisis. Al hacerlo, Jesús espoleó a los así llamados vecinos,
luego fueron escribas y fariseos, y lanzó puentes hacia los así llamados
lejanos. Obligó, con un lenguaje a menudo fuerte y colorido, a tomar posición
sobre sus palabras: podemos aceptarlas con humildad dejándonos corregir o
rechazarlas con indignación ofendida. "Una fe que no nos pone en crisis
-dijo- es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe que debe
crecer; una fe que no nos cuestiona es una fe sobre la que debemos
cuestionarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe animarnos; una fe que
no nos molesta es una fe que debe ser molestada". Porque Dios, que se hace
hombre y muere, crucificado por nosotros y resucita, no puede dejar de
molestar. Los fariseos tenían todo claro acerca de la fe, así que la poseían
como un objeto y podían manejarla, preservando la seguridad de su poder; y
podían engañar a Dios.
En cambio, Jesús nos llama a seguirlo en sus caminos
que no son nuestros caminos. A veces el lenguaje de Francisco puede no
gustarle, puede parecer duro, pero es un estímulo para repensar siempre la
propia fe porque no la damos por sentada y no caemos en un riesgo fácil para
los que se consideran cercanos: la hipocresía.
7. La caridad por encima de todo
La esencia del cristianismo -repite el Papa- es la
caridad. Podemos anunciar al mundo las verdades más grandes de la fe dando
incluso vida, haciendo maravillas y cazando demonios, pero sin amor no somos
nada. La caridad no es una abstracción. Francisco no se cansa de recordar que
al final de nuestras vidas seremos juzgados por algo muy concreto. Y cita a
menudo el capítulo 25 del Evangelio de Mateo: "Tuve hambre y me disteis de
comer, tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis, desnudo y
me vestisteis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y vinisteis a
visitarme". En esta continua llamada a la atención de los pobres, de los
migrantes y de los sufrimientos de todo tipo, a quienes quiere abrazar por
primera vez en las audiencias, a veces no se entiende al Papa, se le acusa de
hacer prevalecer el aspecto social sobre el trascendente. Todo lo contrario. Este
llamamiento tiene una raíz escatológica profunda: pensar en el juicio final. En
la tarde de la vida será nuestro amor concreto en esta vida el que nos juzgará.
Si no reconocemos a Cristo en el rostro de los pobres, no reconoceremos a Jesús
cuando lo veamos cara a cara.
8. La santidad es la misericordia de la vida cotidiana
Este es el tiempo de la misericordia. Es otra frase de
Francisco a menudo malentendida, como si cayera en la bondad relativista. La
misericordia del Señor, repite el Papa, es infinita, pero si no la aceptamos
tomamos la llamada ira de Dios. Es el infierno, el rechazo del amor de Dios. El
Todopoderoso sólo se detiene ante una cosa: nuestra libertad. Por eso el Papa
hace la distinción entre pecadores y corruptos. Todos somos pecadores, y
Francisco se pone en primera línea, pero los corruptos son los que se sienten
justos y no quieren aceptar el perdón de Dios. Los santos, en cambio, son los
que aceptan la misericordia divina en su debilidad y la derraman sobre los
demás. Son pecadores que se dejan elevar continuamente por el amor gratuito de
Dios, que les da la fuerza para gastar su vida por los demás, en el silencio de
la vida cotidiana.
9. El cristiano está en el mundo, pero no en el mundo
Francisco da un fuerte sentido espiritual a sus
palabras y, en línea con toda tradición, ve al cristiano comprometido en el
mundo, pero con los ojos del cielo. La invocación "ven a tu reino" es
trabajar en esta tierra para construir ya desde aquí el reino del amor de Dios.
El cristiano no es aquel que se encierra en su propio intimismo religioso, sino
que trae su ladrillito para construir la paz, la justicia y la fraternidad en
la sociedad. De ahí las denuncias del Papa contra los mercaderes de la muerte
que ganan en las guerras, contra una economía que mata y descarta a los más
débiles, contra colonizaciones ideológicas, como la teoría del género, que
atacan la vida, la familia, la libertad de educación y la conciencia. Francisco
escribió una encíclica sobre el cuidado de la creación, no porque sea un "Papa
verde", como algunos lo han definido, sino porque cuidar de la casa común
es administrar un bien que Dios nos ha confiado para el bien de todos. Al no
cuidar el medio ambiente en el que nos encontramos, hace que los ricos sean más
ricos y los pobres más pobres más pobres, sin calcular el daño para las
generaciones futuras. La llamada del Papa Francisco a los cristianos no es a
alejarse del mundo, sino a comprometerse con las cosas del mundo de una manera
cristiana.
10. La ayuda de María y la lucha contra el diablo
Francisco cita a menudo al diablo. No se avergüenza de
aparecer como alguien que habla de cosas consideradas medievales por muchos.
"El diablo también existe en el siglo XXI", dijo. Detrás del mal que
hace el hombre está Satanás. Dice esto no para menospreciar las
responsabilidades del hombre, sino para dejar claro que la mayor lucha es en el
nivel espiritual. El diablo es el que divide: quiere dividirnos de Dios y de
nuestros hermanos y hermanas, divide a los pueblos, a las comunidades, a la Iglesia,
a las familias. Dice mentiras, acusa, es un enemigo, mata. Francisco siempre
apela a María en esta lucha. Se confía a la Madre de Dios, como lo hace al
principio y al final de cada viaje internacional, cuando se dirige a Santa
María Maggiore para rezar ante el icono del Salus
Populi Romani. El Papa exhortó a los fieles a seguir rezando el Rosario
todos los días, a pedir por intercesión de María y de San Miguel Arcángel la
protección de la Iglesia de los ataques del diablo. El Rosario, dice, es su oración
del corazón. Francisco nos invita a creer en la fuerza de la oración y al final
de cada discurso hace esta petición, que ahora nos es familiar: "No
olviden orar por mí". Y de vez en cuando añade: "¡Lo necesito!".
Algunos datos sobre el pontificado
En los seis años de su pontificado, Francisco ha
pronunciado más de 1000 homilías, de las cuales más de 670 en las Misas de
Santa Marta, ejemplo de vívida lectio divina a braccio. Más de 1200
discursos públicos, 264 catequesis en la audiencia general el miércoles (sobre
los siguientes temas: Año de la fe, en particular el Credo, los Sacramentos,
los dones del Espíritu Santo, la Iglesia, la familia, la misericordia, la
esperanza cristiana, la Santa Misa, el Bautismo, la Confirmación, los
Mandamientos, la oración del Padre Nuestro). Y también: 342 pequeñas catequesis
sobre el Evangelio del domingo y los días festivos con ocasión del Ángelus
y Regina Caeli; dos Encíclicas (Lumen fidei, completando lo que
comenzó Benedicto XVI, y Laudato si'); tres Exhortaciones
apostólicas (Evangelii gaudium, texto programático del pontificado y
fundamental para comprenderlo en su amplitud, y luego Amoris laetitia y
Gaudete et exsultate); 36 Constituciones apostólicas (Episcopalis
communio, Veritatis gaudium y Vultum Dei quaerere); 27 Motu proprio;
una Bula para la proclamación del Jubileo de la Misericordia (Misericordiae
Vultus).
El Papa presidió tres Sínodos, dos sobre la familia y uno sobre
los jóvenes, realizó 27 viajes internacionales con 41 países visitados (de
todos los continentes excepto Oceanía) y 24 viajes a Italia. Entre las
numerosas canonizaciones recordamos a los tres Papas, Juan XXIII, Pablo VI y
Juan Pablo II, y luego a la Madre Teresa de Calcuta, Monseñor Romero, a los dos
hijos pastores de Fátima Jacinta y Francisco Marto, a los padres de Santa
Teresa del Niño Jesús, a las dos místicas Ángela da Foligno e Isabel de la
Trinidad. Finalmente, tiene una cuenta en Twitter en 9 idiomas (@pontifex), con
48 millones de seguidores, y en Instagram (Franciscus) tiene casi 6 millones de
seguidores.
Sergio Centofanti - Ciudad del Vaticano
Vatican News