“El martirio es un servicio, es un misterio, es un don de la vida, muy especial y muy grande”
![]() |
| El Papa celebra la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta (Vatican Media) |
En su homilía de la Misa matutina celebrada en la
capilla de la Casa de Santa Marta, el Papa invitó a meditar acerca de los
cuatro protagonistas que intervinieron en el fin del Bautista: el rey corrupto
e indeciso, la mujer diabólica que odiaba, la bailarina vanidosa y caprichosa y
el profeta decapitado solo en la cárcel, "el hombre más grande nacido de
mujer” que se disminuyó para hacer crecer a Jesús
El martirio de Juan representa un gran testimonio de
que la vida tiene valor sólo al donarla a los demás “en el amor, en
la verdad, en la vida cotidiana y en la familia”. El Santo Padre comentó así en
su homilía de esta mañana el pasaje del Evangelio de Marcos propuesto por la
liturgia del día y dedicado, precisamente, al martirio por decapitación de San
Juan Bautista.
Cuatro personajes a través de los que el Señor nos habla
Un relato con cuatro personajes a los que el Papa
invitó a mirar “abriendo el corazón” para que el Señor nos hable. Un relato que
Francisco describe iniciando por el final, con los discípulos de Juan que piden
el cuerpo del profeta y lo colocan en un sepulcro.
Juan nos hace ver a Jesús, después su luz se apaga
“El más grande terminó así – comentó el Pontífice –
pero Juan sabía esto, sabía que debía aniquilarse”. Lo había dicho desde el
inicio, hablando de Jesús: “Él debe crecer, yo, en cambio, disminuir”. Y él “se
disminuyó hasta la muerte”. Fue el precursor – prosiguió diciendo el Papa
Francisco – el anunciador de Jesús, que dijo: “No soy yo, éste es el
Mesías”. “Lo hizo ver a los primeros discípulos – recordó el Santo Padre – y
después su luz se fue apagando poco a poco, hasta la oscuridad de aquella
celda, en la cárcel, donde solo, fue decapitado”.
El martirio es un servicio, un misterio, un don
Pero, ¿por qué sucedió esto?, se preguntó Francisco.
“No es fácil relatar la vida de los mártires, dijo. Y añadió: “El martirio es
un servicio, es un misterio, es un don de la vida, muy especial y muy grande”.
Y al final las cosas se concluyen violentamente, a causa de “actitudes humanas
que llevan a quitar la vida de un cristiano, de una persona honesta y hacerla
mártir”.
El rey corrupto que no logra cambiar de vida
Asimismo el Pontífice analizó las actitudes de los
tres personajes protagonistas del martirio. El rey, ante todo, que “creía que
Juan era un profeta”, “lo escuchaba de buena gana”, y hasta “lo protegía”, pero
lo tenía en la cárcel. Estaba indeciso, porque Juan “le reprochaba su pecado”,
el adulterio. En el profeta – explicó el Papa – Herodes “sentía la voz de Dios
que le decía: ‘Cambia de vida’, pero no lograba hacerlo. El rey era corrupto, y
donde hay corrupción, es muy difícil salir”. Un corrupto que “trataba de hacer
equilibrios diplomáticos” entre la propia vida, no sólo adúltera, sino también
llena “de tantas injusticias que llevaba adelante”, y la conciencia de la
“santidad del profeta que tenía delante”. Y no lograba desatar el nudo.
La mujer que tenía el espíritu satánico del odio
Después el Papa describió a Herodías, la mujer del
hermano del rey, asesinado por Herodes para tenerla. El Evangelio sólo dice de
ella que “odiaba” a Juan, porque hablaba con claridad. “Y nosotros sabemos que
el odio es capaz de todo – comentó Francisco – es una fuerza grande. Satanás
respira el odio. Pensemos que él no sabe amar, no puede amar. Su ‘amor’ es el
odio. Y esta mujer tenía el espíritu satánico del odio”, que destruye.
A Salomé el rey le dijo “te daré todo” como satanás
En fin, el tercer personaje, la hija de Herodías,
Salomé, buena bailarina, “que gustó tanto a los comensales y al rey”. Herodes,
en aquel entusiasmo, prometió a la muchacha: “Te daré todo”. “Usa las mismas
palabras – recordó el Pontífice – que ha usado satanás para tentar a Jesús. ‘Si
tú me adoras te daré todo, todo el reino’”. Pero Herodes no podía saberlo.
Detrás de estos personajes está satanás, sembrador de
odio en la mujer, sembrador de vanidad en la muchacha, sembrador de corrupción
en el rey. Y el “hombre más grande nacido de mujer” terminó solo, en una celda
oscura de la cárcel, por el capricho de una bailarina vanidosa, el odio de una
mujer diabólica y la corrupción de un rey indeciso. Es un mártir, que dejó que
su vida disminuyese, disminuyese, disminuyese, para dar lugar al Mesías.
Testimonio de un gran hombre y gran santo
Juan muere allí, en la celda, en el anonimato, “como
tantos mártires nuestros”, comentó el Papa Francisco con cierta amargura. El
Evangelio dice sólo que “los discípulos fueron a recoger el cadáver para darle
sepultura”. Todos pensamos – añadió el Papa – que se trata de “un gran
testimonio, de un gran hombre, de un gran santo”.
La vida sólo tiene valor al donarla, al donarla en el
amor, en la verdad, al donarla a los demás, en la vida cotidiana, en la
familia. Donarla siempre. Si alguien toma la vida para sí mismo, para
custodiarla, como el rey en su corrupción, o la señora con el odio, o la joven,
la muchacha, con su propia vanidad – un poco adolescente, inconsciente – la
vida muere, la vida termina marchitada, non sirve.
Abrir el corazón: el Señor nos habla a través de estas figuras
Juan – concluyó Francisco – donó su vida: “Yo, en
cambio, debo disminuir para que Él sea escuchado, sea visto, para que el Señor
se manifieste”.
Sólo les aconsejo que no piensen demasiado en esto,
sino que recuerden la imagen, que piensen en los cuatro personajes: el rey
corrupto, la señora que sólo sabía odiar, la muchacha vanidosa que no tiene
consciencia de nada, y el profeta decapitado solo en su celda. Ver eso, y que
cada uno abra el corazón para que el Señor nos hable sobre esto.
Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano
Vatican
News
