Como es habitual en estos casos, el Santo Padre trazó un balance de su viaje a Panamá, con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud
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| El Papa Francisco durante la audiencia general del 30 de enero (Vatican Media) |
Durante
la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI ante la presencia de miles
de fieles, el Pontífice se refirió a su reciente viaje apostólico a Panamá, con
motivo de la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud sobre el tema: “Aquí está la
sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra”
Tras
regresar el lunes de su viaje apostólico internacional a Panamá, el Santo Padre
Francisco reanudó esta mañana, en el Aula Pablo VI del Vaticano, su
acostumbrada audiencia semanal ante la presencia de casi siete mil fieles y
peregrinos de los cinco continentes.
De
entre los grupos más numerosos destacamos el de las familias italianas del
mundo del espectáculo itinerante, la asociación del voluntariado europeo
solidario, los miembros del Instituto Caetani de Cisterna de Latina, un grupo
de sacerdotes franceses de la diócesis de Versalles, acompañados por Mons. Eric
Aumonier, otro de peregrinos estadounidenses de Luisiana, Texas y California,
miembros mexicanos del Instituto Juan Sebastián Elcano de Cartagena,
parroquianos argentinos de Santa Rosa de los Andes y miembros del colegio San
José de Coimbra en Portugal.
Como
es habitual en estos casos, el Santo Padre trazó un balance de su viaje a
Panamá, con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, que
tenía como lema las palabras de María al Ángel: Aquí está la sierva del Señor;
hágase en mí según tu palabra.
En
primer lugar, el Papa dio gracias a Dios “por la presencia de tantos jóvenes
que han contagiado a todo el País y a toda América Central con su alegría y su
fe. Agradezco también a las autoridades, dijo, a los habitantes y a todos los
voluntarios por su afectuosa acogida”.
Los niños, mi orgullo, mi
futuro
Hablando
en italiano espontáneamente, Francisco destacó que una cosa le llamó tanto la
atención en Panamá fue que la gente levantaba en brazos s los niños. Cuando él
pasaba con el Papamóvil, todos levantaban a los niños como para decir, “¡he
aquí mi orgullo, he aquí mi futuro!”. Y “¡hacían ver a los niños – exclamó – y
eran tantos!”. “Y los padres o las madres orgullosos de aquel niño”.
El invierno demográfico,
sin niños, es duro
Entonces
el Papa dijo que pensó en la gran dignidad de este gesto, y ¡cuán elocuente es
para “el invierno demográfico que estamos viviendo en Europa! “El orgullo de
aquella familia son los niños”, dijo. Y “la seguridad para el futuro son los
niños”. “¡El invierno demográfico, sin niños, es duro!”.
América Central necesitada
de esperanza, paz y justicia
Si
bien el motivo de este viaje fue la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa
Bergoglio explicó que además del encuentro con los jóvenes tuvo la oportunidad
de encontrarse con otras realidades del país, con las autoridades, los obispos,
los jóvenes detenidos, los consagrados y una casa-familia. “Todo – dijo
Francisco – fue como ‘contagiado’ y ‘amalgamado’ por la presencia gozosa de los
jóvenes: una fiesta para ellos y una fiesta para Panamá, y también para toda
América Central, marcada por tantos dramas y necesitada de esperanza y de paz,
y también de justicia”.
El rostro multiforme de la
Iglesia en América Latina
El
Pontífice no olvidó decir que esta Jornada Mundial de la Juventud estuvo
precedida por el encuentro de los jóvenes de los pueblos nativos y
afroamericanos. “Un hermoso gesto, dijo, tuvieron cinco días de encuentro, los
jóvenes indígenas y los jóvenes afrodescendientes”.
Y
tras destacar que son muchos en aquella región, añadió que ellos fueron quienes
abrieron la puerta a la Jornada Mundial de la Juventud. Lo que definió una
iniciativa importante que ha manifestado aún más el rostro multiforme de la
Iglesia en América Latina: “América Latina es mestiza”, dijo el Papa.
Los jóvenes cristianos son
en el mundo levadura de paz
Ver
desfilar juntas todas las banderas – recordó Francisco –, verlas danzar en las
manos de los jóvenes felices de encontrarse, es “un signo profético, un signo
contracorriente con respecto a la triste tendencia actual, la de los
nacionalismos conflictivos, que levantan muros y se excluyen de la universalidad,
del encuentro entre los pueblos”. “Es un signo – añadió – de que los
jóvenes cristianos son en el mundo levadura de paz”.
Tras
aludir a la “huella mariana” de esta Jornada Mundial de la Juventud, el
Pontífice destacó la etapa del Vía Crucis, es decir, “caminar con María detrás
de Jesús que lleva la cruz” y que es escuela de vida cristiana, donde se
aprende el amor paciente, silencioso y concreto.
En el Vía Crucis se
aprende el amor paciente, silencioso y concreto
Y
añadió textualmente: “Les hago una confidencia: a mí me gusta mucho hacer el
Vía Crucis, porque es ir con María detrás de Jesús. Y siempre llevo conmigo,
para hacerlo en cualquier momento, un Vía Crucis de bolsillo, que me regaló una
persona muy apostólica en Buenos Aires. Y cuando tengo tiempo, lo tomo y sigo
el Vía Crucis. Hagan también ustedes el Vía Crucis, porque es seguir a Jesús
con María en el camino de la cruz, donde Él dio la vida por nosotros, por
nuestra redención. En el Vía Crucis se aprende el amor paciente, silencioso y concreto”.
María, la “influencer de
Dios
Refiriéndose
al culmen de la Jornada Mundial de la Juventud y de su viaje dijo el Papa que
en la Vigilia, en aquel campo lleno de jóvenes que durmieron allí, y que a las
ocho de la mañana participaron en la Misa conclusiva, se renovó el diálogo vivo
con todos los chicos y chicas, entusiastas y también capaces de silencio y de
escucha. Allí, recordó Francisco, pasaban del entusiasmo a la escucha y a la
oración en silencio. A ellos – prosiguió – les propuse a María como aquella
que, en su pequeñez, más que cualquier otra persona ha “influido” en la
historia del mundo, y la hemos llamada la “influencer de Dios”.
Instrucción, trabajo y
comunidad para los jóvenes
Asimismo
recordó que los jóvenes “no son el mañana”. “No – dijo Francisco – son el hoy
para el mañana. No son el mientras tanto, sino el hoy, el ahora de la Iglesia y
del mundo”. Por esta razón hizo un llamamiento a la responsabilidad de los
adultos, para que no falten a las nuevas generaciones la instrucción, el
trabajo, la comunidad y la familia. “Y ésta – agregó el Santo Padre – es la
clave en este momento en el mundo, porque estas cosas faltan. “Instrucción, es
decir, educación. Trabajo: cuántos jóvenes carecen de él. Comunidad: que se
sientan acogidos en la familia y en la sociedad”.
Por
último, el Santo Padre aludió al fuerte valor simbólico que tuvo la
consagración del altar de la restaurada Catedral de Santa María La Antigua, que
estuvo cerrada durante siete años. E hizo una analogía entre el Crisma que
consagra el altar, que es el mismo – dijo – que unge a los que reciben el
Bautismo, la Confirmación, a los sacerdotes y a los obispos. De ahí su deseo de
que la familia de la Iglesia, en Panamá y en el mundo entero, tome siempre del
Espíritu Santo nueva fecundidad, para que prosiga y se difunda en la tierra la
peregrinación de los jóvenes discípulos misioneros de Jesucristo.
María
Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
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