Las
sorpresas de la Virgen María
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© Sanctuaire marial des Hautes-Alpes |
El
santuario mariano de Nuestra Señora de Laus, en Francia, ha comenzado su año jubilar, con motivo del 350º aniversario de las primeras
apariciones de la Virgen María a Benedicta Rencurel. Se trata de unas
apariciones peculiares, porque se prolongaron durante 54 años. Otro rasgo
típico del santuario, situado en una región montañosa del sureste de Francia,
es el buen olor que, sin causa aparente, se deja sentir en ciertas ocasiones.
En su libro Hipótesis sobre María, el escritor italiano Vittorio Messori
dedica un capítulo a estas apariciones, que reproducimos por cortesía de Libros
Libres:
El
mundo de esta María de Nazaret es realmente inagotable y está lleno de pequeñas
y grandes sorpresas, aunque siempre tranquilizadoras.
Pensaba
en ello durante los días de calor de un mes de agosto, mientras recorría la
autopista que lleva desde Turín al túnel del Fréjus. Antes de llegar a
Bardonecchia, es decir, antes de la entrada del gran túnel, se sale a Oulx,
recorriendo la nacional por el puerto del Monginevro. Pasando aquí la frontera
(o ex: policías y financieros ya han desaparecido) se prosigue por la national francesa
que lleva a Briançon y, desde ahí, sigue hacia Gap. Antes de llegar a esta
ciudad, a unos noventa kilómetros de la frontera italiana, una serie de señales
llevan a trepar por una placentera montaña, hasta una altura de poco más de
novecientos metros. Un panorama hermosísimo, que ha permanecido prácticamente
intacto, y un aire tonificante: este departamento, llamado de los Hautes Alpes,
es famoso por su clima, que une las virtudes alpinas con las marinas,
procedentes de la no lejana Provenza.
Así
llegamos a Notre Dame du Laus, Nuestra Señora del Lago (éste es el significado
de Laus en el dialecto local occitano). Lugar extraordinario, y no
sólo por lo placentero, sino sobre todo por el mensaje espiritual que trasmite
desde hace más de tres siglos y que, en el fondo, todavía hay que descubrir por
completo. Con frecuencia, lo es para los mismos franceses que, o no lo conocen
o sólo han oído algo gracias a los llamados «perfumes del Laus».
En
efecto, ocurre esto: la mujer que se encuentra en el origen del santuario y de
la peregrinación correspondiente fue guiada a este solitario altiplano por la
Virgen misma, quien le dijo que el lugar exacto donde quería que su Hijo fuese
adorado se le revelaría por el «buen olor». Así ocurrió de hecho y, desde
entonces (las apariciones, lo veremos, duraron más de medio siglo) la vidente
salía de sus encuentros místicos con la Madre de Dios completamente impregnada
de misteriosos e intensos perfumes.
En cualquier lugar, de
forma inesperada
El
fenómeno se ha observado sin interrupción hasta nuestros días: puede ocurrir en
la iglesia-santuario (donde, en efecto, no se acostumbra a depositar flores
perfumadas para no inducir a confusión con ellas); pero puede ocurrir también
en las casas de acogida para los peregrinos, que rodean el lugar sacro o,
incluso -ha sucedido con frecuencia- en el amplio aparcamiento. Yo mismo
durante mis estancias, he hablado con muchos huéspedes -gente sólida, positiva,
no visionarios -que habían percibido estos efluvios, cuyo efecto parece
proporcionar una grandísima alegría y una gran consolación espiritual.
Recientemente,
un docente universitario, François de Muizon, que ha realizado una
investigación sobre este fenómeno, ha escrito: «Se imponen algunas constataciones.
Ante todo, no es factible la hipótesis de un truco: nadie podría provocar estos
perfumes en circunstancias y lugares tan distintos. Además, no se trata de un
hecho derivado de fuentes odoríferas naturales, puesto que los efluvios se
sienten indistintamente en todas las estaciones, de día y de noche, en el
interior y en el exterior. Antes de haberse encontrado inmersos en ellos
repentinamente, muchísimos testigos ignoraban la misma existencia de
estos buenos olores del Laus. Esto hace implanteables las habituales
explicaciones a las que se suele acudir instintivamente, como la autosugestión,
el delirio o la histeria. El misterio aumenta no sólo por el grandísimo número
de testimonios, sino también por su permanencia a lo largo de los siglos, a
través de tiempos y culturas completamente distintas».
Naturalmente,
el creyente no se sorprenderá de estos hechos, puesto que el perfume acompaña
con frecuencia a la vida en comunión con el Evangelio. «En olor de santidad”
dice-la expresión estereotipo: no sólo olor de los muertos, a veces también de
los vivos, como se cuenta por ejemplo del padre Pío de Pietrelcina.
Con
frecuencia, el perfume va unido a los prodigios marianos (…) Una señal de presencia
mariana que, en el santuario francés del que nos ocupamos en esta ocasión,
parece haberse hecho permanente y tan habitual que muchos de los que frecuentan
estos lugares lo consideran casi normal.
54 años de presencia
mariana
Presencia
mariana, decíamos: pues bien, si esta es la realidad que caracteriza todo lugar
donde se dice que la Virgen se ha aparecido, esta presencia alcanza tal vez, en
Laus su vértice mundial. En efecto, ¡la vidente gozó de las visitas de la Madre
durante 54 años! Entre un encuentro y otro con Ella, los hubo también con
Cristo mismo, con santos y con ángeles. Así, precisamente Notre Dame du Laus se
ha citado en estos años a propósito de Medjugorje, donde las apariciones,
sobre las que la Iglesia aún no se ha pronunciado, han sido juzgadas, por
muchos, como implanteables a priori por la duración de los fenómenos
y el consecuente número de mensajes que se habrían entregado a los jóvenes
videntes. En realidad, por lo menos existe un precedente y es precisamente éste
del que hablamos.
La
Señora que vino a estos Alpes Marítimos (y que se autodenominó Dame
Marie) apareció y habló a la misma persona durante más de medio siglo. Y
no hay que pensar en la acostumbrada creencia popular sin fundamento, puesto
que una larga serie de obispos ha reconocido y animado la peregrinación. Y la
vidente es, desde hace tiempo, Venerable, mientras que se ha retomado recientemente
-con buenas perspectivas- el iter para alcanzar la beatificación.
Ha
llegado el momento de hablar de esta privilegiada especial del Cielo, de esta
Venerable Benoite Rencurel. Nació el 17 de septiembre de 1647 en este rincón
apartado de lo que entonces se llamaba el Delfinado. La infancia de Benita
-ésta es la trascripción de su nombre en francés- fue la habitual para los
campesinos de entonces: miseria, analfabetismo, viudedad de su madre y empleo
como pastorcilla de los vecinos.
La Virgen, maestra y
catequista
En
efecto, ésta es la extraordinaria originalidad de Laus: Dame Marie toma
en sus manos -como una madre y, al mismo tiempo, una maestra- no sólo la
educación religiosa, sino también la humana de aquella que no es más que una
tosca e ignorante pastorcilla montañera. Y una vez formada, le confía la
construcción de un santuario, la organización de una peregrinación, la acogida,
guía y preparación a los sacramentos de la confesión y de la comunión de los
peregrinos… Cuando algunas monjas de Saboya proponen instalarse en Laus,
esperando convencer a Benita para que se hiciera hermana suya, el testimonio de
la vidente nos refiere que «la Madre de Dios dijo que eso no se podía hacer,
que esas religiosas estaban demasiado retiradas, que era necesario que ella
viera a los peregrinos, que hablara con ellos cuando se lo pedían, para darles
los consejos necesarios, como Dios la inspiraba. Y esto no lo habría podido
hacer en un monasterio, donde habría estado demasiado encerrada…»
De
esta singularidad se deriva otra: desde el principio, subir al Laus no se ha
entendido, como en los demás santuarios, en el sentido de una visita
individual, rápida, para volver de inmediato al lugar del que se ha llegado.
Este monte es un lugar de pedagogía celestial, de estancia prolongada con
la Madre. De aquí la presencia, desde el comienzo, de casas de acogida donde
comer, dormir y encontrarse con los hermanos entre una práctica religiosa y la
siguiente. Es una costumbre que no sólo sigue sino que, en estos tiempos, se ha
ampliado y organizado con mucha atención, respetando siempre la tradición de
sencillez. Llegar a este altiplano significa descubrir una eficiente ciudadela
mariana, con hôtelleries abiertas todo el año, que pueden acoger a
centenares de personas y que ponen a su disposición enormes salas de reuniones
(…)
Una muchacha ignorante,
misionera de la Virgen
Volvamos
a Benoîte, a la que hemos dejado al principio de su extraordinaria aventura.
Después de algunos meses de familiaridad, Dame Marie le impuso ir a
la otra parte del valle, al altiplano llamado precisamente «el Lago», le
Laus en occitano, donde no había más que poquísimas casas y una pequeña y
mísera capilla que Benoîte habría reconocido «por sus buenos olores». Con una
disposición insensata desde el punto de vista humano, para una muchacha
ignorante, sin medios, sin ningún prestigio social, la Señora le confía
precisamente a ella la construcción de un santuario.
Naturalmente,
por una serie de circunstancias providenciales, con la concatenación de golpes
de escena imprevistos, ocurre lo imposible: en pocos años, donde no había más
que ovejas y cabras surge un lugar de culto que desafiaría al tiempo. Aún hoy,
la basílica construida en tiempos de la vidente tiene en su interior la capilla
primitiva, llamada de La Bonne Rencontre, el nombre que los alpinos
dan a la Anunciación. En el ábside de la capilla está el altar mayor del
santuario, ante cuyo tabernáculo arde la lámpara habitual. Pero no es corriente
el rito que todos los peregrinos realizan aquí: después de arrodillarse para
adorar al Santísimo, meten los dedos en el aceite de la lámpara y, con él,
hacen la señal de la cruz
Pequeñas
ampollas de aceite se envían a toda Francia y a muchos otros países en los que
se ha difundido el culto. En efecto, según una promesa de Dame Marie misma
a su benjamina, el contacto con ese líquido, con una actitud de fe hacia la
omnipotencia del Hijo, provocaría prodigios de curación espiritual y, también,
física.
Por
tanto, junto a los misteriosos perfumes (y junto, decíamos, a la
estancia: ecclesia et domus), la unción con el aceite de la lámpara
del Santísimo parece caracterizar este lugar mariano. Una forma sanamente material de
vivir la devoción que conquistó al pueblo, pero que causó repugnancia al
jansenismo que, en aquella segunda mitad del siglo XVII, implicó a mucho clero,
sobre todo francés. De aquí, desconfianzas y persecuciones hacia la vidente,
tras la acogida positiva -aunque con la prudencia acostumbrada- de la Iglesia
local, representada por la diócesis de Embrun, suprimida por la
Revolución y, a continuación, unida definitivamente a la de Gap. Como siempre,
la oposición se demostró fecunda, confirmando la solidez espiritual de la mujer,
formada en la fe por la Virgen misma, como reconocieron los obispos tras largos
y extenuantes interrogatorios.
Devoción que sobrevivió al
cambio de siglo
Es
un hecho que las persecuciones cesaron y que la peregrinación pudo continuar,
aunque en medio de algunas interrupciones debidas al paso de los ejércitos.
Así
siguió hasta el final también el contacto continuo de Benoîte con el Cielo:
moriría a los 71 años, en 1718, rodeada por la veneración y agradecimiento de
todos. Fue sepultada, y lo sigue estando, ante el altar mayor, precisamente
bajo la lámpara cuyo aceite sirve cada día para la unción de los devotos.
Con
la muerte de la vidente no se extinguió en absoluto la devoción por aquel lugar
de culto: más aún, fue tan sólida que pudo sobrevivir a la furia de la
Revolución de final de siglo y retomar después su camino, cada vez más
desenvuelto.
Tampoco
se extinguió la veneración de los peregrinos hacia Benoîte, el instrumento
humano elegido por María misma. Pero la supresión de la diócesis de Embrun y, a
continuación, la sucesión de distintas congregaciones religiosas en la guía del
santuario, hicieron que sólo en 1872 el Papa Pío IX pudiera proclamar
oficialmente a la vidente «venerable sierva de Dios».
Causa de canonización en
curso
La
causa sucesiva para la beatificación encontró obstáculos por parte de algunos
historiadores extravagantes, no cierto por parte de los Papas (León XIII
concederá a Laus el título de Basílica menor) ni, mucho menos, de los obispos
de Gap que, unánimes, se levantaron aquí y recomendaron a sus fieles que
hicieran lo mismo.
Los
problemas surgieron, parece, porque la causa se había planteado mal, con una
investigación insuficiente de las fuentes. Y sin embargo, estas últimas son
tales que hacen decir a Yves Chiron, uno de los mayores especialistas actuales,
que las de Laus «están entre las apariciones absolutamente mejor documentadas».
En efecto, disponemos de los informes escritos de cuatro testigos oculares de
la vida de Benoîte, en un total de centenares y centenares de páginas.
Recientemente publicados en ediciones críticas, estos textos han permitido a la
Congregación vaticana de los santos retomar la causa, y un final positivo
parece cercano. Por tanto, la Iglesia podría tener, pronto, una nueva Beata y,
a continuación, una nueva santa.
Además,
no debe olvidarse la modernidad de esta figura laica (sólo se hizo terciaria
dominica), que se convierte en una precisa y comprometida líder espiritual y
que muestra las dotes de valor, de decisión y de sabiduría que la fe puede
hacer emerger. Es curiosa, entre otras cosas, en aquella época de oscuro
jansenismo y de ascetismo con frecuencia exagerado, su llamada (inspirada, se
sobreentiende, en lo que le enseñaba su Maestra) a la moderación, incluso
de la penitencia. Porque, decía, «si se come demasiado poco y se maltrata
demasiado el cuerpo, no se puede rezar bien…».
Así
pues, he aquí otras figuras, he aquí otras historias del polícromo y fascinante
mundo mariano, tan desconocido hoy incluso para muchos cristianos. Un mundo que
una estancia en Laus, esta isla «perfumada» de paz para el alma y de distensión
para el cuerpo, puede contribuir a descubrir.
Escrito por Vittorio Messori
Publicado
por Alfa y Omega