La
historia continúa
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Como
contábamos hace unos días, estamos haciendo una gran cantidad de pulseras para
otras hermanas. Pero, ya que la cantidad era desbordante como para hacerlo solo
entre las tres que somos en el Noviciado, este lunes les pedimos ayuda a las
hermanas de Comunidad.
Cuando
tocaban la campana para ir a trabajar, ya lo teníamos todo preparado: goma,
alicates, abalorios, las cruces grabadas... de manera que, según iban llegando,
les explicábamos cómo hacer. ¡Menuda jornada laboral!
Tengo
que reconocer que las monjas me impresionaron mucho. No solo por el entusiasmo
que mostraban al querer hacer las pulseras, sino que, además, cuando concluyó
el tiempo de trabajo, decidieron por unanimidad seguir haciendo pulseras en el
recreo.
-¡Pero
si esto es trabajo, dejadlo para otro día! -les decíamos nosotras.
Sin
embargo, ellas insistían en continuar después.
Mis
hermanas me enseñaron aquel día que esa es la forma más bonita de entregarse:
no solo lo justo o lo estrictamente necesario, sino que ellas fueron más allá.
Hay
dos recreos al día y es nuestro tiempo de descanso, de expansión, de charlar
las unas con las otras sobre la jornada... y ellas habían decidido dejar a un
lado su tiempo, dándose únicamente por amor. No vieron su cansancio del día, ni
si les apetecía más hacer otra cosa, sino que, sin dudarlo, se lanzaron
adelante.
Y
es que así es el Amor del Señor. Él no se conformó con crearnos, con amarnos;
sino que se entregó a sí mismo sin medir las consecuencias, muriendo en una
Cruz para salvarnos y regalarnos así la Resurrección. Tan solo... ¡por Amor! Y
eso mismo es lo que nos invita a hacer a cada uno de nosotros. Es la Gratuidad
del Amor de Dios, que nos lo da todo para que después también nosotros podamos
“dar gratis lo que hemos recibido gratis”.
Hoy
el reto del amor es amar yendo un poco más allá. Si has experimentado este amor
del Señor en tu corazón, tu ser ya sabe que la felicidad está en no
reservárselo para sí. Si normalmente preparas la comida a tu familia, hoy
sorpréndeles con algo distinto; si normalmente llegas tarde a casa del trabajo,
hoy haz una escapada y pásales a buscar; si normalmente en la oficina das los
buenos días, hoy pregunta a ese compañero “¿Cómo estás?...” ¡Son tantas las
oportunidades de cada día! Es cierto, acabarás agotado, pero el grado de
felicidad no se puede comparar.
Realmente...
la felicidad está en tu mano.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma