El
Papa Francisco dirigió un mensaje a más de veinte mil voluntarios “para
agradecerles a cada uno el servicio que han realizado durante estos días y en los
últimos meses que precedieron la Jornada”
El
Papa comenzó su mensaje diciendo: “Antes de finalizar esta Jornada Mundial de
la Juventud, quise encontrarme con todos ustedes para agradecerles a cada uno
el servicio que han realizado durante estos días y en los últimos meses que
precedieron a la Jornada”.
La alegría de una misión
compartida
Agradeció
a los jóvenes que compartieron sus experiencias en primera persona y añadió:
“Se experimenta una alegría diferente por haber tenido la oportunidad de
trabajar codo a codo con otros para lograr un sueño común. Sé que todos ustedes
han experimentado esto”.
“Ustedes
ahora saben cómo palpita el corazón cuando se vive una misión, y no porque
alguien se los contó, sino porque lo vivieron. Tocaron con su propia vida que
«no hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn 15,13)”.
Los sacrificios de la
misión
El
Papa es consciente de los sacrificios vividos. Así es la belleza de sabernos
enviados, la alegría de saber que por encima de todos los inconvenientes
tenemos una misión que llevar adelante. No dejar que las limitaciones,
debilidades e incluso pecados nos frenen e impidan vivir la misión, porque Dios
nos invita a hacer lo que podamos y a pedir lo que no podemos
La oración nos sostiene
Su
Santidad enfatizó el papel de la oración en la vida del cristiano: “Rezando
descubrimos que somos parte de una familia más grande de lo que podemos ver e
imaginar. Rezando le “abrimos la jugada” a la Iglesia que nos sostiene y
acompaña desde el cielo, a los santos y santas que nos han marcado el camino,
pero sobre todo “le abrimos la jugada” a Dios”.
También
valoró su entrega y renuncia a los propios intereses: “Ustedes han querido
dedicar su tiempo, energía, recursos, a soñar y armar este encuentro. Podrían
perfectamente haber optado por otras cosas, pero quisieron comprometerse. Dar
lo mejor de sí para hacer posible el milagro de la multiplicación no solo de
los panes sino de la esperanza. Aquí, una vez más, demuestran que es posible
renunciar a los propios intereses en favor de los demás”.
El
Papa, dirigiéndose a Stella Maris, le dijo: "cuando leí tu testimonio,
sentí ganas de llorar. Renunciaste a tus intereses, renunciaste para ir a
cubrir el sufragio de tus tres abuelos. Eso te hace mujer, te hace
adulta." "Al Señor le gusta hacer estos chistes, así es el Señor, así
nos quiere." Piensen un minuto, ¿a qué renuncié yo para ser voluntario?
La misión continúa
El
Papa termina su mensaje animando a los jóvenes en la misión y a ponernos bajo
el manto de la Virgen María: “Ahora llega el momento del envío: vayan y
cuenten, vayan y testimonien, vayan y contagien lo que han visto y oído. Todo
esto queridos amigos denlo a conocer. No con muchas palabras sino, como lo
hicieron aquí, con gestos simples y cotidianos, esos que transforman y hacen
nuevas todas las cosas. Esos gestos capaces de armar lío, un lío constructivo.
Les cuento una cosa". Recordó la anécdota de la abuela que encontró con un
cartel que decía: "nosotras las abuelas también armamos lío. Únanse a las
abuelas para armar lío".
“Sigan
adelante, con coraje y valentía y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
Muchas gracias”.
Los
jóvenes coreaban: "Esta es la juventud del Papa". El Papa se despidió
dándoles la bendición.
Manuel
Cubías – Ciudad del Vaticano
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