Hoy muchas parejas van realmente mal preparadas al
matrimonio, pero ¿quiénes son los responsables de ello?
“Los padres somos la preparación
matrimonial de nuestros hijos. La Iglesia debería está allí para afirmar lo que
nosotros -como padres y principales educadores de nuestros hijos- debimos
haberles enseñado a lo largo de sus vidas, en palabras y en acciones. Es hora
de que asumamos nuestra responsabilidad y permitamos que nuestros hijos vean y
experimenten cómo es un matrimonio centrado en Cristo.” (Greg and Julie
Alexander)
He impartido no uno, sino varios
cursos prematrimoniales donde me he dado cuenta de lo mal preparadas que
van la mayoría de las parejas al matrimonio. No saben casi
nada al respecto. Y ni hablar de saber de lo que es el sacramento ni de las
responsabilidades que este compromiso conlleva. Cuando les pido que me
compartan sus ideas sobre qué es el matrimonio y que me den su respuesta
basándose en alguna pareja que admiren, no ha habido ni una sola que me haya
dicho que esa pareja es la de sus padres. ¡De verdad, qué triste!
Amo a mi Iglesia y daría mi vida
por ella, pero eso no me exime de reconocer que en este tema -preparación
prematrimonial- tiene una enorme área de oportunidad. Sin embargo, seamos muy
honestos y reconozcamos la verdad, aunque nos duela. El
continuo incremento de fracasos matrimoniales no son solo responsabilidad de
ella -de la Iglesia-, sino tuya y mía, porque tú y yo somos la Iglesia
doméstica y nuestra responsabilidad no se limita tan solo
a educar y formar bien a nuestros hijos que si bien, si son la primera, también
hay que ser ejemplares para el resto del mundo, sobre todo, hacia las personas
que más cerca tenemos.
Tampoco tiene tanto que ver si
los cursos que ofrecen en la institución son buenos o no tan buenos, aburridos
o elocuentes, o si las personas que los imparten lo hacen bien o no tanto. No. Los
primeros y casi puedo asegurar, los únicos responsables -por no decir
culpables- de que nuestros hijos no tengan una óptima preparación matrimonial y
con esto el riesgo de que fracasen somos los padres, que no hemos sabido dar un
ejemplo impecable de lo que es un matrimonio santo. Por
supuesto que si ellos ya están en edad casadera, también tienen la obligación
de formarse.
Es
imposible desaprender en un fin de semana lo aprendido en un promedio de 20
años. O, dicho de
otra manera, aprender en unos cuantos días lo que se les debió de haber de
haber enseñado hasta ese momento. Eso si, pasa la boda -y el tiempo- y tenemos
la desfachatez de decir que tal Iglesia no hizo buen trabajo y que si no
llegaron bien preparados al matrimonio es por culpa de esa “iglesucha” que
imparte cursitos muy “chafas” y precarios. Vaya descaro de nosotros, padres y
parejas casaderas.
Insisto,
la primera responsabilidad de formar a nuestros hijos para el matrimonio es
nuestra, papás, no de la Iglesia como institución, sino tuya y mía. Tú y yo somos la escuela más importante
de caridad y perdón donde -por medio de nuestro ejemplo- aprenderán todo sobre
lo que es una relación comprometida en el amor para toda la vida.
Reflexionen como padres:
¿Nos gustaría que nuestros hijos
tuvieran un matrimonio como el nuestro?
¿Es nuestro matrimonio un
reflejo del amor de Dios?
¿Cómo vivimos el perdón en
nuestro matrimonio?
¿Mamá, te gustaría que tu hija
fuera como tú? ¿Te gustaría que tu hijo se casara con una mujer como tú?
¿Papá, te gustaría que tu hijo
fuera como tú? ¿Te gustaría que tu hija se casara con un hombre como tú?
Papás, ¡despertemos! Necesitamos
evitar que esta plaga de divorcio alcance a nuestros hijos. Educar para el amor
es nuestra responsabilidad. Mostrémosles -en forma y fondo- que el matrimonio es
un compromiso de vida y cómo es que se vive de una forma plena, alegre.
Luz
Ivonne Ream
Fuente:
Aleteia