La
iluminación de los árboles de Navidad ha evolucionado bastante a lo largo de
varios siglos
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Arun Kuchibhotla | Unsplash |
Pocas
cosas pueden inspirar tanta fascinación en el cambio estacional como un árbol
de Navidad bien iluminado. Por todo el mundo, las ciudades yerguen enormes árboles
con elaboradas decoraciones iluminadas que atraen a multitudes de miles de
personas a su alrededor. Esta tradición de iluminar el árbol de Navidad, que
hoy vemos sirve de luminoso faro en la época más oscura del año, se ha
desarrollado a lo largo de varios siglos.
La utilización ritual más
antigua de un árbol de hoja perenne y luces viene de los antiguos paganos, que
con esta combinación simbolizaban la vida en la muerte del
invierno. Se cree que los cristianos adoptaron la tradición pagana de quemar el
leño de Yule —aunque no existen referencias a su uso cristiano antes del siglo
XVI y quizás no guardara relación con la práctica pagana— y pronto empezaron a
introducir árboles de hoja perenne en los hogares.
En
el siglo XVII, los cristianos alemanes combinaban la quema del leño de Yule con
el árbol de Navidad, cuyas ramas adornaban con velas, dando comienzo así a la tradición del
árbol de Navidad iluminado. Hay una leyenda que atribuye la idea a Martín
Lutero, pero la primera referencia documentada de un árbol de Navidad iluminado
viene del 1660.
El árbol de Navidad llegó a
Estados Unidos con los moravos germanoparlantes que se asentaron en Pensilvania
y Carolina del Norte a
principios del siglo XIX. Ya en los años 1820, el árbol de Navidad se había popularizado
y se menciona en el diario de Matthew Zahm de Lancaster, que vio a sus amigos
“en la colina en el aserradero de Kendrick” buscando un buen árbol que poner en
su sala de estar.
En 1851, Mark Carr abrió el
primer comercio minorista de venta de árboles de Navidad, con árboles que traía
desde las montañas de Catskill hasta Washington Market en la Ciudad de Nueva
York. Cinco años después, el árbol de Navidad arraigó como tradición
estadounidense cuando el presidente Franklin Pierce usó uno para decorar la
Casa Blanca para las navidades.
A medida que
cada vez más personas introducían el árbol de Navidad en sus hogares, empezaron
a percatarse de algunos problemas con el diseño de las velas encendidas. La
primera dificultad era asegurar las velas en las ramas. La gente intentaba
clavar las velas con agujas, atarlas con alambre o cordel e incluso usar cera
derretida como adhesivo. Por desgracia, ninguno de estos métodos parecía
funcionar.
En 1878,
Frederick Artz inventó una especie de pinza sujetavelas que podía sostener con
firmeza una vela en cualquier rama, pero esto únicamente redundaba en otro
peligro, que los árboles se habían convertido en peligrosos incendios en
potencia. En aquellos días, los árboles solamente se mantenían encendidos
durante unos 30 minutos e incluso entonces requerían mucha atención y siempre
se mantenían a mano cubos de agua y de arena.
Los incendios
accidentales por árboles de Navidad empezaron a ser cosa común y las compañías
de seguros terminaron por dejar de pagar por los fuegos originados así. Con la
popularidad que tenían los árboles de Navidad, estaba claro que era necesaria
una fuente alternativa de iluminación.
En 1882, Edward
Johnson, vicepresidente de la empresa eléctrica Edison Electric Light Company,
respondió a esta necesidad con el primer árbol de Navidad iluminado con
electricidad. Puesto que Johnson vivía en la primera sección de Nueva York con
un cableado eléctrico, expuso en su propio hogar el primer árbol decorado con
80 bombillas rojas, blancas y azules conectadas a mano.
Thomas Edison
quedó impresionado con la idea y, durante los siguientes 8 años, él y Johnson
refinaron las tiras de luz eléctrica hasta que tuvieron un producto
comercializable que llamaron “lámparas en miniatura de Edison para árboles de
Navidad”. Estas luces nuevas y más seguras tuvieron un éxito
arrollador en Estados Unidos después de que el presidente Grover Cleveland las
usara en el árbol de la Casa Blanca en 1895. Sin embargo, ya que las luces
debían conectarse a mano y necesitaban suministro eléctrico, seguían siendo un
gasto prohibitivo para el estadounidense medio.
En 1903,
General Electric presentó las primeras luces de Navidad conectadas de fábrica.
Seguían siendo muy caras: cada tira costaba 12 dólares, un poco menos que el
salario semanal medio de la época. Estos “festones”, según los llamaban, venían
con ocho lámparas de vidrio coloreado en miniatura y un enchufe que atornillar
a la pared.
General
Electric intentó patentar las luces, pero como la tecnología se basaba en un
conocimiento común de eléctrica, se le negó. Como consecuencia, surgieron
muchos competidores, entre ellos la National Outfit Manufacturers Association
(NOMA), que luego se convertiría en la NOMA Electric Company. NOMA dominó la
industria de las luces navideñas hasta la década de 1960, cuando la competencia
de las importaciones extranjeras llevó a la empresa a la bancarrota.
J.P.
Mauro
Fuente:
Aleteia