DESPRENDIMIENTO Y POBREZA CRISTIANA
I. La Navidad nos llama a vivir la pobreza predicada y vivida por el Señor.
El ejemplo de Jesús.
II. En qué consiste la pobreza evangélica.
III. Detalles de pobreza y modos de vivirla.
María se levantó y se
puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de
María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel de
Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y
bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi
Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de
alegría en mi vientre.
Bienaventurada la que ha
creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
I. La mejor manera para
prepararnos para la Navidad es vivir el Adviento junto a la Virgen. Nuestra
vida también es un adviento y hemos de vivirla junto a Nuestra Señora si lo que
queremos es encontrar a Cristo en esta vida y después en la eternidad.
Ella
fomenta en el alma la alegría, porque su trato nos lleva a su Hijo. Ella es
maestra de esperanza, y su esperanza contrasta con nuestra impaciencia. No cae
en desaliento quien padece dificultades y dolor, sino el que no aspira a la
santidad y a la vida eterna, y el que desespera de alcanzarlas. El desaliento
proviene del aburguesamiento, la tibieza y el apegamiento a los bienes de la
tierra; por miedo al esfuerzo que comporta la lucha ascética y el renunciar a
apegamientos y desórdenes de los sentidos.
El
desaliento también puede provenir de los aparentes fracasos en nuestra lucha
interior y en el apostolado. Basta que recordemos que quien hace las cosas por
amor a Dios y para su Gloria no fracasa nunca.
II. La esperanza se
manifiesta a lo largo del Antiguo Testamento como una de las características
más esenciales del verdadero pueblo de Dios. Todos los ojos están puestos en la
lejanía de los tiempos, por donde un día llegará el Mesías. Faltan pocos días para
que veamos al Niño Jesús. Cristo proclama, desde su Nacimiento hasta la
Ascensión a los cielos, un mensaje de esperanza.
Nosotros
esperamos confiadamente que un día nos conceda la eterna bienaventuranza y, ya
ahora, el perdón de los pecados y su gracia, y los medios necesarios para
alcanzar ese fin. Vamos a luchar durante estos días de Adviento y durante toda
nuestra vida, contra el desaliento y el estar preocupados excesivamente por los
bienes materiales. La esperanza lleva al abandono en Dios, a recomenzar muchas
veces, a ser constantes en el apostolado, pacientes de la adversidad y a tener
una visión más sobrenatural de la vida y de sus acontecimientos.
III. Nuestra esperanza en el
Señor ha de ser más grande cuanto menores sean los medios o mayores las
dificultades. Jesús no llega nunca tarde. Sólo se precisa una fe mayor. Junto
al Sagrario escuchamos la voz de Jesús que nos dice: No temas, ten sólo fe.
La
devoción a la Virgen es la mayor garantía para alcanzar la fe y la felicidad
eterna a la que hemos sido destinados.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org