Los derechos universales proclamados deben convertirse en realidad para todos, y la ciencia puede contribuir de manera decisiva a este proceso, rompiendo las barreras que lo obstaculizan
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| 2018.11.12 Plenaria Pontificia Academia de las Ciencias (Vatican Media) |
Ante
este llamamiento, el Pontífice insiste en la posición de la Iglesia sobre los
cambios climáticos, el desarme nuclear, la trata de blancas, o de seres humanos
y superar el hambre en el mundo. Sin embargo, dice, "me parece que
puedo decir que faltan voluntad y determinación política para detener la carrera
por los armamentos y poner fin a las guerras, para pasar con urgencia a las
energías renovables, a los programas dirigidos para asegurar el agua, la comida
y la salud para todos, e invertir por el bienestar común todos los grandes
capitales que permanecen inactivos en los paraísos fiscales”.
Los cambios globales
dependen de las acciones humanas
Los
cambios globales están cada vez más influenciados por las acciones humanas. Por
lo tanto, dijo el Papa, también se necesitan respuestas adecuadas para
salvaguardar la salud del planeta y las poblaciones, la salud está en peligro
por todas las actividades humanas que utilizan combustibles fósiles y la
deforestación del planeta. La comunidad científica, después de haber avanzado
en la identificación de estos riesgos, ahora debe proponer soluciones válidas y
persuadir a las empresas y sus líderes para que los persigan. En esta
perspectiva, los miembros de la Pontifica Academia, estudian los problemas en
profundidad, por medio de las diferentes disciplinas como la física, astronomía,
biología, genética y química, ofreciendo así un servicio a la humanidad.
La Academia analiza los
flagelos de la sociedad
La
Academia analiza también los flagelos de la sociedad contemporánea. Los pueblos
piden con razón participar en la construcción de sus sociedades. Los derechos
universales proclamados deben convertirse en realidad para todos, y la ciencia
puede contribuir de manera decisiva a este proceso, rompiendo las barreras que
lo obstaculizan. El papa agradeció a los miembros de la Academia de las
Ciencias por su inestimable colaboración en la lucha contra el crimen de lesa
humanidad, como lo es el tráfico de personas destinadas al trabajo forzoso, la
prostitución y el tráfico de órganos.
Todavía
hay un largo camino por recorrer hacia un desarrollo que sea integral y
sostenible al mismo tiempo. Superar el hambre y la sed, la alta mortalidad y la
pobreza, especialmente entre los ochocientos millones de necesitados y
excluidos de la Tierra, no se logrará sin un cambio en los estilos de vida. En
la Encíclica Laudato, el Santo Padre dijo que presentó algunas propuestas clave
para lograr este objetivo. Sin embargo, afirmó que hace falta de voluntad
política y determinación para detener la carrera de armamentos y poner fin a
las guerras, para avanzar urgentemente hacia energías renovables, a programas
para garantizar agua, alimentos y salud para todos, invertir por el bien común
el enorme capital que permanece inactivo en los paraísos fiscales.
El cambio climático, la
amenaza nuclear y el armamento
El
científico de hoy se abre más fácilmente a los valores religiosos y vislumbra,
más allá de las adquisiciones de la ciencia, la riqueza del mundo espiritual de
los pueblos y la luz de la trascendencia divina. La comunidad científica es
parte de la sociedad y no debe considerarse separada e independiente, sino que
está llamada a servir a la familia humana y su desarrollo integral. Los
posibles frutos de esta misión de servicio son innumerables; En primer lugar,
está la inmensa crisis del cambio climático en curso y la amenaza nuclear.
Francisco
recordó a sus predecesores, en la importancia fundamental de comprometernos con
un mundo sin armas nucleares y pidió a los científicos la colaboración activa
para convencer a los gobernantes de la inaceptabilidad ética de este armamento
debido al daño irreparable que causa a la humanidad y al planeta. Por lo
tanto, dijo, también reitero la necesidad de un desarme que hoy parece que ya
no hablamos de las mesas en torno a las cuales se toman las grandes decisiones.
Que lleguen a los pueblos
todos los conocimientos de la ciencia
El
Papa expresó su deseo que la investigación que realizan los científicos, pueda
beneficiar a todos, para que los pueblos de la tierra sean alimentados, calmada
su sed, curados y educados; que la política y la economía de los pueblos
dibujen las indicaciones para proceder con mayor certeza hacia el bien común,
en beneficio especialmente de los pobres y necesitados, y hacia el respeto por
el planeta. Hoy día, dijo el Papa el mundo de la ciencia ha tomado mayor
conciencia sobre la compleja realidad del mundo y del ser humano. Han tomado
dominio de la situación una cierta inseguridad y temor frente a la posible
evolución de una ciencia y una tecnología que si no se controlan, pueden darle
la espalda al bienestar de las personas y de los pueblos.
En
la sociedad, influyen la ciencia y la tecnología, pero también los pueblos con
sus valores y tradiciones que además influyen en la ciencia. En efecto, afirma,
a menudo, la dirección y el énfasis que se dan a algunos temas en la
investigación científica, son influenciados por opiniones compartidas
ampliamente y por el deseo de felicidad inherente a la naturaleza humana.
Sin embargo, es necesario una mayor atención de los valores y los bienes
fundamentales que son la base de las relaciones entre los pueblos, la sociedad
y la ciencia. Esta relación requiere un replanteamiento para promover el
progreso integral de cada ser humano y el bien común.
El
diálogo abierto y el discernimiento cuidadoso son indispensables, especialmente
cuando la ciencia se vuelve más compleja y el horizonte que abre la ciencia
presenta desafíos decisivos para el futuro de la humanidad. De hecho, hoy tanto
la evolución social como los cambios científicos suceden más rápidamente y se
suceden. Es importante que la Pontificia Academia de las Ciencias considere que
estos cambios interconectados entre sí soliciten un compromiso sabio y
responsable de parte de toda la comunidad científica.
Patricia
Ynestroza-Ciudad del Vaticano
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