El Papa Francisco presidió este sábado 3 de noviembre
de 2018, en la Basílica Vaticana, la celebración Eucarística en sufragio de los
Cardenales y Obispos fallecidos durante el año
“Mientras rezamos por los Cardenales y los
Obispos difuntos durante el año pasado, pidamos la intercesión de quien ha
vivido sin querer aparentar, de quien ha servido de corazón, de quien se ha
preparado día a día al encuentro con el Señor”, lo dijo el Papa Francisco en su
homilía en la Santa Misa en sufragio de los Cardenales y Obispos fallecidos
durante el año, celebrada en la Basílica de San Pedro, del Vaticano, este
sábado 3 de noviembre de 2018.
La vida es una llamada continua a salir
Comentando la parábola de las diez vírgenes
que presenta el Evangelio de San Mateo para esta ocasión, el Santo Padre dijo
que, para todos, la vida es una llamada continua a salir: del seno materno, de
la casa donde nacimos, de la infancia a la juventud y de la juventud a la edad
adulta, hasta que salgamos de este mundo. “También para los ministros del
Evangelio – precisó el Pontífice – la vida es una salida continua: de la casa
de nuestra familia hacia donde la Iglesia nos envía, de un servicio a otro;
estamos siempre de paso, hasta el paso final”.
“El Evangelio nos recuerda el sentido de esta continua salida
que es la vida: ir al encuentro del esposo. Vivimos por ese anuncio que en el
Evangelio resuena en la noche, y que podremos acoger plenamente en el momento
de la muerte: ¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”
La vida,
es un camino en salida hacia el esposo
El encuentro con Jesús, Esposo que «amó a
su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella», da sentido y orientación a la vida,
afirmó el Papa, no hay otro. El final ilumina lo que precede. “Entonces la
vida, si es un camino en salida hacia el esposo, es el tiempo que se nos da
para crecer en el amor. Vivir es una cotidiana preparación a las nupcias, un
gran noviazgo. Preguntémonos, dice el Pontífice: ¿Vivo como quien prepara el
encuentro con el esposo? En el ministerio, ante todos los encuentros, las
actividades que se organizan y las prácticas que se tramitan, no se debe
olvidar el hilo conductor de toda la historia: la espera del esposo. El centro
está en un corazón que ama al Señor. Solo así el cuerpo visible de nuestro
ministerio estará sostenido por un alma invisible.
“No nos quedemos en las dinámicas terrenas, miremos más allá.
Es verdad lo que dice la célebre expresión: «Lo esencial es invisible a los
ojos». Lo esencial de la vida es escuchar la voz del esposo. Esta nos invita a
que vislumbremos cada día al Señor que viene y a que transformemos cada
actividad en una preparación para las bodas con Él”
El
Evangelio nos recuerda lo esencial
Por ello, es importante estar bien
preparados, señaló el Papa Francisco, y el Evangelio nos recuerda el
elemento que es esencial para las vírgenes que esperan las nupcias: no el
vestido, ni tampoco las lámparas, sino el aceite, custodiado en pequeños vasos.
“Se evidencia una primera característica de este aceite: no es vistoso.
Permanece escondido, no aparece, pero sin él no hay luz. ¿Qué nos sugiere esto?
Que ante el Señor no cuentan las apariencias, sino el corazón (cf. 1 Sam 16,7).
Lo que el mundo busca y ostenta —los honores, el poder, las apariencias, la
gloria— pasa, sin dejar rastro. Tomar distancia de las apariencias mundanas es
indispensable para prepararse para el cielo”.
“Es necesario decir no a la “cultura del maquillaje”, que enseña
a cuidar las formas externas. Sin embargo, debe purificarse y custodiarse el
corazón, el interior del hombre, precioso a los ojos de Dios; no lo externo,
que desaparece”
La vida se gasta en el servicio
Después de esta
primera característica, el de no ser vistoso sino esencial, el Santo Padre
indicó que, hay un segundo aspecto del aceite: existe para ser consumido. Solo
ilumina quemándose. “Así es la vida – precisó el Pontífice – difunde luz solo
si se consume, si se gasta en el servicio. El secreto de la vida es vivir para
servir. El servicio es el billete que se debe presentar en la entrada de las
bodas eternas. Lo que queda de la vida, ante el umbral de la eternidad, no es
cuánto hemos ganado, sino cuánto hemos dado (cf. Mt 6,19-21; 1 Co 13,8). El
sentido de la vida es dar respuesta a la propuesta de amor de Dios. Y la
respuesta pasa a través del amor verdadero, del don de sí mismo, del servicio”.
“Servir
cuesta, porque significa gastarse, consumirse; pero, en nuestro ministerio, no
sirve para vivir quien no vive para servir. Quien custodia demasiado la propia
vida, la pierde”
Renovemos el primer amor con el Señor
Finalmente, el Papa Francisco señaló que el
Evangelio de hoy nos presenta una tercera característica del aceite que surge
de modo relevante: la preparación. El aceite se prepara con tiempo y se lleva
consigo (cf. vv. 4.7). “El amor es ciertamente espontáneo, pero no se
improvisa. Precisamente en la falta de preparación está la imprudencia de las
vírgenes que quedan fuera de las nupcias. Ahora es el tiempo de la preparación:
en el momento presente, día tras día, el amor necesita ser alimentado. Pidamos
la gracia para que se renueve cada día el primer amor con el Señor (cf. Ap
2,4), para no dejar que se apague. La gran tentación – advirtió el Santo Padre
– es conformarse con una vida sin amor, que es como un vaso vacío, como una
lámpara apagada. Si no se invierte en amor, la vida se apaga”.
“Los llamados a las bodas con Dios no pueden acomodarse a una
vida sedentaria, siempre igual y horizontal, que va adelante sin ímpetu,
buscando pequeñas satisfacciones y persiguiendo reconocimientos efímeros. Una
vida desvaída, rutinaria, que se contenta con hacer su deber sin darse, no es
digna del esposo”
Pidiendo
por los Cardenales y Obispos fallecidos durante el año, el Papa Francisco
invitó a que, “no nos conformemos con una mirada furtiva a nuestro presente;
deseemos más bien una mirada que vaya más allá, a las nupcias que nos esperan.
Una vida atravesada por el deseo de Dios y entrenada en el amor estará
preparada para entrar por siempre en la morada del Esposo”.
Renato Martínez
– Ciudad del Vaticano
Vatican News