El Santo Padre celebró la Eucaristía en el cementerio
Laurentino de Roma en el día en el que la Iglesia conmemora a todos los fieles
difuntos
La tarde del 2 de noviembre, conmemoración de todos
los Fieles Difuntos, el Papa Francisco celebró la Santa Misa en torno a las 4
de la tarde, hora local, en el cementerio Laurentino de Roma.
Se trata de una fiesta litúrgica que responde a una
larga tradición de fe en la Iglesia: orar por aquellos fieles que han acabado
su vida terrena y que por tanto, han trascendido el misterio de la muerte, que
da inicio a un misterio aún mayor: el de la vida eterna.
Oración por los
niños no nacidos
Junto con el Santo Padre concelebraron el Vicario de
Roma, Cardenal Angelo de Donatis, el Obispo Auxiliar del sector sur, Mons.
Paolo Lojudice, y el capellán de la Iglesia de Jesús Resucitado, ubicada dentro
del cementerio, Mons. Claudio Palma.
El Laurentino es el cuarto cementerio romano en el que
el Pontífice, celebra la Misa de los difuntos. En los años 2013, 2014 y
2015 la celebración eucarística tuvo lugar en el cementerio monumental del
Verano. En 2016 en el cementerio de Prima Porta, y en 2017 en el cementerio
americano de la localidad de Nettuno (al sur de la capital italiana).
En esta ocasión, el Sucesor de Pedro visitó
también el Jardín de los Ángeles, un espacio creado en el
año 2012 dedicado especialmente en memoria de los bebés no nacidos.
Certeza
cristiana: la muerte no es el final
Un año más y como es ya habitual desde el inicio de su
Pontificado, Francisco oró por el eterno descanso de quienes han abandonado
este mundo, e hizo especial hincapié en que contemplando el misterio de la
resurrección de Jesús, el cristiano tiene la certeza de que la muerte no es el
final; sino un paso más hacia la vida plena junto al Padre.
Hoy es un día de memoria
En su homilía pronunciada de manera espontánea, el
Papa señaló que, “la liturgia de hoy es realista, es concreta. Nos enmarca en
las tres dimensiones de la vida, dimensiones que hasta los niños entienden: el
pasado, el futuro, el presente. Hoy es un día de memoria del pasado, un día
para recordar a aquellos que han caminado antes que nosotros, incluso nos han
acompañado, nos han dado vida. Recordar, hacer memoria. La memoria es lo que
hace fuerte a un pueblo, porque se siente arraigada en un camino, arraigada en
una historia, arraigada en un pueblo. La memoria nos hace comprender que no
estamos solos, somos un pueblo: un pueblo que tiene historia, que tiene pasado,
que tiene vida. Memoria de muchos que han compartido un viaje con nosotros, y
están aquí. No es fácil de recordar. Nosotros – precisa el Pontífice – muchas
veces, estamos cansados de volver atrás y pensar en lo que pasó: en mi vida, en
mi familia, en mi gente. Pero hoy es un día de memoria, la memoria que nos
lleva a las raíces: a mis raíces, a las raíces de mi pueblo”.
Hoy es un día de esperanza
Y también hoy, dijo el Papa Francisco, es un día de
esperanza: la segunda lectura nos ha mostrado lo que nos espera. El Cielo
nuevo, la tierra nueva y la ciudad santa de Jerusalén, nueva, hermosa. “La
imagen que nos hace comprender lo que nos espera – señala el Papa – es la
siguiente: La vi descender del cielo, descender de Dios, dispuesta como una
novia adornada para su esposo”. Se espera la belleza. Memoria y esperanza,
esperanza de encontrarnos, esperanza de llegar donde está el amor que nos creó,
donde está el amor que nos espera: el amor del Padre.
Hoy es un día de camino
Y entre la memoria y la esperanza está la tercera
dimensión, precisa el Pontífice, la del camino que debemos tomar y que hacemos.
¿Y cómo recorrer este camino sin equivocarnos? ¿Cuáles son las luces que me
ayudarán a no equivocarme? ¿Cuál es el navegador que Dios mismo nos ha dado
para no equivocarnos? Estas son las bienaventuranzas que Jesús nos enseñó en el
Evangelio. Estas Bienaventuranzas – mansedumbre, pobreza de espíritu, justicia,
misericordia, pureza de corazón – son las luces que nos acompañan para no
equivocarnos: este es nuestro presente”.
Hoy pidamos la gracia de no perder la memoria
“Pidamos hoy al Señor que nos conceda la gracia de no
perder nunca la memoria – invoca el Papa Francisco – de no ocultar nunca
nuestra memoria, la memoria de una persona, la memoria de una familia, la
memoria de un pueblo. Que nos conceda la gracia de la esperanza, porque la
esperanza es un don suyo: saber esperar, mirar al horizonte, no permanecer
cerrados frente a un muro. Siempre mirar al horizonte y esperar. Y nos dé
la gracia de comprender cuáles son las luces que nos acompañarán en el camino
para no equivocarnos, y así llegar a donde nos esperan con tanto amor”.
“En este cementerio están las tres dimensiones de la
vida: la memoria, la vemos allí; la esperanza, la celebraremos ahora en la fe,
no en la visión; y las luces que nos guían en el camino para no equivocarnos,
las hemos escuchado en el Evangelio: son las Bienaventuranzas”
Bendición de
las tumbas
Al concluir la ceremonia religiosa, el Santo Padre
bendijo las tumbas del camposanto:
"En la visita al Cementerio, de nuestros
hermanos y hermanas fallecidos, renovamos nuestra fe en Cristo, muerto,
sepultado y resucitado para nuestra salvación"- dijo- afirmando que con
esta certeza pedimos al Padre por todos nuestros seres queridos que han
dejado este mundo.
"Abre los brazos de tu misericordia, y
recíbelos en la gloriosa asamblea de la Santa Jerusalén. Conforta a
cuantos atraviesan el dolor de la muerte con la certeza de que los
muertos viven en ti", concluyó Francisco invocando a la Santísima
Virgen María como signo de luz, "para que con su intercesión sostenga
nuestra fe, para que ningún obstáculo pueda hacernos desviar del
camino que conduce a hacia el Padre".
Vatican News