Acogido
con aplausos, el texto -dijo el Cardenal da Rocha- es “el resultado de un
verdadero trabajo de equipo”
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2018.10.27 Congregazione Generale (Vatican Media ) |
Tres
partes, doce capítulos, ciento sesenta y siete parágrafos y 60 páginas: así se
presenta el Documento final de la XV Asamblea general ordinaria del Sínodo de
los Obispos, sobre el tema “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.
El texto fue aprobado por los dos tercios del Aula, la tarde del 27 de octubre.
El Documento ha sido entregado en las manos del Papa, que luego, ha autorizado
su publicación
Es
el episodio de los discípulos de Emaús, narrado por el evangelista Lucas, el
hilo conductor del Documento Final del Sínodo de los Jóvenes. Leído en el Aula
en voces alternas por el Relator General, Card. Sérgio da Rocha, los
Secretarios Especiales, Padre Giacomo Costa y Don Rossano Sala, junto con Mons.
Bruno Forte, miembro de la Comisión para la Redacción del texto, el Documento
es complementario al Instrumentum laboris del Sínodo, del que retoma la
división en tres partes.
Acogido
con aplausos, el texto -dijo el Cardenal da Rocha- es “el resultado de un
verdadero trabajo de equipo” de los Padres sinodales, junto con los demás
participantes en el Sínodo y “en modo particular con los jóvenes”. El Documento
contiene, pues, los 364 modos, es decir, las enmiendas, que se han
presentado. “La mayoría de ellos -añadió el Relator General- fueron precisos y
constructivos”.
“Caminaba con ellos”
En
primer lugar, pues, el Documento final del Sínodo examina el contexto en el que
viven los jóvenes, destacando sus puntos de fuerza y sus desafíos. Todo
comienza con una escucha empática que, con humildad, paciencia y
disponibilidad, permita dialogar verdaderamente con la juventud, evitando
“respuestas pre confeccionadas y recetas ya preparadas”.
Los
jóvenes, intactos, quieren ser “escuchados, reconocidos, acompañados” y desean
que su voz sea “considerada interesante y útil en el campo social y eclesial”.
La Iglesia no siempre ha tenido esta actitud, reconoce el Sínodo: a menudo los
sacerdotes y los obispos, sobrecargados por muchos compromisos, tienen dificultad
para encontrar tiempo para el servicio de la escucha. De ahí la necesidad de
preparar adecuadamente a los laicos, hombres y mujeres, que sean capaces de
acompañar a las jóvenes generaciones. Además, ante fenómenos como la
globalización y la secularización, los chicos se encaminan hacia un
redescubrimiento de Dios y de la espiritualidad, y esto debe ser un estímulo
para que la Iglesia recupere la importancia del dinamismo de la fe.
La escuela y la parroquia
Otra
respuesta de la Iglesia a las interpelaciones de los jóvenes proviene del
sector educativo: las escuelas, universidades, colegios, oratorios, permiten
una formación integral de los chicos, ofreciendo al mismo tiempo un testimonio
evangélico de promoción humana.
En
un mundo donde todo está conectado - familia, trabajo, tecnología, defensa del
embrión y del migrante - los obispos definen como irremplazable el papel que
desarrollan las escuelas y universidades, en donde los jóvenes transcurren
mucho tiempo. En particular, las instituciones educativas católicas están
llamadas a afrontar la relación entre la fe y las exigencias del mundo
contemporáneo, las diferentes perspectivas antropológicas, los desafíos
científicos y técnicos, los cambios en las costumbres sociales y el compromiso
por la justicia.
La
parroquia también tiene su papel: “Iglesia en el territorio”, necesita volver a
pensar su vocación misionera, porque a menudo es poco significativa y poco
dinámica, especialmente en el ámbito de la catequesis.
Los
migrantes, paradigma de nuestro tiempo
El
Documento sinodal se detiene luego en el tema de los migrantes, “el paradigma
de nuestro tiempo” como fenómeno estructural y no como emergencia transitoria.
Muchos migrantes son jóvenes o menores no acompañados que huyen de la guerra,
violencias, persecuciones políticas o religiosas, desastres naturales, pobreza,
y terminan siendo víctimas del tráfico, de las drogas, abusos psicológicos y
físicos.
La
preocupación de la Iglesia es sobre todo por ellos -dice el Sínodo- en la
perspectiva de una auténtica promoción humana que pase a través de la acogida
de los refugiados y prófugos, y sea punto de referencia para los muchos jóvenes
separados de sus familias de origen. Pero no sólo: los migrantes -recuerda el
Documento- son también una oportunidad de enriquecimiento para las comunidades
y sociedades a las que llegan y que pueden ser revitalizadas por ellos.
Resuenan pues, los verbos sinodales “acoger, proteger, promover, integrar”,
indicados por el Papa Francisco para una cultura que supere la desconfianza y
los miedos.
Los
obispos piden también un compromiso mayor en el garantizar a quien no querría
migrar, el derecho efectivo de permanecer en su propio país. La atención del
Sínodo se dirige también a las Iglesias que son amenazadas, en su existencia,
por las migraciones forzadas y las persecuciones sufridas por los fieles.
Compromiso firme contra
todo tipo de abuso. Luz en la verdad y pedido de perdón
Luego
hay una amplia reflexión sobre los “diferentes tipos de abusos” (de poder,
económicos, de conciencia, sexuales) cometidos por algunos obispos, sacerdotes,
religiosos y laicos: en las víctimas –se lee en el texto- causan un sufrimiento
que “puede durar toda la vida y que ningún arrepentimiento puede remediar”. De
ahí el llamamiento del Sínodo a “un firme compromiso a la adopción de rigurosas
medidas de prevención que eviten su repetición, a comenzar de la selección y la
formación de aquellos a quienes se les confiarán tareas de responsabilidad y
educación”.
Por
lo tanto, será necesario erradicar aquellas formas -como la corrupción o el
clericalismo- en las que se injertan estos tipos de abusos, contrarrestando
también la falta de responsabilidad y transparencia con la que se han
gestionado muchos casos. Al mismo tiempo, el Sínodo expresa su gratitud a todos
aquellos que “tienen el valor de denunciar inmediatamente el mal”, porque
ayudan a la Iglesia “a tomar conciencia de lo que ha ocurrido y de la necesidad
de reaccionar con decisión”. “La misericordia, de hecho, exige justicia”. No
deben olvidarse, sin embargo, los numerosos laicos, sacerdotes, consagrados y
obispos que se dedican cada día, con honestidad, al servicio de los jóvenes,
quienes pueden ofrecer realmente “una ayuda preciosa” para una “reforma de
envergadura histórica” en este ámbito.
La familia “Iglesia
doméstica”
Otros
temas presentes en el Documento tienen que ver con la familia, principal punto
de referencia para los jóvenes, primera comunidad de fe, “Iglesia doméstica”:
el Sínodo recuerda, en particular, el papel de los abuelos en la educación
religiosa y en la transmisión de la fe, y advierte sobre el debilitamiento de
la figura paterna y de los adultos que asumen estilos de vida “juveniles”.
Además de la familia, para los jóvenes cuenta mucho la amistad con sus
coetáneos porque les permite compartir su fe y ayudarse mutuamente en su
testimonio.
Promoción de la justicia
“contra la cultura del descarte”
El
Sínodo se detiene seguidamente, en algunas formas de vulnerabilidad de los
jóvenes en diversos ámbitos: en el trabajo, donde la desocupación juvenil
empobrece a las jóvenes generaciones, socavando su capacidad de soñar; las
persecuciones hasta la muerte; la exclusión social por razones religiosas,
étnicas o económicas; la discapacidad. Frente a esta “cultura del descarte”, la
Iglesia debe hacer un llamamiento a la conversión y a la solidaridad,
convirtiéndose en una alternativa concreta a las situaciones de malestar.
En
el lado opuesto, no faltan en cambio los ámbitos en los que el compromiso de
los jóvenes se expresa con originalidad y especificidad: por ejemplo, el
voluntariado, la atención a los temas ecológicos, el empeño en política para la
construcción del bien común, la promoción de la justicia, para lo cual los
jóvenes piden a la Iglesia “un compromiso firme y coherente”.
Arte, música y deporte,
“recursos pastorales”
También
el mundo del deporte y de la música ofrece a los jóvenes la posibilidad de
expresarse lo mejor posible: en el primer caso, la Iglesia les invita a no
subestimar las potencialidades educativas, formativas e inclusivas, de la actividad
deportiva; en el caso de la música, en cambio, el Sínodo se centra en su ser
“un recurso pastoral” que interpela también a una renovación litúrgica, porque
los jóvenes tienen el deseo de una “liturgia viva”, auténtica y alegre, un
momento de encuentro con Dios y con la comunidad.
Los
jóvenes aprecian las celebraciones auténticas en las que la belleza de los
signos, el cuidado de la predicación y el compromiso comunitario hablen
realmente de Dios”: por tanto, se les debe ayudar a descubrir el valor de la
adoración eucarística y a comprender que “la liturgia puramente expresión de sí
misma, sino una acción de Cristo y de la Iglesia”.
Las
jóvenes generaciones, además, quieren ser protagonistas de la vida eclesial,
aprovechando sus propios talentos, asumiéndose responsabilidades. Sujetos
activos de la acción pastoral, ellos son el presente de la Iglesia, deben ser
animados a participar en la vida eclesial, y no obstaculizados con
autoritarismo. En una Iglesia capaz de dialogar de una manera menos paternalista
y más directa, de hecho, los jóvenes saben ser muy activos en la evangelización
de sus semejantes, ejerciendo un verdadero apostolado que debe ser apoyado e
integrado en la vida de las comunidades.
“Se abrieron los ojos”
Dios
habla a la Iglesia y al mundo a través de los jóvenes, que son uno de los
“lugares teológicos” en los que el Señor se hace presente. Portadora de una
sana inquietud que la hace dinámica – se lee en la segunda parte del Documento
- la juventud puede estar “más adelantada que los pastores” y por eso debe ser
acogida, respetada, acompañada. Gracias a ella, de hecho, la Iglesia puede
renovarse, sacudiéndose de encima “la pesadez y lentitudes”. De ahí el llamado
del Sínodo al modelo de “Jesús joven entre los jóvenes” y al testimonio de los
santos, entre los cuales hay muchos jóvenes, profetas de cambio.
Misión y vocación
Otra
“brújula segura” para la juventud es la misión, don de sí mismo que conduce a
una felicidad auténtica y duradera: Jesús, en efecto, no quita la libertad,
sino que la libera, porque la verdadera libertad es posible sólo en relación
con la verdad y la caridad. Estrechamente ligado al concepto de misión, está el
de vocación: cada vida es una vocación en relación con Dios, no es fruto de la
casualidad o un bien privado que se gestiona por sí mismo -afirma el Sínodo- y
toda vocación bautismal es una llamada a la santidad para todos. Por eso,
cada persona debe vivir su propia vocación específica en cada ámbito:
profesión, familia, vida consagrada, ministerio ordenado y diaconado
permanente, que representa un “recurso” que debe ser desarrollado plenamente
aún.
El acompañamiento
Acompañar
es una misión que la Iglesia debe llevar a cabo a nivel personal y de grupo: en
un mundo “caracterizado por un pluralismo cada vez más evidente y una
disponibilidad de opciones cada vez más amplia”, buscar junto con los jóvenes
un recorrido específico para hacer elecciones definitivas es un servicio
necesario. Destinatarios son todos los jóvenes: seminaristas, sacerdotes o
religiosos en formación, novios y jóvenes esposos.
La
comunidad eclesial es lugar de relaciones y ámbito en el cual, en la celebración
eucarística, uno es tocado, instruido y sanado por el mismo Jesús. El Documento
Final destaca la importancia del sacramento de la Reconciliación en la vida de
fe y anima a los padres, enseñantes, animadores, sacerdotes y educadores a
ayudar a los jóvenes, a través de la Doctrina Social de la Iglesia, a asumir
responsabilidades en el campo profesional y socio-político. El desafío en
sociedades cada vez más interculturales y multirreligiosas es indicar en la
relación con la diversidad, una ocasión de enriquecimiento mutuo y comunión
fraterna.
No a moralismos y falsas
indulgencias, sí a la corrección fraterna
El
Sínodo promueve, por tanto, un acompañamiento integral centrado en la oración y
en el trabajo interior que valora también la aportación de la psicología y de
la psicoterapia, en cuando están abiertas a la trascendencia.
“El
celibato por el Reino” – se exhorta – debe ser entendido como “un don que debe
ser reconocido y verificado en la libertad, la alegría, la gratuidad y la
humildad”, antes de la elección final. Se busque acompañantes de calidad:
personas equilibradas, de escucha, fe y oración, que se han medido con sus
propias debilidades y fragilidades y que, por ello sean acogedoras “sin
moralismos ni falsas indulgencias”, sabiendo corregir fraternalmente, lejos de
actitudes posesivas y manipuladoras. “Este profundo respeto – se lee en el
texto – será la mejor garantía contra los riesgos de plagio y abusos de
cualquier tipo”.
El arte del discernimiento
“La
Iglesia es el ambiente para discernir y la conciencia – escriben los Padres
sinodales – es el lugar donde se capta el fruto del encuentro y de la comunión
con Cristo”: el discernimiento, a través de “una confrontación regular con un
guía espiritual”, se presenta, por tanto, como un trabajo sincero de
conciencia, “sólo puede entenderse como una auténtica forma de oración” y
“requiere el valor de comprometerse en la lucha espiritual”. La prueba de las
decisiones tomadas es la vida fraterna y el servicio a los pobres. De hecho,
los jóvenes son sensibles a la dimensión de la diaconía.
“Se fueron sin demora”
María
Magdalena, primera discípula misionera, sanada de sus heridas, testigo de la
Resurrección, es el icono de una Iglesia joven. Los esfuerzos y la fragilidad
de los jóvenes “nos ayudan a ser mejores, sus preguntas – se lee – nos
desafían, las críticas son necesarias porque muchas veces a través de ellas la
voz del Señor nos pide conversión y renovación”. Todos los jóvenes, incluso
aquellos con diferentes visiones de vida, sin excepción, están en el corazón de
Dios.
Los
Padres subrayan el dinamismo constitutivo de la sinodalidad, es decir, caminar
juntos: el final de la Asamblea y el documento final son sólo una etapa, porque
las condiciones concretas y las necesidades urgentes son diferentes entre
países y continentes. De ahí la invitación a las Conferencias Episcopales y a
las Iglesias particulares a continuar el proceso de discernimiento con el fin
de desarrollar soluciones pastorales específicas.
Sinodalidad, estilo
misionero
“La
sinodalidad” es un estilo de misión que nos anima a pasar del yo al nosotros y
a considerar la multiplicidad de rostros, sensibilidades, proveniencias y
culturas. En este horizonte hay que valorar los carismas que el Espíritu dona a
todos, evitando el clericalismo que excluye a muchos de los procesos de toma de
decisiones y la clericalización de los laicos que frena el impulso misionero.
La autoridad – es la esperanza – se vive en una perspectiva de servicio.
Sinodal
también sea el enfoque del diálogo interreligioso y ecuménico, orientado al
conocimiento mutuo y a la ruptura de prejuicios y estereotipos, así como a la
renovación de la vida comunitaria y parroquial para acortar la distancia entre
los jóvenes-Iglesia y muestre la íntima conexión entre la fe y la experiencia
concreta de vida, debe ser también sinodal. Se formalizó la petición reiterada
en el Aula de establecer, a nivel de las Conferencias Episcopales, un
“Directorio de pastoral juvenil en clave vocacional” que pueda ayudar a los
responsables diocesanos y a los agentes locales a cualificar su formación y su
acción “con y para los jóvenes”, ayudando a superar una cierta fragmentación de
la pastoral de la Iglesia. Reafirmada la importancia de la JMJ, así como la de
los centros juveniles y de los oratorios que, sin embargo, deben ser
replanteados.
El desafío digital
Hay
algunos desafíos urgentes que la Iglesia está llamada a asumir. El Documento
Final del Sínodo trata de la misión en el entorno digital: parte integrante de
la realidad cotidiana de los jóvenes, una “plaza” donde pasan mucho tiempo y
donde se encuentran fácilmente, un lugar esencial para llegar e involucrar a
los jóvenes en las actividades pastorales, la web presenta luces y sombras.
Si,
por un lado, permite el acceso a la información, activa la participación
sociopolítica y la ciudadanía activa, por otro, presenta un lado oscuro – el
llamado dark web – en el que se encuentran la soledad, la
manipulación, la explotación, la violencia, el cyberbulismo y la
pornografía. De ahí la invitación del Sínodo a habitar en el mundo digital,
promoviendo las potencialidades comunicativas con vistas al anuncio cristiano,
y a “impregnar” de Evangelio sus culturas y dinámicas.
Se
espera que se creen Oficinas y organismos de cultura y evangelización digital
que, además de “fomentar el intercambio y la difusión de buenas prácticas,
puedan gestionar sistemas de certificación de los sitios católicos, para
contrarrestar la difusión de noticias falsas sobre la Iglesia”, emblema de una
cultura que “ha perdido su sentido de la verdad”, fomentando la promoción de
“políticas y herramientas para la protección de los menores en la red”.
Reconocer y valorar a la
mujer en la sociedad y en la Iglesia
El
documento evidencia también la necesidad de un mayor reconocimiento y
valoración de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, porque su ausencia
empobrece el debate y el camino eclesial: hay una urgente necesidad de cambio
por parte de todos – se lee – incluso a partir de una reflexión sobre la
reciprocidad entre los sexos. Se espera que “haya una presencia femenina en los
organismos eclesiales a todos los niveles, incluso en las funciones de
responsabilidad” y que “haya una participación femenina en los procesos de toma
de decisiones eclesiales con respecto al papel del ministerio ordenado”. “Es un
deber de justicia” – afirma el documento – que encuentra su inspiración en
Jesús y en la Biblia.
Cuerpo, sexualidad y
afectividad
El
Documento se detiene sobre el tema del cuerpo, de la afectividad, de la
sexualidad: ante los avances científicos que plantean cuestiones éticas,
fenómenos como la pornografía digital, el turismo sexual, la promiscuidad, el
exhibicionismo en línea, el Sínodo recuerda a las familias y a las comunidades
cristianas la importancia de hacer descubrir a los jóvenes que la sexualidad es
un don.
A
menudo la moral sexual de la Iglesia se percibe como “un espacio de juicio y
condena”, mientras que los jóvenes buscan “una palabra clara, humana y
empática” y “expresan un deseo explícito de confrontación sobre cuestiones
relacionadas con la diferencia entre la identidad masculina y la femenina, la
reciprocidad entre hombres y mujeres, la homosexualidad”.
Los
Obispos reconocen el esfuerzo de la Iglesia por transmitir en el contexto
cultural actual “la belleza de la visión cristiana de la corporeidad y de la
sexualidad”: es urgente buscar “caminos más apropiados, que se traduzcan
concretamente en la elaboración de caminos formativos renovados”. “Es necesario
proponer a los jóvenes una antropología de afectividad y sexualidad capaz de
dar el justo valor a la castidad” para el crecimiento de la persona, “en todos
los estados de vida”. En este sentido, es necesario prestar atención a la
formación de agentes pastorales creíbles y maduros desde el punto de vista
afectivo-sexual.
El
Sínodo constata también la existencia de “cuestiones relativas al cuerpo, a la
afectividad y a la sexualidad que requieren una elaboración antropológica,
teológica y pastoral más profunda, que debe llevarse a cabo de la manera más
adecuada y en los niveles más adecuados, desde lo local hasta lo universal”.
Entre ellas surgen las relacionadas con la diferencia y la armonía entre la
identidad masculina y femenina y las inclinaciones sexuales. “Dios ama a cada
persona y también a la Iglesia al renovar su compromiso contra toda
discriminación y violencia por motivos sexuales”.
Igualmente
– continúa el Documento – el Sínodo “reafirma la importancia antropológica
decisiva de la diferencia y de la reciprocidad entre hombre-mujer y considera
reductivo definir la identidad de las personas a partir de su orientación
sexual”. Al mismo tiempo se recomienda “fomentar” los “caminos de
acompañamiento en la fe, ya existentes en muchas comunidades cristianas”, de
“personas homosexuales”. En estos caminos las personas son ayudadas a leer su
propia historia; a adherirse libre y responsablemente a su propia llamada
bautismal; a reconocer el deseo de pertenecer y contribuir a la vida de la
comunidad; a discernir las mejores formas de alcanzarla. De esta manera
ayudamos a cada joven, sin excluir a nadie, a integrar cada vez más la
dimensión sexual en su personalidad, creciendo en la calidad de las relaciones
y caminando hacia “el don de sí”.
Acompañamiento vocacional
Entre
los otros desafíos señalados por el Sínodo está también el económico: la
invitación de los Padres es a invertir tiempo y recursos en los jóvenes con la
propuesta de ofrecerles un período destinado a la maduración de la vida
cristiana adulta que “debe permitir un alejamiento prolongado de los ambientes
y de las relaciones habituales”. Además, mientras esperamos un acompañamiento
antes y después del matrimonio, se alienta la creación de equipos educativos,
incluyendo figuras femeninas y matrimonios cristianos, para la formación de
seminaristas y personas consagradas, también con el fin de superar las
tendencias al clericalismo.
Se
requiere una atención especial en la acogida de los candidatos al sacerdocio,
que a veces tiene lugar “sin un conocimiento adecuado y una relectura profunda
de su historia”: “la inestabilidad relacional y afectiva, y la falta de raíces
eclesiales son signos peligrosos. Descuidar las normas eclesiales a este
respecto – escriben los Padres sinodales – constituye un comportamiento
irresponsable, que puede tener consecuencias muy graves para la comunidad
cristiana”.
Llamados a la
santidad
“Las
diversidades vocacionales – concluye el Documento Final del Sínodo de los
Jóvenes – están reunidas en la única y universal llamada a la santidad.
Lamentablemente, el mundo está indignado por los abusos de algunas personas de
la Iglesia, más que animado por la santidad de sus miembros”, por eso la
Iglesia está llamada a “un cambio de perspectiva”: a través de la santidad de
tantos jóvenes dispuestos a renunciar a la vida en medio de la persecución para
permanecer fieles al Evangelio, puede renovar su ardor espiritual y su vigor
apostólico.
El regalo del Papa a los
participantes del Sínodo
Finalmente,
como recuerdo del Sínodo de los Jóvenes, el Santo Padre ha regalado a todos los
participantes una baldosa de bronce en bajorrelieve que representa a Jesús y al
joven discípulo amado. Se trata de una obra del artista italiano Gino
Giannetti, acuñada por el Estado de la Ciudad del Vaticano, emitida en sólo 460
ejemplares.
Paolo
Ondarza e Isabella Piro – Ciudad del Vaticano
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