Los niños
pueden llegar a hacer mucho ruido durante la Santa Misa y esto es un desafío...
y no sólo para los padres
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Alfa y Omega |
Esta es una duda
que ronda la cabeza de muchos con regularidad, y ha sido puesta en discusión
por el obispo de Arundel y Brighton, como se informa en el Daily Telegraph.
Los niños
pueden llegar a hacer mucho ruido, y esta pregunta plantea un desafío para tres
grupos de personas: El Clero, los Padres y la Congregación (fieles congregados).
El clero
En primer lugar,
el clero.
Puede ser un agente distractor para el sacerdote, cuando, a mitad de la Oración
Eucarística, un niño comienza a llorar a todo pulmón.
Algunos
sacerdotes, ancianos en particular, podrían encontrar esto como un gran
obstáculo para lograr que la oración sea más o menos posible.
Esto puede ser
cierto en algunas iglesias modernas que tienen una terrible acústica que
magnifica cada ruido, y más aquellos que son agudos.
Uno se siente un poco mal
por el clero, al menos una parte del tiempo, pero lo que realmente deben hacer
es muy simple: Sonreír, soportarlo y seguir adelante.
Deben elevar la
mente y el corazón a Dios, y continuar como si estuvieran en la
capilla más silenciosa del convento.
Después de todo, muchos
sacerdotes celebraron misa en campos de batalla con
proyectiles estallando alrededor de ellos, y claramente continuaron sin
quejarse.
Si el sacerdote detiene la
misa y exige que el niño se vaya, y esto sucede a veces, hay que decirlo, esto
llevará a los padres a la vergüenza pública y asegurará
que nunca regresen a la iglesia.
Además de eso, los padres
no necesitan saberlo, ellos ya saben que el comportamiento del niño no es el
adecuado, y ya están, probablemente, haciendo todo lo posible para mantenerlo
callado.
Los padres
¿Qué deben hacer
los padres?
Ellos son el segundo grupo a ser desafiado por el niño. Ellos probablemente
están haciendo todo lo que pueden ya, después de todo, viven con su hijo a
tiempo completo. Son expertos en gestión de niños.
Ellos podrían sacar al niño si es posible hacerlo
en silencio y discretamente, porque a veces esto crea más bullicio de
lo que ahorra.
Pueden
sentirse muy avergonzados por el comportamiento de su hijo, y el sacerdote debe
dejarles claro que realmente no
importa.
Después de
todo, una iglesia extremadamente tranquila también sería una iglesia muerta, y
más si estuviera libre de niños.
La congregación
Esto nos lleva
al tercer grupo de personas: El resto de la congregación. Podrían sentirse tentados a
sentirse orgullosos, y un poco presumidos, al ver a la madre y el padre
tratando de controlar a dos o tres niños aparentemente incontrolables, y
piensan que sus propios hijos, ahora adultos mayores, se comportaban mucho
mejor en sus días.
Bueno, tal vez
lo hacían, porque en sus días no había televisores en todas las paredes de la
casa, y las cosas eran mucho más tranquilas en general.
Por
experiencia propia sé que en África, los niños se comportan perfectamente en la
iglesia, y a menudo se sientan durante misas muy largas sin inquietarse, pero
sus poderes de concentración no se han arruinado de la misma manera que los de
los niños occidentales.
Pero la presunción sobre
cómo sus propios hijos nunca se habrían comportado así, jamás es correcta.
El resto de la
congregación necesita transmitir a los padres luchadores que no desaprueban a sus hijos,
que los niños son bienvenidos, que simpatizan y que están dispuestos a dar una
mano si es necesario.
Unidad en la congregación
Esto último es
bastante importante. Si un niño se separa del grupo familiar y se dirige a la
vela votiva, por ejemplo, cualquier adulto podría intervenir, sobre todo si los padres están
ocupados con sus otros niños. Todos necesitamos ayudar y todos tenemos que asumir
la responsabilidad.
Si una madre
tiene varios niños hiperactivos con los que literalmente está luchando ella
sola, ¿por qué no ofrecer sentarse con ella y darle una mano? Esto no sucede
con tanta frecuencia, por lo que puedo ver, y realmente es una lástima.
La gente suele
decir que no se conocen, lo que hace las cosas incómodas, o que sienten que las
ofertas de ayuda serían intrusivas.
Esto en sí
mismo es una señal de que la congregación no se ha gelificado, que son un grupo
de extraños.
Si conocen al
niño en cuestión, creo que sería mucho menos probable que se sientan incómodos
si ese niño hace ruido. Los extraños a menudo se molestan, los amigos generalmente son
más tolerantes.
Tenemos que
hacer que la gente se sienta bienvenida. Las personas a las que se le da la
bienvenida incluyen a niños y a sus padres.
Una iglesia
que da la bienvenida a los niños será una iglesia acogedora, en la cual todas las
personas, con o sin hijos, se sentirán felices.
Por: Fr. Alexander Lucie-Smith
Fuente:
Catholic Herald // Píldoras de Fe