Ante
la barbarie del terrorismo, Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco
recordaron a la humanidad que debe recorrer el camino del amor, que vence toda
forma de odio y violencia
Es
el 12 de septiembre. Miércoles por la mañana. La Plaza de San Pedro está
repleta de fieles, como ocurre cada vez que hay una audiencia general, pero el
clima que se respira hoy no es de alegría, como pasa en estas ocasiones. En los
ojos de la gente aún existen las imágenes de terror del día anterior: la caída
de las torres Gemelas, el avión que se estrelló sobre el Pentágono, la gente
desesperada que escapa de un escenario infernal, el polvo, la sangre, los muertos
en las calles. Son las imágenes que Juan Pablo II, en la residencia de
Castelgandolfo, ha visto con consternación y angustia.
Karol
Wojtyla – como dirá su portavoz Joaquín Navarro-Valls – quiere contactar
inmediatamente al presidente estadounidense para expresar su dolor y cercanía
al pueblo de los EEUU, pero George W. Bush por motivos de seguridad no es
localizable. Así que se le envía un telegrama en donde el Papa habla de
“horror”, “ataques inhumanos” y asegura sus oraciones “en esta hora de sufrimiento
y dura prueba”.
Un día tenebroso en la
historia de la humanidad, pero el odio no vencerá
Un
locutor en la Plaza de San Pedro subraya que la audiencia está marcada por los
“dramáticos eventos” del día antes. “Para crear un clima de recogimiento y
oración -continúa- el Santo Padre desea que no se aplaude hoy”. La voz de Karol
Wojtyla se rompe por la emoción cuando afirma que el 11 de septiembre “ha sido
un día tenebroso en la historia de la humanidad, un terrible ataque a la
dignidad del hombre”. El corazón del hombre, agrega, "Es un abismo del que
a veces surgen dibujos de una ferocidad sin precedentes".
Y
apropiándose de la pregunta que muchos tienen en sus corazones, se pregunta
“cómo pueden ocurrir episodios de brutalidad tan salvaje". Sin embargo, el
futuro Santo no deja espacio a una desesperación estéril. Incluso en el momento
más tenebroso, recuerda que “el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen
la última palabra”, no obstante, pareciera que “la fuerza de las tinieblas
prevaleciera”. El Papa Wojtyla ruega al Señor, “para que no prevalga la espiral
del odio y de la violencia” y pide a la Virgen que suscite en todos
“pensamientos de sabiduría y propósitos de paz”.
Que jamás la religión sea
usada como motivo de conflicto
Algunos
días más tarde, está programada la visita de Juan Pablo II a Kazajistán, país de mayoría musulmana. Son muchos
los que desaconsejan al Papa de ir. Demasiado peligroso, mientras tanto, la
casa Blanca ha iniciado un ataque bélico: el 7 de octubre
atacará Afganistán, tras el rechazo de parte de los
talibanes de entregar a Osama Bin Laden. Wojtyla teme una escalada sin
precedentes y hace todo lo posible para asegurar que lo que muchos ya llaman
"un choque de civilizaciones" no prevalezca.
El
Papa va igualmente a Kazajistán y desde la capital Astaná y lanza un
llamamiento para que todos, cristianos y fieles de otras religiones,
“cooperemos para edificar un mundo libre de violencia, un mundo que ame la vida
y se desarrolle en la justicia y en la solidaridad”. “La religión – dice con
palabras sinceras, llenas de sentimiento – no debe ser jamás utilizada como
motivo de conflicto”. E invita “que tanto cristianos como musulmanes roguemos
intensamente al Único Dios Omnipotente que nos ha creado a todos, para que
pueda reinar en el mundo el bien fundamental de la paz”. Un compromiso por el
cual Juan Pablo II, anciano y enfermo, no ahorra energías, convocando en enero
del 2002 un nuevo encuentro de las religiones por la paz en Asís recordando el
primer encuentro en 1986.
Trabajamos por un mundo en
donde reine la paz y el amor
Siete
años después de aquel terrible martes de septiembre, el 20 de abril del 2008,
un Papa se dirige al Ground Zero. Benedicto XVI decide no pronunciar ningún
discurso. Encuentra a los parientes de las víctimas y a los socorristas, los
héroes de aquel día. Enciende una vela en recuerdo de todas las víctimas de New
York, de Washington y del vuelo de la United 93. Se recoge en oración en el
centro del inmenso agujero donde antes estaban las Twin Towers. Bajo un cielo gris,
que contrasta con la imagen del cielo despejado en el día de los ataques, el
Papa de rodillas –en un silencio casi surreal, roto solamente por el sonido de
las gaitas de los Bomberos de New York - invoca al Dios “del amor, de la
compasión y de la reconciliación”.
Benedicto
XVI le pide al Señor que conceda su paz “en nuestro mundo violento”, “paz en
los corazones de todos los hombres y mujeres y paz entre las naciones de la
tierra”. “Danos fuerza y consuelo, fortalécenos en la esperanza –concluye el
Papa, teniendo al lado al arzobispo de New York, Edward Egan – y concédenos la
sabiduría y el valor de trabajar incansablemente por un mundo en donde la paz y
el amor auténticos reinen entre las naciones y en los corazones de todos”.
En Ground Zero, una rosa blanca
sobre los nombres de las víctimas
Pasan
otros siete años y esta vez es el Papa Francisco que se dirige a New York. Allí
encuentra un escenario completamente diverso respecto a su predecesor. Donde
había un cráter del Ground Zero ahora está el Memorial del 11 de septiembre,
dos inmensas piscinas de las dimensiones de las que cubrían las torres gemelas.
En los bordes, están escritos los nombres de las 2974 víctimas de 90
nacionalidades diferentes. Aquí el 25 de septiembre del 2015, Francisco,
visiblemente conmovido, deposita una rosa blanca momentos antes de recogerse en
oración.
El
cielo esta vez recuerda el de aquella mañana de hace 14 años, pero ya no dan
sombra las torres gemelas, sino que la Torre de la libertad, Freedom Tower, el
más alto rascacielos de los EEUU, inaugurado algunos meses antes de la visita
papal. Como hizo Benedicto XVI, Francisco encuentra a los parientes de las
víctimas, a los socorristas, acompañado por el arzobispo de la ciudad esta vez,
Timothy Dolan. También esta visita se distingue por el silencio. Único sonido:
el caer del agua de las grandes fuentes del memorial.
Que sean las religiones
fuerza de paz, justicia y reconciliación
Al
conmemorar a las víctimas, Francisco quiere lanzar –desde un lugar tan
simbólico- un llamamiento para que las religiones trabajen juntas por la paz y
contra toda instrumentalización del nombre de Dios. Se revive el espíritu de la
iniciativa que san Juan Pablo II había promovido pocos meses después del 11 de
septiembre con el encuentro de los líderes religiosos en Asís. La imagen
no podía ser más elocuente: el Papa junto a un imán y un rabino, orando juntos
contra el terrorismo y contra la guerra. Le siguen meditaciones hindúes,
budista, sikh, cristiana y musulmana sobre la paz. Y luego, la oración judía
por los difuntos.
“Espero
- dice Francisco- que nuestra presencia aquí sea un signo potente de nuestra
voluntad de compartir y reafirmar el deseo de ser fuerza de reconciliación,
fuerza de paz y de justicia en esta comunidad y en todas partes del mundo”. El
Papa nos insta a desterrar los sentimientos de "odio, venganza,
rencor". Solo de esta manera, dice, podemos "pedirle al cielo el don
de comprometernos con la causa de la paz".
Alessandro
Gisotti – Ciudad del Vaticano
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