San
Esteban fue rey de Hungría y esposo de la Beata Gisela de Baviera. Del amor de
los dos nació San Emerico, a quien el monarca dio los siguientes consejos para convertirse
en un buen gobernante y un hombre santo
Aquí
los compartimos y esperamos que sirvan de inspiración a los padres de familia
para criar a sus hijos.
1.- Conservar la fe
“En
primer lugar, te ordeno, te aconsejo, te recomiendo, hijo amadísimo, si deseas
honrar la corona real, que conserves la fe católica y apostólica con tal
diligencia y desvelo que sirvas de ejemplo a todos los súbditos que Dios te ha
dado, y que todos los varones eclesiásticos puedan con razón llamarte hombre de
auténtica vida cristiana, sin la cual ten por cierto que no mereces el nombre
de cristiano o de hijo de la Iglesia”.
2.- El don de la
vigilancia y protección
“En
el palacio real, después de la fe ocupa el segundo lugar la Iglesia, plantada
primero por Cristo, nuestra cabeza, transplantada luego y firmemente edificada
por sus miembros, los apóstoles y los santos padres, y difundida por todo el
orbe. Y, aunque continuamente engendra nuevos hijos, en ciertos lugares ya es
considerada como antigua”.
“En
nuestro reino, hijo amadísimo, debe considerarse aún joven y reciente, y, por
esto, necesita una especial vigilancia y protección; que este don, que la
divina clemencia nos ha concedido sin merecerlo, no llegue a ser destruido o
aniquilado por tu desidia, por tu pereza o por tu negligencia”.
3.- El mismo trato con
todos
“Hijo
mío amantísimo, dulzura de mi corazón, esperanza de una descendencia futura, te
ruego, te mando que siempre y en toda ocasión, apoyado en tus buenos
sentimientos, seas benigno no sólo con los hombres de alcurnia o con los jefes,
los ricos y los del país, sino también con los extranjeros y con todos los que
recurran a ti. Porque el fruto de esta benignidad será la máxima felicidad para
ti”.
4.- Compasivo y
misericordioso
“Sé
compasivo con todos los que sufren injustamente, recordando siempre en lo
íntimo del corazón aquella máxima del Señor: Misericordia quiero y no
sacrificios. Sé paciente con todos, con los poderosos y con los que no lo son”.
5.- Fuerte y honesto
“Sé,
finalmente, fuerte; que no te ensoberbezca la prosperidad ni te desanime la
adversidad. Sé también humilde, para que Dios te ensalce, ahora y en el futuro.
Sé moderado, y no te excedas en el castigo o la condena. Sé manso, sin oponerte
nunca a la justicia. Sé honesto, de manera que nunca seas para nadie,
voluntariamente, motivo de vergüenza. Sé púdico, evitando la pestilencia de la
liviandad como un aguijón de muerte”.
“Todas
estas cosas que te he indicado someramente son las que componen la corona real;
sin ellas nadie es capaz de reinar en este mundo ni de llegar al reino eterno”.
Fuente: ACI