18 Domingo Tiempo Ordinario (Ciclo B)
MONICIÓN DE ENTRADA
Buenos
días, sed bienvenidos a la celebración en la que hacemos memoria de la pascua del
Señor.
Cristo,
por su muerte y su gloriosa resurrección, nos ha liberado del poder del pecado
y nos ha dado nueva vida. En cada Eucaristía, actualizamos este misterio de
salvación que Él ha cumplido en su propia persona.
No
nos hemos reunido para un mero ritual, celebramos el memorial que hace presente
el acontecimiento que nos hace participes de la vida eterna.
Celebremos
con gozo la Pascua del Señor.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
La
mayoría de nosotros somos cristianos desde hace mucho tiempo y, sin embargo,
hemos de reconocer que no siempre estamos en plena sintonía con Cristo.
Nos
pasa como a las multitudes que van detrás de Jesús. A ellas les guía unas preocupaciones
e intereses que no coinciden con los del Maestro. Igual que ellas, debemos
dejarnos aleccionar por Cristo y permitir que él nos introduzca en el corazón
de su Misterio.
Escuchemos
con atención la Palabra que hoy se nos proclama y acojamos con fe la revelación
que nos hace.
ORACIÓN DE LOS FIELES
A
cada petición respondemos: ¡Señor, escúchanos!
-
Por la Iglesia, Pueblo de Dios, para que con obras y palabras anuncie a todas
las naciones la buena noticia de Jesucristo. OREMOS.
-
Por nuestros gobernantes, para que vayan más allá de sus intereses partidistas
y promuevan una legislación justa que reconozca los derechos de los más
necesitados. OREMOS.
-
Por los que buscan un sentido a su existencia, para que encuentren cristianos
que les den testimonio de que Jesucristo es su Salvador y Señor. OREMOS.
-
Por los inmigrantes, especialmente por aquellos que arriesgan su vida en sus desplazamientos,
para que superen todo peligro y encuentren una acogida humanitaria. OREMOS.
-
Por nuestra comunidad parroquial reunida en torno al Altar de Cristo, para que en
el día a día seamos signo de la fraternidad que Él ha venido a establecer en su
persona. OREMOS.
ORACIÓN FINAL
Gracias,
Padre de bondad,
porque
nos has enviado a tu Hijo
desde
tu seno divino.
Gracias,
porque nos lo has dado
como
alimento de vida eterna:
Él
se ha entregado por nosotros
para
rescatarnos del poder del mal
y
abrirnos las puertas de tu gloria.
Padre
de misericordia,
ten
piedad y compasión de nosotros
y
no nos tengas en cuenta nuestras faltas de fe.
¡Somos
tan poca cosa!
que
no reconocemos a Jesús como el Pan de Vida
y
nos agotamos trabajando por un alimento
que
no sacia y perece.
Te
pedimos, Padre eterno,
que
tu Espíritu ilumine nuestra fe,
que
Él nos revele a Cristo
y
nos lleva recibirlo como tu enviado:
testigo
de tu amor y don de vida eterna.
Santo
Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal,
ten
misericordia de nosotros.
Amén.