DESDE MI VENTANA DE SAN MILLÁN

LA VIDA

Queridos amigos: la Vida de Dios esté con vosotros.

No sé por qué, después de haber estado orando un rato, me siento inclinado a escribiros para compartir con todos vosotros, con los mayores y también con los jóvenes, la vida y la fe en nuestro Señor Jesucristo.

La vida. Sí, la vida, la de cada uno en particular. ¡Qué cosa!, sin darnos cuenta se nos va como el agua entre las manos. La vida no se puede retener. Pasan los días, las semanas, los meses, los años; y poco a poco, como que no quiere la cosa, uno se da cuenta que ha alcanzado los veinte, los cuarenta, los sesenta o setenta años. Aparecen las calvas en el pelo, las entradas en la frente, los achaques, cansancios... Es la vida que va transcurriendo en el tiempo sin que nosotros se lo podamos impedir. 

Si todo esto sucede en nuestra vida externa, también es verdad que hay otra vida en nosotros donde tienen lugar los acontecimientos más profundos: la vida interna. La que discurre, no sólo en el tiempo cronológico, sino en el “tiempo” psicológico, humano y espiritual. A esto me quiero referir a continuación.

La vida humana, no sólo es cuerpo material, biológico, sino también espiritual. Y es aquí donde radica lo más importante del hombre. ¡Cuántas veces en nuestra vida no han aparecido nostalgias, cansancios, desencantos!, ¡Cuántas veces nos hemos arrepentido de cosas que hemos hecho! ¡En cuántas ocasiones han aparecido momentos tristes por no haber alcanzado mayor felicidad; plenitud de vida, por no haber tenido más paz y alegría! En fin, nos damos cuenta de nuestras finitudes, caducidades e impotencias para cambiar el ritmo interior de nuestra vida.

Pero en medio de nuestra existencia, a veces un poco melancólica, dejadme que pronuncie el clásico refrán: “Si la dicha es buena, más vale tarde que nunca”. Y, ahora, cabe preguntarse ¿qué hemos de hacer para vivir más a gusto, más contentos, felices, alegres? Quizás alguno piense que teniendo más dinero, mejor trabajo o no trabajar, teniendo más posibilidades para disfrutar en la vida, mejor salud, que nos toque la bono loto o algo parecido.

Si lo pensamos un poco fríamente, ¿creéis de verdad que todo esto es el fundamento de nuestra felicidad? Entonces, ¿por qué cuanto más dinero tenemos no somos más felices? ¿por qué no somos más felices, a pesar de que no nos falta de nada, (más bien nos sobra de todo), por qué no somos más felices a pesar de nuestras buenas, grandes y confortables casas, de nuestros mejores coches...? ¿Dónde, pues, se encuentra la felicidad?

Está claro que la felicidad no pertenece al orden de las cosas materiales. El ser feliz es el encontrarse a gusto con uno mismo, el haber encontrado sentido a la vida, a lo que soy y lo que hago, el saberme amado, querido y perdonado infinitamente. El ser feliz es el haber encontrado el sentido de mi origen y mi destino, y entre medias vivir desde y para el Amor que me ha creado y me sigue recreando. Tengo un sentido pleno para vivir.  

Esta conciencia de vida me la da JESUCRISTO. Jesucristo es el que tiene y da la verdadera VIDA. Jesucristo es nuestro único Salvador. Y cuando decimos salvador queremos decir que Él nos saca de nuestras infelicidades, es decir, de nuestros cansancios, rutinas, fracasos; nos saca de nuestros pozos oscuros, de nuestras vidas agotadas, desesperanzadas, de la soledad, del vacío o sinsentido de la vida; nos saca de la tristeza y de la angustia, del desencanto y la indiferencia. Y nos saca de todo esto para incorporarnos a su VIDA y su AMOR.

Queridos amigos, el objetivo principal del nacimiento de Jesucristo, su anuncio, muerte y resurrección, no es otro que el darnos la VIDA. Por eso nos dirá Él: “YO HE VENIDO PARA QUE TENGÁIS VIDA Y VIDA EN ABUNDANCIA”.

Así pues, os invito a que, en esta vida tan loca y turbulenta, donde los grandes valores de la vida y de la fe se quieren camuflar, esconder o tapar, vosotros y yo nos hagamos partícipes de una buena dicha: volver continuamente nuestro rostro a Aquel que es la VIDA y la SALVACIÓN: se llama JESUCRISTO. Abrid vuestros corazones a Él, desearle, ansiarle, buscarle. Nunca es tarde para Él, y nunca os dejará vacíos.
La Virgen María, que llevó la Vida en su útero materno, ruegue por nosotros.

Os deseo de todo corazón vuestra felicidad. Rezo por vosotros.

Recibid un abrazo cariñoso de este, vuestro sacerdote, que también camina y desea ardientemente la felicidad de Dios.

P. Jesús Cano
Párroco de San Millán de Segovia

P.D.: Si alguien quiere intercambiar alguna correspondencia con inquietudes, preguntas, o lo que sea, que lo haga con toda libertad. Entre todos nos podemos enriquecer.