En su discurso, el Papa Francisco, ofrece un análisis atento sobre la
“calidad ética y espiritual de la vida en todas sus etapas”
El tema de la vida humana en el contexto del mundo
globalizado en el que se vive. A partir de hoy, la Pontificia Academia para la
vida reflexionará sobre esto en su Asamblea General que se lleva a cabo en el
Aula del Sínodo hasta el próximo miércoles. En su discurso, el Papa Francisco,
dejándose inspirar por el tema, en la audiencia en el Vaticano ofrece un
análisis atento sobre la “calidad ética y espiritual de la vida en todas sus
etapas”.
La vida frágil y enferma es siempre vida
“Existe – afirma el Papa – una vida que es familia y
comunidad, una vida que es invocación y esperanza”. Ofendida, herida,
emarginada, descartada pero siempre vida, así como existe la vida eterna.
Recordando el aporte de la biología que explora “los aspectos físicos, químicos
y mecánicos”, no hay que olvidar “una perspectiva más amplia y más profunda,
que pide atención a la vida propiamente humana, que irrumpe en la escena del
mundo con el prodigio de la palabra y del pensamiento, de los afectos y del
espíritu”.
“El ‘bello’ trabajo de la vida es la
generación de una persona nueva, la educación de sus cualidades espirituales y
creativas, la iniciación al amor de la familia y de la comunidad, el cuidado de
sus vulnerabilidades y de sus heridas, como también la iniciación a la vida de
hijos de Dios, en Jesucristo”
Sustraerse al juego sucio de la muerte
Francisco recuerda que renunciar a la vida, entregar a
“los pobres al hambre, a los perseguidos a la guerra, a los viejos al abandono”,
significa hacer el trabajo sucio de la muerte, que es pecado. “El mal – afirma
– trata de persuadirnos que la muerte es el final de cada cosa, que hemos
venido al mundo por caso y que estamos destinados a terminar en la nada”. Es un
doblegarse sobre sí mismos como Narciso que difunde “un virus espiritual muy
contagioso”.
Nos condena a volvernos hombres –espejo y mujeres –
espejo, que ven solamente a sí mismos y nada más. Es como volverse ciegos a la
vida y a su dinámica, en cuanto don recibido de otros y que pide ser puesto
responsablemente en circulación para otros.
La bioética es defensa de la dignidad humana
Por lo tanto, la tarea que hay que perseguir – subraya
el Papa – es desactivar la complicidad con el trabajo sucio de la muerte,
alejarse de la enfermedad y de la muerte para decidir el sentido de la via y
definir el valor de la persona. La bioética global – añade – será una
específica modalidad para desarrollar la perspectiva de la ecología integral
que es propia de la Encíclica Laudato si’.
Más bien moverá de la profunda convicción de la
irrevocable dignidad de la persona humana, así como Dios la ama, dignidad de
cada persona, en cada fase y condición de su existencia, en la búsqueda de las
formas del amor y del cuidado que deben dirigirse a su vulnerabilidad y a
su fragilidad
El cuerpo es don de Dios
Un particular acento del Papa está puesto luego en el
cuerpo que “nos pone en relación directa con el ambiente y con los otros seres
vivos”. Aceptarlo significa acogerlo como don de Dios, aceptar el mundo entero
como don del Padre y casa común, porque “una lógica de dominio sobre el propio
cuerpo – explica – se transforma en una lógica y a veces sutil de dominio sobre
la creación”.
Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a
respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana.
También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es
necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente.
(Laudato si’, 155).
Una valiente resistencia moral
Francisco recuerda “las complejas diferencias
fundamentales de la vida humana: del hombre y la mujer, de la paternidad y de
la maternidad, de la filiación y la fraternidad, de la sociabilidad y también
de todas las diferentes edades de la vida”. Condiciones difíciles, pasajes
delicados o peligrosos que “exigen especial sabiduría ética y valiente
resistencia moral”, a afrontar también con “adecuado sostén de una proximidad
humana responsable”. El Papa cita luego la Exhortación Apostólica Gaudete et
exsultate, invitando a tratar los temas de la ética de la vida humana en el
ámbito de una “antropología global”.
La defensa del inocente que no nació, por ejemplo,
debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la
vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor por cada persona más allá de
su desarrollo. Pero es igualmente sagrada la vida de los pobres que ya han
nacido, que se debaten en la miseria, en el abandono, en la exclusión, en la
trata de personas, en la eutanasia escondida de los enfermos y de los ancianos
sin cuidados, en las nuevas formas de esclavitud, y en cada forma de descarte.
Interrogarse sobre el fin último de la vida
Por último el Papa recuerda que es necesario
interrogarse sobre el fin último de la vida, “capaz de restituir dignidad y
sentido al misterio de sus afectos más profundos y más sagrados”.
La vida del hombre, bella para embelesar y frágil para
morir, va más allá de sí misma: nosotros somos infinitamente más de lo que
podemos hacer por nosotros mismos. La vida del hombre, sin embargo, también es
increíblemente tenaz, ciertamente por una gracia misteriosa que viene desde lo
alto, en la audacia de su invocación de una justicia y una victoria definitiva
del amor. Y es incluso capaz -esperanza contra toda esperanza- de sacrificarse
por ella hasta el final.
Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
Vatican News