Discurso del Papa Francisco a los miembros de la
Fundación Gravissimun Educationis, a quienes recibió en audiencia este lunes 25
de junio, en la Sala del Consistorio del Vaticano
“Un programa de pensamiento y de acción basados en
saldos principios podrán contribuir, a través de la educación, a la
construcción de un provenir en la cual la dignidad de la persona y la
fraternidad universal sean los recursos globales a los cuales todo ciudadano
del mundo pueda acceder”, lo dijo el Papa Francisco a los miembros de la
Fundación “Gravissimun Educationis”, a quienes recibió en audiencia
este lunes 25 de junio, en la Sala del Consistorio del Vaticano.
La Iglesia y la
educación al paso del tiempo
En su discurso, el Santo Padre saludó a los
participantes en el Encuentro “Educar y Transformar”, promovido por la
Fundación “Gravissimun Educationis”.
Asimismo, el Pontífice recordó que, esta Fundación,
constituida el 28 de octubre de 2015, busca renovar el compromiso de la Iglesia
en favor de la educación católica al paso con las transformaciones históricas
de nuestro tiempo. “De hecho, la Fundación – precisa el Papa – recibe un
estímulo ya contenido en la Declaración conciliar de la cual toma el nombre, la
misma que sugería la cooperación entre las instituciones educativas y
universitarias para afrontar mejor los desafíos en acto”.
“Sólo cambiando la educación, se puede cambiar el
mundo. Para hacer esto es necesario las siguientes sugerencias: Hacer red, no
dejarse robar la esperanza y buscar el bien común”
“Hacer red”
Hacer red, señala el Papa Francisco, significa poner
juntas a las instituciones educativas y universitarias para potenciar las
iniciativas educativas y de investigación, enriqueciéndose con los puntos de
fuerza de cada uno, para ser más eficaces a nivel intelectual y cultural.
“Hacer red – agrega el Pontífice – significa también poner juntos los saberes,
las ciencias y las disciplinas, para afrontar los desafíos complejos con la
interdisciplinaridad. Significa crear lugares de encuentro y de diálogo dentro
de las instituciones educativas promoviéndolas hacia afuera, para que el
humanismo cristiano contemple la universal condición de la humanidad de hoy.
También significa hacer de la escuela una comunidad educadora en la cual los
docentes y los estudiantes no estén relacionados solo por un plan didáctico,
sino por un programa de vida y de experiencia, en grado de educar a la
reciprocidad entre las diversas generaciones”.
Por otro lado, el Papa Francisco señala que los
desafíos que cuestionan al hombre de hoy son globales. Por ello, la educación
católica no se limita a formar mentes con una mirada amplia, capaz de englobar
las realidades más lejanas. Esta se da cuenta que, más allá de expandirse en el
espacio, la responsabilidad moral del hombre de hoy se propaga también a través
del tiempo, y las opciones de hoy recaen sobre las futuras generaciones.
No dejarse
robar la esperanza
Otro aspecto importante a la cual la educación está
llamada a responder, afirma el Santo Padre, es aquella de no dejarse robar la
esperanza. “Estamos llamados a no perder la esperanza porque debemos donar
esperanza al mundo global de hoy. Globalizar la esperanza y sostener las esperanzas
de la globalización – señala el Pontífice – son compromisos fundamentales de la
misión de la educación católica”. Una globalización sin esperanza y sin visión
está expuesta a los condicionamientos de los intereses económicos, muchas veces
lejanos de una recta concepción del bien común y producen fácilmente tensiones
sociales, conflictos económicos, abusos de poder.
Algunos de estos desafíos, señala el Obispo de Roma,
han sido expuestos en la Encíclica Laudato si’, y hacen referencia a los
procesos de interdependencia global, tales como: el desafío económico, basado
en la búsqueda de mejores modelos de desarrollo; el desafío de la política, el
poder de la tecnología está en continua expansión.
Identidad,
cualidad y bien común
Finalmente, el Papa Francisco señala que para hacer
eficaces los proyectos educativos deben obedecer a tres criterios esenciales:
Identidad, cualidad y bien común.
La identidad, afirma el Pontífice, exige coherencia y
continuidad con la misión de la escuela, de la universidad y de los centros de
investigación nacidos, promovidos o acompañados por la Iglesia y abiertos a
todos. “Estos valores son fundamentales para insertarse en el surco trazado por
la civilización cristiana y por la misión evangelizadora de la Iglesia. Con
ella podrán contribuir en indicar los caminos a seguir para dar respuestas
actuales a los dilemas del presente, teniendo una mirada de preferencia por los
más necesitados”.
Otro criterio esencial es la calidad, afirma el Santo
Padre, este es el faro seguro para iluminar toda iniciativa de estudio,
investigación y educación. Esta es necesaria para realizar alianzas de
excelencia interdisciplinares que son recomendados por los documentos
conciliares.
Por último, no puede faltar el objetivo del bien
común, afirma el Papa Francisco, y este no es fácil de definir en nuestras
sociedades marcadas por la convivencia de ciudadanos, grupos y pueblos de
culturas, tradiciones y credos diferentes. Se necesita ampliar los horizontes
del bien común, educar a todos a la pertenencia de la familia humana.
Renato Martínez – Ciudad del Vaticano
Vatican News