Aspectos preponderantes de nuestra cultura
son muy peligrosos psicológicamente. Pero la Iglesia tiene antídotos
El suicidio no es un problema
que afecte sobre todo a famosos adinerados que saltan a las noticias. Tampoco
se limita a los que sufren depresión o alguna enfermedad mental.
Por lo polifacética
y compleja que es la epidemia, hay un estudio digno de hace dos años que merece
la pena considerar para entenderla.
En un estudio de
enfermeras, “entre 6.999 mujeres católicas que dijeron asistir a misa más de
una vez a la semana, no hubo un solo caso de suicidio”.
Sería terriblemente
erróneo extraer de esta estadística cualquier idea en torno a que quienes
padecen depresión (o han perdido algún familiar católico por el suicidio) son
de algún modo no lo bastante católicos. La fe no es en sí un remedio para la
enfermedad, mental o física.
Estoy seguro de que
hay una larga lista de personas que cometieron suicidio aun siendo católicos
comprometidos. Sin embargo, apuesto a que hay una lista mucho más larga de
personas que se habrían suicidado si no fuera por su fe.
Los católicos tienen
el deber de considerar por qué la religión en general y el catolicismo en
particular demuestran marcar tan grande diferencia, descubrir cómo podemos
ayudar a nuestro prójimo.
Estamos llamados a
involucrarnos en nuestra cultura y somos mucho más fuertes de lo que pensamos.
Primero, la
religión te da el sentido de pertenencia que necesitas desesperadamente
Los seres humanos no pueden
sobrevivir sin la comunidad, y la religión
crea comunidad mejor que cualquier otra cosa.
En su libro The Righteous Mind [La mente recta], Jonathan Haidt abre un capítulo clave
titulado “La religión es un deporte de equipo”, con su relato de un partido de
fútbol en la Universidad de Virginia, desde un punto de vista de un aficionado
que participa de los rituales.
El culto religioso
hace lo mismo que un partido de fútbol, explica Haidt, pero de una manera
sostenida. Haidt afirma que las críticas a la religión la reducen al “creer y
hacer” —doctrina y moralidad—, pero la pertenencia es
igual de importante.
Haidt reúne una
montaña de pruebas de que la religión es el factor
que lo cambió todo para los seres humanos, permitiéndoles hacer lo que ningún
otro animal puede hacer: “cooperar sin parentesco”, construir ciudades y
naciones.
La sociedad secular,
desde Barrio Sésamo a los medios sociales, ha intentado crear pertenencia sin
Dios, y ha fracasado. El mundo pide a gritos lo que la religión puede darle.
Segundo, la práctica católica
de la confesión también debe desempeñar un papel
Si el grupo sin suicidios iba a
misa más de una vez por semana, puedes apostar a que también se confesaban.
La labor principal de la confesión es espiritual, pero también
tiene efectos secundarios psicológicos significativos.
Escuché una de mis
historias favoritas de confesión por boca de una psicoterapeuta.
Su paciente había
pasado por un terrible ciclo de depresión y autodesprecio. Nada parecía ayudar.
Cierto día, se encontró con la paciente frente a una iglesia católica. Se
cobijaron dentro huyendo de la lluvia y vieron a personas que iban a confesión.
“¿Debería ir yo también?”,
preguntó la paciente, que había recibido el sacramento de niña.
“¡No!”, dijo la
terapeuta. Supuso que la confesión haría que su paciente se obsesionara por la
culpa y aumentara su odio hacia sí misma.
La paciente entró
igualmente y emergió del confesionario con su primera
sonrisa en años y siguió mejorando en las semanas
siguientes.
La terapeuta estudió
más sobre la confesión, terminó haciéndose católica y ahora aconseja ir
regularmente a confesarse a sus pacientes católicos.
La confesión te ofrece un comienzo nuevo, es una oportunidad para decir
a otro ser humano (¡y a Dios!) “lamento mucho lo que hice” y escuchar como
respuesta, “yo te absuelvo (…). El Señor te ha liberado de tus pecados. Ve en
paz”.
El beneficio de ello
es incalculable. Ya no necesitas considerar tu vida desagradable o sin valor;
en vez de eso, liquidas la fealdad en tu vida y Dios mismo afirma tu valía.
Tercero, la fe te protege
contra la desesperación
“Las convicciones y prácticas
religiosas pueden ayudar a las personas a fomentar un sentimiento de esperanza,
incluso en medio de grandes adversidades o crisis”, dijo el psiquiatra Aaron
Kheriaty a Los Angeles Times en
su artículo sobre las personas religiosas y el suicidio. “La fe religiosa puede
ayudar a las personas a encontrar significado y propósito incluso en el
sufrimiento”.
Este elemento único
—la esperanza real— quizás sea la
mayor pieza que falta en el mundo secular. Con la fe podemos tener esperanza
incluso más allá de la prisión, la muerte y las tinieblas.
La epidemia de suicidios representa un enorme fracaso por parte
del mundo y las personas empiezan a darse cuenta.
En su último libro,
el obispo Robert Barron señala que las personas educadas en el secularismo
empiezan a sentir irritación por ello. Reducir todo al cientificismo elimina la
poesía y el arte y oscurece el corazón humano.
“Cuando suprimes el
deseo de Dios, cosa que el secularismo hace necesariamente, es muy peligroso
psicológicamente”, afirma el obispo Barron.
“Lo veo
constantemente en forma de adicciones y depresiones profundas. Así que hago
esto por profunda preocupación por las personas. Es peligroso apagar la
aspiración hacia Dios”.
Somos los guardas de nuestros hermanos. Tenemos lo que nuestros
prójimos necesitan, algo sin lo cual no pueden vivir. Es nuestro deber
ofrecérselo.
Tom Hoopes
Fuente:
Aleteia