LECCIONES BÍBLICAS SOBRE LA FELICIDAD

¿Quién no quiere ser feliz? ¿Por qué hay tanta gente que no es feliz? ¿Por qué muchas veces no lo somos nosotros? ¿Tan difícil es? 

La felicidad ha vuelto a ser, desde hace unos años, el objetivo de la llamada “psicología positiva”. La Biblia es también maestra de cómo ser feliz, y de cómo evitar el fracaso, la frustración, la infelicidad. Esto es, en parte, lo que intentamos enseñar en las clases de espiritualidad bíblica de la Universidad Pontificia Comillas. Quiero ofrecer diez ejemplos de estas enseñanzas bíblicas sobre la felicidad.


1.     Aceptación y misericordia: he de aprender a aceptar, con paciencia y compasión, la realidad imperfecta del mundo, empezando por mí. Difícilmente podré “amar al prójimo como a uno mismo” (Mt 19, 19; 22, 39; Mc 12, 31; Lc 10, 27; Rm 13, 9; 14, 9; Gal 5, 14) si no empezamos por amarnos a nosotros mismos. Amarse a uno mismo no significa ocultar las propias debilidades, en una especie de “autoestima” ciega y falsa, sino reconocer las propias debilidades, errores, y perdonarse a uno mismo. Así podremos perdonar a otros. La Escritura no oculta las debilidades humanas: Abrahán y Jacob por miedo y cobardía hacen pasar a sus mujeres por hermanas (Gn 20 y Gn 26); Jacob engaña a su padre ciego y roba a su hermano la primogenitura (Gn 27); David comete adulterio; Salomón se hace idólatra... nadie es perfecto, tú tampoco.

2.      Realismo y prudencia: No te plantees metas excesivas (Mt 7, 26; Lc 6, 49; 14, 28-30; Hch 26, 14); conoce tus fortalezas y tus debilidades. Israel aprendió que era fuerte en el monte, y débil en el llano, y que en el monte debía plantar batalla (Jdt 7, 10). Elige el bien que tienes a tu alcance, el bien posible, aunque te parezca humilde. Muchas veces es más sencillo de lo que te imaginas: Naamán el Sirio es curado por Eliseo (2Re 5, 1-14), aunque se resiste por parecerle el remedio demasiado simple. Lxx Dt 30, 11-14: “La palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón” (citado por san Pablo en Rm 10, 8)

3.      Pregúntate cada día qué vas a aportar hoy de nuevo. Muchas cosas dependen de ti, toma decisiones; siendo prudente, no tengas miedo a equivocarte, a cometer errores. Nadie tendrá nunca un cien por cien de seguridad; el riesgo, lo imprevisto y lo desconocido son parte de la belleza de la vida. No seas como esos que de tanto observar nunca dan un paso al frente (Qo 11, 4: “Quien observa el viento no siembra y quien mira las nubes no siega”). Busca sacar rendimiento a los dones que se te han confiado (Lc 19, 12-27 // Mt 25, 14-30). El miedo paralizó a las mujeres de Marcos 16, 8. 

4.       Florecimiento: hoy la psicología insiste en que quien se resiste a seguir creciendo en la virtud, a desarrollar su vida, a mejorar, se estanca, acaba retrocediendo, y con frecuencia daña a los que tiene alrededor, especialmente si ellos sí quieren ir más allá. Es el caso del rey Saúl (1 Sam), tras lograr ser ungido y llegar a Rey, se resiste a continuar obedeciendo a Dios, y acaba perdiendo el Espíritu que había recibido; envidia a quienes le rodean, especialmente a David, al que intentará matar.

5.    No tienes que seguir el camino de otros, cada uno tiene su propio destino. Jacob pretende robar la primogenitura a Esaú (Gn 27-33), y de hecho lo hace, pero de nada le vale. Al contrario, pasará muchos años fuera de casa, alejado de los suyos, buscando la vocación a la que estaba destinado.

6.        Huye de la superficialidad, del engaño de poner la felicidad en la posesión de bienes de consumo, en la acumulación de títulos... son los ídolos de los que tanto nos avisa la Biblia (Ex 32, 34; Jer 2, 13; etc.). Las satisfacciones que dan las cosas duran lo que dura la novedad. Lo que hace feliz a medio y largo plazo es el tiempo de calidad que pasamos con quieres queremos, la satisfacción del trabajo bien hecho, el cultivarnos interiormente, etc.

7.        Sé humilde; huye de la soberbia (Prov 16, 18; Os 5, 5; Is 13, 11). Si tienes poder u ocupas puestos de responsabilidad, estate muy atento a los aduladores. Lee la historia del rey Ajab de Israel y el profeta Miqueas (1 Re 22, 11) para recordar que los aduladores nos ocultan nuestros errores, y nos precipitan al desastre. Busca quien te ayude a ver y reconocer tus errores: no hay amigo mejor que quien nos avisa cuando nos estamos equivocando.

8.         Agradecimiento: La Biblia está llena de salmos, himnos, oraciones de acción de gracias (Ex 15; Sal 116, 6...). Ningún camino es más directo para ser feliz que estar atento a la belleza que te rodea, al bien que se nos hace, a lo mucho por lo que cada día podemos dar gracias. Al mirar la vida, las personas felices se fijan en lo bueno; las personas infelices se fijan en lo que no está bien. Tú eliges a qué le vas a dar importancia.

9.          Sobrevivir al éxito: aprende a disfrutar de tus éxitos, nunca te niegues el mérito por lo que has conseguido. Pero ten cuidado también de que el éxito no te ciegue, no te haga engreído. A muchos el éxito social, económico, político, les empuja a una vida desordenada y al fracaso. El rey Salomón es ejemplo de quien fracasó precisamente por culpa de su éxito (1Re 11, 4; Sal 131, 2).

10.  Exprésate, especialmente cuando sientas el fracaso o el dolor, permite que tus emociones salgan, se muestren a través de la palabra, del cuerpo. Los personajes bíblicos lo hacen, a veces con palabras bien amargas (Jer 8, 19-9, 2; Job 3, 1s.; Sir 23, 14; Mt 26, 24 // Mc 14, 21). El Padre nos escucha, pues Él ve en lo «escondido» (Mt 6, 6). Dale tiempo a la oración, dale tiempo al Dios que le gusta hablar con retraso, el mismo que habló a Elías desconsolado en la «brisa suave» (1 Re 19, 12-13).

Francisco Ramírez Fueyo SJ

Universidad Pontificia Comillas de Madrid ICAI-ICADE

Madrid (España)

Fuente: Aleteia