La parábola del hijo
prodigo y el Evangelio de la misericordia, son los temas centrales de la Octava
meditación de los Ejercicios Espirituales para el Papa y la Curia romana, a
cargo del predicador portugués, José Tolentino de Mendonça
“Uno de los grandes peligros en el camino
interior es la imagen de auto-referencialidad, centrado en el yo, que se
convierte en principio y fin de todas las cosas”, con estas palabras el
predicador portugués, José Tolentino de Mendonça, introdujo la octava
meditación de los Ejercicios Espirituales para el Papa y la Curia romana, la
mañana del jueves 22 de febrero, en la Casa “Divino Maestro”, de la localidad
romana de Ariccia.
Presentando
la parábola del hijo prodigo, el Predicador portugués señaló que, esta parábola
es un espejo que Jesús nos pone y que el núcleo de la parábola es la
experiencia de relación que ahí se manifiesta y se recompone. “En este espejo
está todo – precisó el P. Tolentino – la necesidad de la libertad del hijo más joven,
sus sueños sin fundamentos, sus pasos falsos, la fantasía de omnipotencia, su
incapacidad de conciliar deseos y leyes. Pero también está la historia del hijo
mayor – agregó el Predicador – sus expectativas enfermas, su dificultad de
vivir la fraternidad, la pretensión de condicionar las decisiones del padre, el
rechazo del gozo por el bien del otro”.
La
parábola nos muestra todo esto, como el resentimiento latente y la incapacidad
de acoger la “lógica de la misericordia”, de la cual muchas veces nos volvemos
opositores.
El hijo más joven y la
búsqueda del “verdadero deseo”
La
parábola del hijo prodigo, señaló el Sacerdote portugués, nos plantea algunas
interrogantes, nos cuestiona. ¿Hasta qué punto nos dejamos reconciliar
profundamente, con la lógica del Evangelio en lo más íntimo de nosotros?
“En
el hijo más joven – subrayó el Predicador – se encuba un deseo enorme de
autonomía, y esto, de por sí es normal y sano. Pero el hijo no lo hace en
diálogo, sino lo hace con una ruptura. Sustituye al padre con los bienes
materiales y se pone en búsqueda de la felicidad de modo individual, autónomo y
pretende ser el señor de sí mismo”. Es este deseo equivocado, señaló el P.
Tolentino, es el que aleja al hijo más joven de lo que verdaderamente cuenta;
en cambio el deseo verdadero, es estructuralmente marcado por una carencia, una
insatisfacción, una sed de algo que no puede ser poseído, y esto es el sentido,
que nos lleva a profundizar y no a saciarnos.
El hijo mayor y el peligro
de la envidia
Por
su parte, el hijo primogénito, afirmó el Sacerdote portugués, es aquel que se
queda cerca del padre, no parece tener la misma inconsistencia interior de su
hermano más joven, pero tampoco mantiene una relación integrada con el padre.
“En él – señaló el Predicador – se nutre la ira y el resentimiento por el
regreso del hermano, y se despierta en él la incapacidad de sentir compasión
por quien estaba perdido y muerto”. En el fondo, concluye, también esta es una
enfermedad del deseo que crea la envidia.
“La
envidia – precisó el P. Tolentino – es una falta de amor, una reivindicación
estéril e infeliz. La envidia es un sentimiento perjudicial en relación a otro
que posee o goza de algo y en esto surge un impulso envidioso de eliminar o
destruir la fuente de ese gozo”. Lo contrario de la envidia, subrayó el
Predicador, es la gratitud, que está estrechamente relacionada con la confianza
en el bien que crece en los demás, en lo bueno que tiene el otro,
independientemente de mí y en el bien que de él recibo. La gratitud, dijo, construye
y reconstruye el mundo por dentro y por fuera.
La misericordia, un
Evangelio por descubrir
Finalmente,
junto a las figuras de estos dos hijos, cada uno a modo suyo y en el cual nos
reflejamos, dijo el Predicador, emerge la figura del padre y él es el icono de
la misericordia. “A los ojos del padre, un hijo es un hijo y nada más, por
ello, por la inmensa compasión que siente, el padre es capaz de salir y abrazar
al hijo perdido, restituirlo a la intimidad de la casa; porque en él desborda
la compasión, hay un exceso de misericordia. Y Dios nos dice: la misericordia
es el arte necesario para salvar una vida, la misericordia es un camino que
todos debemos aprender”.
“La
misericordia – concluyó el P. Tolentino – no es dar al otro aquello que se
merece. Con un efecto ético de inversión, podemos afirmar que la misericordia
es ofrecer al otro precisamente aquello que no se merece. La misericordia es
bondad, perdón, reconciliación. La misericordia es un Evangelio por descubrir”.
Renato
Martínez – Ciudad del Vaticano
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