La manera "cristiana" de hacer las cosas
lo cambia todo
Jesús cura y sana. Libera a los
encadenados. Cura lo más pequeño y lo más grande. Expulsa demonios, cura
enfermedades, salva vidas. Camina con los suyos, con los que está siempre. Su
día a día es con ellos.
Jesús sana con misericordia, con
ternura. Es personal.
Y al curar toca y se acerca. Ese
es el estilo de Jesús. No cura de cualquier forma. No
hace milagros desde lejos. Le importa la persona, el que sufre, su fe.
Jesús muestra el rostro de Dios
misericordioso cuando cura, cuando habla, cuando está simplemente junto al
hombre.
Es muy importante la forma como
hago las cosas. En este mundo prima la productividad y la
eficacia. A Jesús le importa el hombre.
Jesús se acerca a la persona. La
mira. La acoge. La toma la mano. La levanta. Es su sello. De cerca. Tocando.
Dejándose tocar. Mirando dentro del otro, más allá de su enfermedad física.
Quiero caminar y vivir según el
estilo de Jesús, según su corazón. Es un Dios cercano que se abaja,
que toca lo que vivo, que me levanta, que me toma la mano. Que me pregunta qué
me pasa, y quiere saber cómo me encuentro.
Jesús me muestra cómo es Dios. Y
yo, a veces me empeño en dejarlo lejos, en un lugar frío, distante, lleno de
juicios. No dejo que Dios me toque.
No toco como toca Jesús. Él entra
hasta el fondo del alma. Se mete en la casa y no espera que le
lleven al que lo necesita. Va donde está el enfermo, en su casa, en su cama, y
se acerca con cariño.
Dios se acerca y me toca. Toca
justo donde me duele, en mi herida, en mi enfermedad. ¿Cuál es mi enfermedad? ¿Dónde
está mi herida?
Jesús me levanta. Me devuelve mi
dignidad de hijo, de hombre. Quiero vivir así, porque merece la pena vivir
según Jesús.
Y cuando soy curado, empiezo a
vivir. Una mujer, al ser curada por Jesús, se puso a servirlos. Me gusta mucho
esta imagen.
Cuando estoy enfermo en el alma
me cuesta servir, me cierro, me bloqueo, pienso sólo en mí. En lo que yo
necesito.
Pero al ser
tocado por Jesús, me sale de dentro cuidar a otros, servir a otros, animar a
otros. Me abro de repente.
A veces Jesús estaba todo el día
curando. Todo el día para otros. El amor de Jesús es infinito. Incansable.
Paciente.
Cada uno llegaba hasta Él con su
herida, con su dolor, con su enfermedad. Jesús los tocó. Pasó haciendo el bien.
Así quiero vivir yo. No medir mis horarios. Quiero desgastarme
por amor. Con cada uno. Sin calcular.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia