No tenemos un Dios ajeno a lo que sentimos y sufrimos, al contrario, en
medio del dolor nos entrega su mano
El Papa Francisco deseó que María nos lleve a su Hijo
Jesús, que quiere estar cerca de nosotros y en medio del dolor nos entrega su
mano, aun ante el duro golpe del «Niño costero» y los «huaicos» causados por la
violencia organizada y otras faltas que impiden una vida digna
En su peregrinación en tierra peruana, el Papa
Francisco celebró una Misa multitudinaria en honor de Santa María Puerta del
Cielo en la explanada de Huanchaco, tras su llegada a Trujillo. A los miles de
trujillanos, se sumaron también numerosos fieles del Departamento de La
Libertad y de otros lugares.
Pero también peregrinaron para la Misa del Papa 39
imágenes sagradas de distintos lugares peruanos.
Y después de la celebración de la Eucaristía, su visita
y bendición a los habitantes del barrio Buenos Aires, distrito Víctor Larco,
uno de los lugares más afectados.
Cercanía a los damnificados
En su homilía, que fue
recibida con grandes aplausos en varios momentos, el Obispo de Roma quiso
expresar su cercanía, en esta zona del Perú, a orillas del Océano Pacífico,
trágicamente asolada por el violento y atípico fenómeno climático, que dejó un
triste balance de fallecidos y heridos y miles de damnificados, además de
cuantiosos daños materiales:
«Ustedes, al igual que los apóstoles, conocen la
bravura de la naturaleza y han experimentado sus golpes. Así como ellos
enfrentaron la tempestad sobre el mar, a ustedes les tocó enfrentar el duro
golpe del «Niño costero», cuyas consecuencias dolorosas todavía están presentes
en tantas familias, especialmente aquellas que todavía no pudieron reconstruir
sus hogares.
“También por esto quise estar y rezar aquí con ustedes”
A esta eucaristía traemos también ese momento tan
difícil que cuestiona y pone muchas veces en duda nuestra fe. Queremos unirnos
a Jesús. Él conoce el dolor y las pruebas; Él atravesó todos los dolores para
poder acompañarnos en los nuestros. Jesús en la cruz quiere estar cerca de cada
situación dolorosa para darnos su mano y ayudar a levantarnos. Porque Él entró
en nuestra historia, quiso compartir nuestro camino y tocar nuestras heridas.
No tenemos un Dios ajeno a lo que sentimos y sufrimos, al contrario, en medio
del dolor nos entrega su mano».
Solidaridad y esperanza en Cristo
«El alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse
para enfrentar los momentos difíciles, de adversidad, para mantener viva la
esperanza. Con esa actitud dan el mayor testimonio evangélico. El Señor nos
dice: «En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que
se tengan los unos a los otros» (Jn 13,35). Porque la fe nos abre a tener un
amor concreto, no de ideas, concreto, de obras, de manos tendidas, de
compasión; que sabe construir y reconstruir la esperanza cuando parece que todo
se pierde. Así nos volvemos partícipes de la acción divina, esa que nos
describe el apóstol Juan cuando nos muestra a Dios que enjuga las lágrimas de
sus hijos. Y esta tarea divina Dios la hace con la misma ternura que una madre
busca secar las lágrimas de sus hijos. Qué linda pregunta que nos puede hacer
el Señor a cada uno al final del día: ¿cuántas lágrimas has secado hoy?»
Huaicos que afectan el alma
«Otras tormentas pueden estar azotando estas costas y,
en la vida de los hijos de estas tierras, tienen efectos devastadores.
Tormentas que también nos cuestionan como comunidad y ponen en juego el valor
de nuestro espíritu.
Se llaman violencia organizada como el «sicariato» y
la inseguridad que esto genera; se llama la falta de oportunidades educativas y
laborales, especialmente en los más jóvenes, que les impide construir un futuro
con dignidad; o la falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir
en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros; así como tantas otras
situaciones que ustedes conocen y sufren, que como los peores huaicos destruyen
la confianza mutua tan necesaria para construir una red de contención y
esperanza. Huaicos que afectan el alma y nos preguntan por el aceite que
tenemos para hacerles frente».
No hay camino mejor que Jesucristo – Peruanos no se
dejen robar la esperanza
«Muchas veces nos interrogamos sobre cómo enfrentar
estas tormentas, o cómo ayudar a nuestros hijos a salir adelante frente a estas
situaciones.
“Quiero decirles: no hay otra salida mejor que la del
Evangelio: se llama Jesucristo. Llenen siempre sus vidas de Evangelio”
Quiero estimularlos a que sean una comunidad que se deje
ungir por su Señor con el aceite del Espíritu. Él lo transforma todo, lo
renueva todo, lo conforta todo. En Jesús, tenemos la fuerza del Espíritu para
no naturalizar lo que nos hace daño - no hacer que sea una cosa natural – no
naturalizar lo que nos seca el espíritu y lo que es peor, nos roba la
esperanza.
“¡Los peruanos en este momento de su historia no
tienen derecho a dejarse robar la esperanza!”
En Jesús, tenemos el Espíritu que nos mantiene unidos
para sostenernos unos a otros y hacerle frente a aquello que quiere llevarse lo
mejor de nuestras familias. En Jesús, Dios nos hace comunidad creyente que sabe
sostenerse; comunidad que espera y por lo tanto lucha para revertir y
transformar las múltiples adversidades; comunidad amante porque no permite que
nos crucemos de brazos. Con Jesús, el alma de este pueblo de Trujillo podrá
seguir llamándose «la ciudad de la eterna primavera», porque con Él todo es una
oportunidad para la esperanza».
La devoción a la Madre de Dios lleva a Jesús
«Sé del amor que esta tierra tiene a la Virgen, y sé
cómo la devoción a María los sostiene siempre llevándolos a Jesús. Pidámosle a
ella que nos ponga bajo su manto y que nos lleve siempre a su Hijo; pero
digámoselo cantando con esa hermosa marinera: “Virgencita de la puerta, échame
tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor” ¿Se atreven a
cantarla?...».
Cecilia de Malak – Ciudad del Vaticano
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